- Luis Salinas: “Cacho Tirao fue el primer guitarrista a quien vi tocar como solista, en Monte Grande, y me alucinó: el tipo estaba ahí solo, con todas sus guitarras, frente a un teatro lleno, cambiando de una guitarra de seis cuerdas a una de diez; me maravilló. Ya había tocado con Piazzolla y era un referente fuerte como guitarrista solista, tuvo una carrera muy importante hasta que la desgracia lo marcó. A todos los que lo seguíamos nos dolió su vida, todos notamos que desde lo que pasó con su hijo su salud empezó a decaer. Y aun así debo decir que cada vez que lo vi él tuvo una actitud muy positiva, de sumar, con gran sencillez y sensibilidad. Su muerte fue como un golpe para mí; estuve con él hace sólo quince días en la puerta de Sadaic, nos pusimos a charlar y me contó que estaba muy contento con lo que estaba haciendo y por todos los proyectos que tenía por delante. Para mí fue un ejemplo de vida, más allá de lo musical. Un hombre que nos enseñó cuánto amor se puede poner en lo que se hace”.

- Juanjo Domínguez: “La muerte de Cacho Tirao es tan inesperada como lamentable. En su corta trayectoria –porque la suya fue una carrera breve, murió joven– marcó un lugar importante en la guitarra en la Argentina. El fue un solista-solista, no un guitarrista de conjuntos como era Roberto Grela, por ejemplo. Cacho subía al escenario solito, y fue importante como solista pero también colaborando con otros músicos, cuando se lo han requerido. En su trabajo con Astor Piazzolla él cumplió su rol maravillosamente. Es una pérdida importantísima. Su muerte me duele mucho, no éramos amigos íntimos, pero cada vez que nos encontrábamos era una alegría. Para Cacho todo cambió en el ’80, después de lo de su hijo. El siguió con su gitarra a cuestas, poniéndole ganas a la vida, pero era una tarea difícil después de una tragedia de tal magnitud. Un poeta dijo una vez que cuando muere un guitarrista se seca un árbol en la pampa. Y nos estamos quedando sin árboles”.