El movimiento inverso al desembarco japonés es el continuo flujo de megaestrellas a Oriente para filmar avisos de creatividad módica, casi siempre consistentes en un texto recitado con mirada a cámara o un jingle (en el caso de los cantantes) que recomienda las virtudes del café, el whisky o la gaseosa. El más reciente capturado por la publicidad japonesa es el agente Jack Bauer (Kiefer Sutherland), a quien se puede ver en el sitio www.japander.com peleando contra “los malos tipos” mientras se devora una barrita de cereal (Calorie Mate), con tiempo para disociarse, en una muestra de ese tipo de narraciones absurdas ideadas por los japoneses, que también incluye un segundo spot de Bauer escapando de una bomba en el subte, también masticando la golosina. Todas las películas de Japander duran 30 segundos y demuestran la razón por la cual las estrellas tienden a ocultar esas participaciones millonarias: son, en su mayoría, francamente impresentables.

El paneo por los avisos registrados en Japander demuestra que los creativos no andan con vueltas: Mariah Carey canta el jingle que promociona abiertamente a Nescafé, directo al grano, sin eufemismos, como también se relacionan con la venta Sean Connery, Mel Gibson y la propia Madonna, donde la calidad del aviso siempre cede terreno al privilegio de que David Beckham recomiende explícitamente a los millones de consumidores (por los millones cobrados): “Compren esa cámara digital”. La justificación editorial de Japander es “mostrar la credibilidad que pierden estas estrellas cuando hacen cosas estúpidas sólo por dinero”, según definen sus creadores. A todos los sintetiza la actitud abúlica, resignada, de Bill Murray en Perdidos en Tokio, cuyo personaje es un actor de segunda línea contratado para vender el whisky en el cliché de las actitudes posibles: vaso en mano, brazo levantado, invitación al brindis. Purgaba su vergüenza también tomando whisky, pero en el bar del hotel.