La ficha
Aunque Marta Minujín estudió dibujo, pintura y escultura en la Escuela Nacional de Bellas Artes, pronto abandonó las aulas para transitar el camino de la experimentación. Un día, mientras pintaba un cuadro para el que necesitaba mucha carga matérica, decidió pegar sobre la tela un trozo de colchón de su cama. Estas obras con colchones se expusieron en la galería Lirolay, donde la descubrieron los críticos Germaine Derbecq y Jorge Romero Brest. En 1961 viajó becada a París, donde se vinculó con artistas del Nouveau Realisme, informalistas y de otras orientaciones, y comenzó a realizar sus estructuras habitables cubiertas de colchones. Dos años después, a los 21 años, hizo su primer happening: La destrucción. El aquelarre de motociclistas, musculosos, mujeres gordas, parejas de novios atadas, pollos, pechugas y harina que se llamó Suceso plástico (1965) generó tal escándalo que Minujín no pudo volver a ingresar a Uruguay por varios años. Con Revuélquese y viva, una construcción habitable cubierta de colchones multicolores, ganó el Premio Nacional del Instituto Di Tella. La obra que la hizo famosa en la década del ‘60 fue La Menesunda, una ambientación transitable que proponía al espectador experimentar una variedad de sensaciones a lo largo de un recorrido de 16 zonas. Gracias a la Beca Guggenheim se trasladó a Nueva York y entró en contacto con la vanguardia estadounidense. Su obra de entonces se volcó hacia los medios de comunicación: Simultaneidad en Simultaneidad, Circuit o Minuphone, a cuyo estreno, en 1967, asistió con un poncho tehuelche. Hacia mediados de la década del ‘70 inició la etapa de “arte agrícola de acción”, obras de carácter ecológico en las que combinaba el arte con la naturaleza (Repollos, Toronjas y Oranges), y con El Obelisco de pan dulce inauguró sus monumentales obras consumibles. Siempre explorando, se animó a deconstruir mitos, con El Obelisco acostado y Carlos Gardel de fuego. La obra que más satisfacciones le deparó fue el grandioso Partenón de libros (1983), una réplica del Partenón de Atenas recubierta con libros prohibidos durante la dictadura militar. Ligada al movimiento hippie y a la psicodelia, la “Reina del Pop” tiene más de cincuenta esculturas esparcidas por las grandes capitales del mundo. Eduardo Díaz Hermelo señala que, si se sigue la trayectoria de Marta, “vemos que su argentinidad va unida a su universalidad. Esta dualidad integrada es lo que le da grandeza”.
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