Lunes, 27 de agosto de 2007 | Hoy
¿Qué diferencias destacaría en el abordaje de M respecto de otras películas sobre temáticas similares?
–Eso deberán decirlo los críticos y los espectadores. Yo era muy consciente tanto del género como es el documental subjetivo como de otras películas que se han hecho sobre la cuestión, incluso las películas previas de algunos hijos de desaparecidos. Precisamente, lo que intenté en M fue dar una vuelta de tuerca; es decir, tratar de hacer algo que no hubiera sido hecho antes del mismo modo sobre el mismo tema. En general, lo que he visto en esas películas es que, por ejemplo, aparece mucho la voz y no tanto el cuerpo o el cuerpo aparece desdoblado. En este caso, conscientemente quise hacer lo contrario: poner el cuerpo en primer plano porque me parece importante ya que es un cuerpo que busca otro cuerpo. En ese sentido, tiene un valor enorme. Pero, a la vez, como decía antes, prescindir del recurso de la voz en off para que en todo caso el espectador saque sus propias conclusiones que, incluso, pueden ser muy diferentes de las mías.
–Hubo una discusión cuando se comparó su película con Los rubios de Albertina Carri. ¿Esa polémica está saldada?
–En realidad, en su momento no llegó a ser una polémica. Simplemente fue un intercambio de declaraciones. Yo creo que las películas obviamente dialogan, discuten pero finalmente son hermanas. Más allá de algunas diferencias de concepción o llámele como quiera, tienen un enemigo en común que es justamente esa visión fosilizada de la historia. Entonces, habría que matizar esto. Por supuesto, esto quedará un poco para que sea visto o leído por los críticos o por los espectadores que, tal vez, puedan establecer ese diálogo mucho mejor que los propios directores.
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