A veces les tocan grupos o cantantes imposibles, ajenos a su estética original de los freaks y zombies extendidos en su cine, pero igualmente intentan poner un sello de autor en producciones para Pimpinela, Mambrú o Los Sultanes. En el caso de “Dónde están los hombres”, de los hermanos Joaquín y Lucía Galán, contribuyen a resignificar en un kitsch irónico al romanticismo ingenuo original en el dúo, aportando hipergestualidad en los cantantes mientras interpretan el tema, irrupción de turistas insólitamente acoplados al coro (saliendo desde atrás de un diario, asomando encima de un helecho en el lobby de un hotel de lujo) y una multipersonificación de los cantantes que les cambia el vestuario y el peinado en cuestión de minutos. Colores chillones, coros y ballet que toman la sede del hotel como si nadie registrara su presencia y Berta convertido en bailarina terminan de cerrar la parodia. El procedimiento es parecido en el caso de “Yo quiero bailar”, de Los Sultanes, allí donde la platea y el pogo están compuestos (en un supuesto recital del grupo cumbiero) por una legión de ancianos de un hogar geriátrico que apoyan el show con entusiasmo, personificando al espectador promedio. Viejos y lisiados fervorosos, prologados por una escena policial que incluye el asesinato y la vuelta a la vida de Berta, ayudan, otra vez, a incrementar la comedia en estas bandas.
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