Hace veinte años, allá por los lejanos ’80, llegó a la Sala Leopoldo Lugones, a través del Goethe-Institut, un film-río llamado Heimat, pensado para su difusión por la televisión europea pero concebido por su director, Edgar Reitz, como una gran novela cinematográfica sobre la Alemania del siglo XX. Cuenta la leyenda que en los muchos días y noches que llevó su exhibición completa surgieron allí en la Lugones, entre los espectadores consecuentes, amistades inquebrantables y amores imposibles. Esa pequeña familia provisional volvió una década después, fielmente, a la Lugones cuando Reitz continuó su saga con la segunda parte de Heimat. Y muy probablemente esos veteranos se reencuentren hoy en el Hoyts 12 para ver la primera parte de Heimat 3 (345 minutos a partir de las 14.30) que tendrá su continuación mañana con un maratón equivalente de otras seis horas.

Aunque nunca tuvo la prensa de Wenders, Herzog o Fassbinder, Edgar Reitz integró –desde la primera hora– ese movimiento que alguna vez se llamó Nuevo Cine Alemán. Pero pasó mucho tiempo desde entonces y ya hay, por fin, después de un largo páramo, toda una generación de recambio, de la cual el Bafici ha venido dando cuenta en todas sus ediciones. Para aquellos que no quieran ver Heimat 3 sin haber visto las anteriores (¿es posible imaginar ahora un mes entero con la saga completa? El Goethe tiene la palabra) hoy está la opción de encontrarse con Yella, el flamante opus de Christian Petzold, que viene de ganar el Oso de Plata a la mejor actriz (Nina Hoss) en la última Berlinale, en febrero pasado.

En la superficie, Yella podría confundirse con un film realista, la historia de una mujer joven (la estupenda Nina Hoss, actriz habitual de Petzold) que huye de una vida gris y de un marido golpeador para encontrar en cambio una experiencia nueva, peligrosa, fascinante como secretaria-contadora de un prestamista de alto nivel, una especie de viajante de comercio que va sacando jugosísimas tajadas de empresarios en bancarrota. Este es un primer nivel de lectura de la película, una visión crítica de Alemania que ve al país como si fuera básicamente una sociedad de especuladores y usureros. Pero por debajo de esta superficie cáustica, ya de por sí interesante, Petzold consigue que esos hoteles asépticos, esas oficinas yermas, esas autopistas geométricas donde transcurre la acción se conviertan en un espacio fronterizo, ambiguo, una atmósfera cargada de misterio y extrañamiento, que bien podrían corresponder a un film de terror.

Otra variante del neonuevo cine alemán que ofrece el Bafici es Nachmittag (en la grilla aparece como Afternoon), también presentada en la última Berlinale. Su directora es Angela Schanelec (nacida en 1962): dos años atrás estuvo en el Talent Campus organizado por la Universidad del Cine y en el Bafici presentó su estupenda película anterior, Marseille. Ahora su quinto largo está inspirado muy libremente en La gaviota, de Chejov: sus personajes principales –una madre, su hijo, sus parejas– atraviesan aquí, ahora, “tres deliciosas, terribles tardes de verano”, según apunta la propia Schanelec, actriz ella misma en el film. Con una indecible melancolía, Schanelec va dejando que sus criaturas revelen poco a poco sus sentimientos, mientras el sol y la siesta los empujan a una discreta promiscuidad familiar, un poco a la manera del cine de Lucrecia Martel, como si aquí hubiera dejado su huella La ciénaga. Esta circulación de susurros, de medias palabras, de pequeñas heridas sólo puede terminar como pedía Chejov: “El héroe se casa o se suicida, no hay otra salida”.

Yella se proyecta hoy a las 17.30 en el Atlas Santa Fe 1 y el miércoles 11 a las 23.15 en el Hoyts 12. Afternoon va el jueves 12 a las 21 en el Atlas General Paz 6, el viernes 13 a las 13 en el Hoyts 12 y el domingo 15 a las 12.45 en el Atlas Santa Fe 2.