CINE › OPINION
› Por Lucio Mafud *
Un film anónimo. Si los cineastas de la llamada “generación del ’60” (Antín, Kuhn, Kohon) planteaban la idea de un “cine de autor” como expresión individual del artista, el cine militante de finales de esa década (y principios de la siguiente) trató de borrar cualquier marca de enunciación individual y fundirse en un discurso colectivo. O bien optaban por la firma grupal (Grupo Cine Liberación, Grupo Cine de la Base) o bien –como en el caso de Ya es tiempo de violencia– se borraba cualquier tipo de marca autoral. Se trataba, por un lado, de proteger a los militantes de la represión estatal, pero también –y sobre todo– de hacer coincidir la voz de los realizadores con la “voz del pueblo”.
Un film de contrainformación. En la película de Enrique Juárez, esa “voz del pueblo” está articulada en una multiplicidad de voces en off (la de un narrador impersonal y la de un anónimo militante peronista, entre otras), que reaccionan coralmente contra la censura impuesta por el discurso hegemónico. El film está construido casi íntegramente con imágenes tomadas de los medios de comunicación, resignificándolas a partir de dos procedimientos complementarios. Por un lado el montaje contrapone el discurso oficial con una realidad que lo contradice (un funcionario de la dictadura de Onganía dice “todo está bajo control” mientras las imágenes muestran la rebelión popular del Cordobazo). Por otro lado las voces en off imponen el “verdadero” sentido sobre imágenes producidas por los medios controlados por el poder. Se trata, en definitiva, de producir un contradiscurso a partir de las armas expropiadas al enemigo.
Un film de agitación. Pero no se trata meramente de “mostrar” una realidad problemática, sino de contribuir a transformarla. Desde el título, la película se propone como un llamado a la acción. La urgencia del adverbio se refleja en una apelación constante de la voz en off hacia el espectador (“usted”, “vos”) para que éste abandone su rol pasivo y se transforme en un actor político. Espectador y autor abandonan sus roles tradicionales para anudarse en una nueva configuración signada por la acción política violenta (violencia que se entiende como respuesta a una violencia anterior impuesta por el poder). Es así como puede entenderse la última imagen del film: la imagen detenida de una persona lanzando una piedra hacia ese “fuera de campo” que es la realidad.
* Periodista, docente e investigador cinematográfico.
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