Martes, 28 de noviembre de 2006 | Hoy
CINE
Así son las cosas en el rodaje autóctono: un pelilargo recibe con simpatía total y dice: Hola, soy el que pega los cartelitos, en referencia a la letra impresa sobre la hoja canson que indica dónde están los baños. Esta es la superproducción modelo Argentina 2006, la comprobación de por qué es tan difícil filmar al superhéroe (y de por qué nadie lo intentó hasta Zenitram). Todavía el vuelo –amén de la intervención digital– se basa en la suspensión delante de fondo azul, como cuando el primer Superman hacía fantasear con dejar de ser terreno. Aquí, en el inmenso salón de la planta transmisora de Radio Nacional, se puede hablarle a cualquiera, aunque no se presente ninguno de los mitos asociados a la cobertura de rodajes (ni la confesión inesperada de una estrella, ni el algo puede fallar, ni el ademán histriónico de la primera figura pescado in fraganti por estar en el lugar).
La filmación de Zenitram se parece a otras: la fragmentación de la toma hasta hacer parecer a todo el proceso una sesión fotográfica. ¡No se ve a la gente actuar! O al menos no en este momento en que el estatismo y la repetición decepcionan al que esperaría una aventura de extramuros, la irrupción en un mundo aparte alejado de las reglas de la funcionalidad, de los ámbitos grises de lo cotidiano. Los rodajes confrontan más con el fin de la mística de la ficción que con el ingreso a la usina creativa. Lo que se ve es el imperio de la técnica digital, sin la puesta en riesgo que implicaría un superhéroe agarrado por una grúa. La posibilidad de fallar habrá que dejársela al último James Bond, que –dicen– terminó bien magullado. Porque en este lugar, el superhéroe autóctono luce un corte sobre la ceja izquierda que costó 45 minutos de maquillaje, pero ni un raspón. Tan austero como aséptico, tan intervenido digitalmente como económico (en comparación con sus pares del Norte), el Zenitram de este rodaje invita a ver cuerpos quietos y ánimos templados, también el porte más gracioso que sensual. Nadie había prometido lo contrario, de esto se trata: todo es lo que parece.
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