Domingo, 4 de febrero de 2007 | Hoy
LITERATURA
–Después de su primera novela, Las edades de Lulú, que ganó el premio de La Sonrisa Vertical, no se presentó a ninguno de los grandes premios y desoye los cantos de sirena de las grandes editoriales...
–Soy un perro verde. Presenté mi primera novela a un premio y sigo pensando que los premios son el camino más elegante, más objetivo y que causa menos sufrimiento para dar a conocer una primera novela. El problema está en que hay premios y premios. En este país hay algunos grandes premios que en realidad son operaciones comerciales encubiertas. Los editores dicen que ellos se limitan a invitar a algunos escritores a participar y que los buenos se imponen sobre los demás, pero es absolutamente improbable que una primera novela gane uno de estos premios. En cambio, hay otros medianos y pequeños, promovidos por instituciones o fundaciones, que son limpios. Es verdad que las editoriales rebajan cada vez más su exigencia, es verdad que a los escritores jóvenes les resulta muy difícil madurar, porque caen en la tentación perpetua de escribir por encargo. Pero a veces se olvida una cosa fundamental, que los lectores son la libertad del escritor. Como tengo la suerte de que mis lectores me dan de comer, yo escribo los libros que quiero escribir. Y además me siento comprometida con mis lectores. Con un libro normal gano lo mismo que con un premio grande. Si me presentara a un premio grande, podría pedir más dinero y me lo darían, pero yo siento que si lo hiciera, en cierta manera se quebraría algo entre mis lectores y yo. Joaquín Sabina dice que él y yo tenemos el mejor público de España, y eso es una gran responsabilidad.
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