Viernes, 24 de agosto de 2007 | Hoy
Entusiasta de esos autores que más allá de la propia personalidad crean obras y personajes que reflejan la banalidad, el patetismo o la crueldad de una época, la novelista Chantal Thomas confiesa su fascinación por los grandes libertinos, por un Giacomo Casanova o por un Marqués de Sade que supo escribir en Los infortunios de la virtud que el vicio triunfa del principio al fin y la virtud se arrastra en la humillación. No extraña que esa afirmación sea de 1785, cuando el pueblo francés se hallaba empobrecido por las guerras y la voracidad de burgueses y cortesanos. Thomas opina que históricamente se destacó lo peor del Marqués, quien aspiraba a lectores resistentes al espanto: “Me dirijo a personas capaces de entenderme, de leer sin temor al peligro” (frase tomada de un ensayo del poeta Guillaume Apollinaire). Otro preferido es Voltaire, uno de los líderes de la Ilustración, ocupado en denostar a las instituciones que se beneficiaban explotando debilidades humanas, como la Iglesia, a la que atacó en Cartas inglesas o filosóficas, ensayos que opacaron la lucidez de su novela Cándido, de 1759. Una literatura de conflictos amorosos y de sátira social que enlazaba con la anterior Manon Lescaut, del Abate Prévost, las piezas teatrales de Pierre de Marivaux (quien introdujo a criados en el papel de confidentes), y la novela de intriga social Las amistades peligrosas (publicada en 1782), de Pierre Choderlos de Laclos, otro autor desconcertante y muy admirado por Thomas.
En todos ellos se descubren caminos de libertad (o libertinaje, según se mire), diferentes y necesarios para quien investiga sobre la práctica de la hipocresía, sea la de estos tiempos o la de sociedades aristocráticas como las del siglo XVIII francés, materia de estudio de Thomas. La importancia que esta autora les otorga a los salones literarios de entonces se condice con el gusto por indagar en las irreverencias y las hipocresías y en las sorpresas que deparan las tertulias, conservando cierta distancia. Thomas describe y prefiere no abrir juicio. Igual criterio utiliza en Incrustaciones, escrita para Alfredo Arias y Marilú Marini, originalmente leída en el Théâtre du Rond Point.
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