Lun 28.01.2008
espectaculos

LITERATURA

El calor de la letra impresa

- El ejército de ceniza (José Pablo Feinmann): “Quesada extendió su mano, buscándole el cuerpo. Tumba giró repentina, eludiéndolo. Quesada, entonces, la golpeó brutalmente en la cara. Tumba cayó sobre el camastro. Y allí quedó, mirando al teniente, con la respiración exaltada. Un hilo de sangre se deslizaba desde su boca. Tumba lo dejó hacer: algo se retorció, buscando ya con su cuerpo las manos del teniente, y algún quejido gozoso salió de su boca sangrante. Quesada le buscó esa sangre: la bebió del manantial de sus labios carnosos, excesivos, y con ella le humedeció el sexo. Después la penetró”.

- La ocasión (Juan José Saer): “La enorme verga del caballo, de un rosa azulado, lubricada por la excitación creciente, cuelga oblicua y rígida, como un palo barnizado, entre sus patas traseras y se bambolea, dura y pesada, a causa de los movimientos constantes del caballo, que, apoyándose en las patas traseras, trata de sostenerse con las delanteras en el lomo de la yegua que sigue quieta en su lugar y que únicamente sacude un poco la grupa en el momento mismo en que el caballo, después de tantear con su verga el tajo entreabierto, se dispone a penetrarla, de modo que, sin que pueda saberse si trata de colaborar con él o de esquivarlo, con cada movimiento de su grupa la yegua impide la penetración, lo que origina los bramidos nerviosos y contrariados del caballo y su pataleo desordenado y un poco torpe contra el suelo del corral”.

- Anatomía humana (Carlos Chernov): “Marta ya se había agarrado al último tercio de la enorme verga y su vaivén era cada vez más amplio. Se balanceaba con brutalidad, olvidada de sí misma, golpeándose la cara contra el pecho caliente del animal, sacudida y transpirando. Su corazón se comprimía ahogado contra la axila izquierda, no tenía lugar donde latir. Con un último envión consiguió metérsela por entero. Enloquecida de dolor en medio de su mortífero orgasmo, sintió cómo sus tejidos terminaban de desgarrarse. Antes de expirar comprendió que toda la vida había querido morir inundada por su propia sangre, cuando un pene como una lanza le atravesara el corazón. Al separarlos, observaron que la forma del hueco del miembro persistía como un canal abierto en el cuerpo de la mujer”.

- Año nuevo en Nueva York (Enrique Medina): “Se inclinó arremetiendo a los lengüetazos. El glande, la piel, esa cosa, lo que era el frenillo de la cabeza, ese frenillo que perdí una vez al desvirgar un culo, ese punto G de mi pija; ahí se acumulaba toda la calentura del universo y confieso que he vivido lo mío, sí señor, la muy guacha sabía eso y le daba duro con su lenguota-lengüita a mi pobre ex frenillo, lo que quedaba de él, exiliado del catolicismo para inscribirse en el judaísmo”.

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