La estructura de Blue Man Group se asemeja a la de otros grupos que hoy giran por el planeta llevando diferentes espectáculos multimedia. Es decir, shows que reúnen variadas disciplinas artísticas (en este caso tienen un lugar destacado las habilidades de mimo de sus integrantes), con muchos efectos visuales, generalmente marcados por el humor, y que pueden entenderse más allá de las fronteras del lenguaje. En este caso, hoy hay diez tríos de hombres de azul con sus respectivas bandas, presentando un espectáculo similar al que se verá en la Argentina en lugares como Londres, Nueva York, Boston, Chicago, Las Vegas, Berlín o Amsterdam. La estructura de la compañía es aún mayor: hay veinte elencos preparados para actuar o hacer reemplazos en cualquier rincón del mundo, sin que el público pueda advertir que se ha cambiado de hombre azul.
Como también corresponde en estos casos, el grupo tiene un mito fundacional que indica que todo empezó desde muy, muy abajo; en este caso, pasando la gorra en el Central Park y en bares de Nueva York, allá por los ’80. En el lento progreso de la compañía apareció primero un teatro propio (el Astor Place Theatre, con capacidad para 300 personas), luego las giras por el mundo y los efectos colaterales del éxito en escena. Entre otras cosas, grabaron dos discos, uno de ellos candidatos al Grammy (la banda sonora de un show anterior, The complex, fue nominada a este premio en 1993), y pusieron sus caras azules para publicidades como la de Intel, los relojes Swatch y la gaseosa Mirinda (en este último caso, tuvieron que volverse naranjas).
Los socios fundadores de Blue Man Group son tres neoyorquinos, Chris Wink, Matt Goldman y Phil Stanton. En su página web, el grupo pone en palabras su objetivo: “Transmitir sensaciones visuales y sonoras de un modo completamente nuevo”. En esta “experiencia multimediática”, donde interviene la actuación, el mimo y la comedia, la música tiene un lugar destacado, con una banda de siete instrumentistas que se suma a los tres blue men. Además de los instrumentos convencionales, incluyen recursos más exóticos como el cimbalón (un antiguo instrumento de cuerdas húngaro) y otros de producción propia con combinaciones de caños y tubos de PVC, de distintas formas y tamaños. La atmósfera sonora general tiene que ver con la música electrónica, la percusión y, en el caso de su último show, con cierta estética estelar americana, marcada por himnos como “Born in the USA”, de Bruce Springsteen.
El espectáculo que desde hoy y hasta el 17 de junio mostrarán en la Argentina, How to be a megastar, gira alrededor de un gran tema: se propone como “una sátira aguda y divertida de las estrellas y el mundo del rock and roll”, según explican sus creadores. Prometen “un viaje interactivo” y mucha participación del público. Y aclaran, por si alguien no entiende: “El mensaje final intenta demostrar que la verdadera magia de los conciertos de rock proviene de los elementos tribales y comunitarios que son la esencia del show en vivo, y no de las megaestrellas que supuestamente los lideran”.
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