Sáb 01.10.2005
espectaculos

LITERATURA

TEXTUAL

La ciudad que se llamaba The Big Easy cambió –para no utilizar un término tan dramático como “murió”, aunque para el caso la metáfora no está lejos de la genuina realidad–. Desistió en su decadencia lánguida y asumida y fértil. Dejó de lado su desorden estimulante y creativo para integrarse al circuito comercial estadounidense, para convertirse en la anfitriona del turista y del profesional en sus congresos anuales. Entre los que ocupaban los bares y boliches de música, empezó a ser más difícil encontrar al amante de jazz que al consumidor de “música étnica” o de “música negra”. La ciudad misma había perdido la ebullición, aquel movimiento constante y fluido. Ahora estaba limpia, ordenada, y estéril.
Frente al río, con la catedral y el cabildo en la mira, la cervecería JAX fue transformada en un shopping, y los ladrillos que guardaban las historias de generaciones en su musgo fueron reemplazados por nuevos bloques de un material tecnológicamente mejorado, con una brillosa capa antibacterial y antihumedeciente. La refacción dejó al viejo y querido edificio sin memoria y sin vida. Lo borró.
El antiguo barco del río, el Cotton Blossoom, fue transformado en un casino flotante. En general, se le dio una mano aplastante de yeso y de pintura a todo lo antiguo. El Barrio Francés se parecía más a un set de Hollywood que imitaba a Nueva Orleans, que al sitio que era, un lugar que atravesaba el siglo XX sin rescindir las marcas de su pasado. Fue un estiramiento de cara, un nip-and-tuck, y así se hizo agradable al turista de Ohio. Pero mientras tanto, todas esas voces que antes hablaban desde las fachadas marcadas, manchadas, arañadas, humedecidas, y carcomidas por el tiempo y las tormentas, todas fueron calladas. La ciudad, casi al instante, fue adiestrada en otra lengua, en otra retórica, una bien ordenada y apuntalada, “pintoresca” sólo en cuanto el gusto del consumidor lo permitiera, sólo en esos términos y para esos fines. Y entonces la ciudad hermosamente insana y exuberantemente creativa en la que me había criado, desapareció.

* Crónica inédita.

Nota madre

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