Martes, 12 de diciembre de 2006 | Hoy
LITERATURA › OPINION
Por Elsa Drucaroff *
Llegó en compañía de Alejandra y se fue antes de que terminara la clase; me había avisado en privado, haciéndome reír con su humor negro: “Yo soy así, ¿viste? Tengo rayos a esa hora”. Se fue y todo burbujeaba. Había conversado con nosotros casi tres horas y circulaba algo distinto en el aire, que nombré para mí como “alegría”. Si casi siempre las experiencias de la carrera de Letras dejan en los estudiantes un gesto solemne (ceños fruncidos; giros verbales como “habría que ver en qué sentido se afirma que...”; rostros tan serios), Rafael Pinedo se había ido del aula y dejaba sonrisas, conversaciones insólitas para ese mundo: muchos confesaban que escribían, algunos comparaban experiencias sobre talleres literarios o revisaban sus prejuicios, otros comentaban frases de Rafael sobre la gestación de Plop y los caminos de la imaginación, se atrevían a compararlos con sus propios caminos. En una facultad donde lo único que existe es la lectura, habíamos trabajado lecturas de Plop la clase anterior. Cosa rara entre estudiantes híper críticos: la conmoción por la novela fue masiva. Pero ahora que había estado ahí el autor (con su cuerpo, sus chistes, su voz, la experiencia vital y cotidiana de escribir, el oficio, la corrección, los talleres y lo que le aportaron, el rol del editor a veces fundamental, su gratitud por el suyo, Marcelo Cohen) la escritura pasaba a primer plano. Y la charla, que había empezado con preguntas donde los estudiantes se apoyaban en la teoría, se había ido deslizando en las respuestas hacia la producción, desde el producto texto (ese fetiche necesario, decía Adorno) a esa experiencia de vida y movimiento constante, alta exposición y alto riesgo: escribir y publicar. Rafa salió de esa aula y lo que quedó fue alegría: la alegría de saber que la literatura no es un museo amarillento que se observa con el ceño fruncido. Ahora se fue de mucho más que un aula y otra vez deja alegría: chisporrotea su vida en cada uno de los que tuvimos la experiencia implacable de leerlo, en cada uno de los que la va a tener.
* Escritora, crítica y docente.
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