Desde Cosquín

Desde la Próspero Molina, las cosas se ven muy distintas a como se ven desde la tele, en esas eternas transmisiones de verano que vuelven casi todo soporífero, estático y deslucido, como un continuo musical de la RAI, pero sin las italianas pulposas ni los papelitos plateados al aire. Desde la Próspero Molina, por ejemplo, es posible advertir cuál es el aplauso ganado en buena ley, el patoteado por la arenga festivalera (a ver esas palmas, vamos todos), y hasta el impuesto desde los micrófonos cuando los conductores anuncian, sin que se entienda muy bien por qué, “aquí está el aplauso del público que los consagró” (¿alguien estará tratando de dirigir algún Premio Consagración?). Desde la Próspero Molina dan ganas de aplaudir y también de llorar o de echarse un rato a dormir, según las noches.

La del miércoles pasado, por ejemplo, fue una de esas noches donde dan ganas de quedarse de principio al fin, bien despiertos, atentos a una programación que guardó coherencia entre sus propuestas, casi todas disfrutables. Arrancó Teresa Parodi, se ganó el aplauso cerrado y un largo pedido de bis que no fue respondido. “Ya se fue”, explicó el conductor, ante la insistencia de la gente, que ya empezaba a silbar. Cuando bajó del escenario, la correntina se mostró enojadísima: “¿Cómo no voy a hacer otro tema si me lo piden? No pude: me desenchufaron todo en el acto y dijeron que me había ido. Yo hubiese cantado sola con la guitarra si me dejaban”.

También estuvieron Jairo, que siempre parece tener todo tan impecablemente dispuesto en los festivales, y el charanguista Rolando Goldman con un formato original para hacer sonar carnavalitos de Yupanqui o de Leguizamón, acompañado por un quinteto de cuerdas. Y la venezolana Cecilia Todd con sus joropos y pasajes, y el acordeonista Raúl Barboza con sus exquisitos chamamés, polcas y rasguidos dobles, y la Orquesta Juan de Dios Filiberto, y Los Kjarkas cerrando la noche a pura fiesta boliviana. “Esta sí es una noche para escuchar”, definían algunos, y habría que preguntarse para qué están pensadas las otras noches, tratándose de un festival de música.