Domingo, 23 de marzo de 2008 | Hoy
LITERATURA
En Sale el espectro le encuentra ventajas a la vejez...
–¿Ventajas? No, en mi libro no le saco ninguna ventaja a la vejez.
–Bueno, cuando se refiere a que las últimas grandes respuestas esperan al final.
–Ya, pero eso no es una ventaja. Es la vida. No se haga ilusiones con eso.
–¿Por qué no?
–Porque no quiero que tenga ninguna esperanza.
–Quizá no haya esperanza en esa manera de ver la vejez, pero usted le da un sentido.
–Eso sí. Pero porque no nos queda más remedio. Es el destino irrenunciable para todos nosotros, excepto para quienes no lo alcanzan. Después nos llega el hecho de la muerte. Tienes que hacerte a esa idea. A los treinta me planteaba mucho la muerte hasta que un día me dije: “¡Olvídate! ¡Preocúpate cuando tengas 75!”. Creí que nunca llegaría. Bueno... pues he llegado.
–Uno de sus personajes quería estar limpio para cuando se le presentara la muerte. Qué extraño, ¿no? Y el sexo, ¿dónde le queda el sexo a Philip Roth en la vejez, motor de su literatura?
–Bueno, para mucha gente, el sexo pierde interés, para otros es tan interesante como siempre y hay quien acepta que están fuera de juego...
–¿No se pasan los impulsos?
–No tienen por qué.
–¿Vienen más o menos? ¿En qué lugar de sus prioridades quedan ahora los impulsos sexuales? ¿Le hacen sentirse más vivo que otras cosas?
–Se van adecuando a la edad. Escribí sobre esto en El animal moribundo, en Elegía y en este libro último. Creo que queda todo claro.
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