Mié 20.06.2007
espectaculos

La oficina como fuente de sátiras

› Por Roque Casciero

La versión norteamericana de The Office tuvo inicialmente críticas negativas, porque la comparación con la original de la BBC era inevitable. Sin embargo, Steve Carell y sus compañeros ya están pensando en la cuarta temporada y ya embolsaron alguno que otro Emmy y Globo de Oro. ¿Por qué esta adaptación triunfó? Básicamente, porque logró demostrar que la vida en una oficina es igual en Estados Unidos, Inglaterra, la Argentina o Japón. En ese sentido, “la oficina” es un territorio sin nacionalidad, en el que los roles se repiten aunque la fisonomía de sus integrantes varíe. Con el formato de mockumentary (burla al estilo documental), The Office le pone rostro a ese jefe tonto que cree sabérselas todas y que inevitablemente hace el ridículo, al chupamedias por vocación, al que encuentra en la broma a sus compañeros la única forma de soportar el tedio del trabajo rutinario, a la secretaria que está buena aunque no tanto, a la chica que acosa al compañero nuevo. Y entonces aparecen los romances fallidos y de los otros, los celos, los ascensos, las peleas “territoriales”, la insensatez de creer en lo importante que es –más allá de lo económico– subir un peldaño en esa minúscula sucursal de una empresita ridícula, y todas esas cosas que cualquiera que haya trabajado en una oficina podrá reconocer de primera mano. The Office se ríe de la oficina como institución, pero mira a sus habitantes con consideración, incluso a aquellos a los que dan ganas de ajusticiar por nabos y olfas.

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