MUSICA › OPINION
› Por Eduardo Fabregat
Lo ocurrido el viernes en las instalaciones del Club Ciudad no debería quedar sepultado en la vorágine informativa ni quedar como una anécdota más del generoso libro rockero de las pampas. En la primera fecha del Personal Fest, una discusión entre dos personas terminó con un herido de arma blanca que debió ser intervenido en el Hospital Fernández, y otro con un corte menor. El hecho, además, provocó una estampida general que hizo huir a la mitad de la gente y no dejó consecuencias mayores sólo por milagro: en la tarde del sábado, en los blogs de Internet comenzaron a multiplicarse los relatos de quienes estuvieron allí, caracterizados por la indignación y la sensación de terror vivida, y con constantes referencias a una tragedia reciente. “Cuando vi a toda esa gente que se me venía encima, corriendo desesperada y sin mirar a quién se llevaba por delante, entendí como nunca lo que sintieron los pibes de Cromañón”, decía uno de esos relatos.
Esas crónicas “alternativas” fueron necesarias. Desde que se conoció el incidente, hubo una sutil pero inocultable presión de la empresa organizadora y la firma auspiciante para minimizar el hecho, con llamados a los periodistas que cubrieron el evento para tantear el terreno y ver qué se iba a publicar. El comunicado oficial apenas señaló que “se produjo un incidente entre un grupo reducido de personas”, que la situación había sido “rápidamente controlada”, que “una persona fue trasladada al Hospital Rivadavia, se encuentra bien y en observación de rutina” y que el show de Snoop Dogg se había desarrollado “con normalidad ante más de 25 mil personas”. Los sitios web y canales televisivos de noticias, habitualmente atentos a cualquier incidente para alimentar el “Ultimo momento”, mantuvieron un llamativo silencio durante todo el sábado. Por la noche, en el programa La viola (TN) en vivo desde el Club Ciudad, Bebe Contepomi se limitó a comentar que el viernes “pasaron muchas bandas, pasaron muchas cosas”. En el sitio del festival desaparecían misteriosamente los irritados comentarios de los asistentes, que protestaban no sólo por lo sucedido sino también por las demoras y los cambios de horarios y escenario sin aviso. Y los blogs empezaban a sumar insultos contra la prensa por lo que consideraban una operación de ocultamiento.
A casi tres años del incendio en Cromañón, no está de más recordar a dónde nos llevó la estrategia del disimulo, el hacer como que no pasaba nada mientras algunos shows de rock se convertían en una bomba de tiempo. El patrocinio de los conciertos, la identificación de un festival con una marca antes que con la oferta artística (fenómeno que se comprueba cuando se ponen a la venta entradas para un festival bien auspiciado sin que se conozcan todavía los artistas participantes), no puede llevar a que el marketing y la preservación de la imagen de una marca comercial estén sobre las cuestiones de seguridad. Quien crea que estas líneas son una exageración puede leer por sí mismo (en sitios como anaufragar.blogspot.com, josefinastown.blogspot.com y esteeselblogdedanielloque.blogspot.com) las sensaciones de las chicas y los pibes que vivieron momentos de puro terror, volvieron a sentirse desamparados, ninguneados en nombre de una “normalidad” que no fue tal. En el blog de este cronista, un joven llamado Claudio dio también su opinión: “Si Chabán hubiera sido dueño de un multimedio, ¿se hubiera comido dos años de prisión?”, exageró. ¿Exageró?
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