TRES DOCUMENTALES EN LA COMPETENCIA ARGENTINA
süden, de Gastón Solnicki, sobre el compositor Mauricio Kagel; Bye Bye Life, de Enrique Piñeyro, sobre la fotógrafa Gabriela Liffschitz, y Unidad 25, de Alejo Hoijman, sobre una cárcel devenida en templo evangelista, confirman que el documental local goza de buena salud.
› Por Diego Brodersen
La Selección Oficial Argentina ya ha presentado más de la mitad de su repertorio, sumando en los últimos días tres largometrajes documentales de diversas intencionalidades, logros e intensidades, como para seguir confirmando la vitalidad y eclecticismo del documentalismo local.
süden (así, en minúscula) resultó una más que grata sorpresa, particularmente teniendo en cuenta que su tópico –la música contemporánea y el regreso a la Argentina de uno de sus máximos creadores– no permitía a priori encender expectativas demasiado entusiastas. Algunas películas vencen los preconceptos a fuerza de talento y rigor; es el caso de esta ópera prima de Gastón Solnicki, el breve registro (apenas 67 minutos) del retorno de Mauricio Kagel al país que abandonó en 1957, cuando la posibilidad de desarrollar su talento musical en Alemania lo alejó por varias décadas de su Buenos Aires natal. Kagel es uno de los compositores de música contemporánea –con un fuerte énfasis en lo electroacústico– más relevantes de la escena internacional, y su presentación en el Teatro Colón en el año 2006 se transformó en un verdadero acontecimiento cultural.
Las cámaras de Solnicki siguen al maestro en los ensayos previos a la presentación, en la cual dirigió al ensamble Süden, un grupo de músicos jóvenes con quienes no había tenido ningún tipo de contacto previo. A partir de un preciso uso de los encuadres y el montaje, el film retrata la relación que comienza a desarrollarse entre los miembros de la orquesta y su conductor. En off, Kagel desgrana algunos comentarios acerca de su arte y la imposibilidad de desarrollarse plenamente como músico de cámara en la Argentina, particularmente en el terreno de la música experimental. süden es uno de los films más estimulantes de la competencia argentina, un relato que sabe lo que quiere contar y cómo hacerlo de la mejor manera posible, y que incluso se da el lujo de no incluir ninguna imagen ni sonido del concierto (ésa, parece decir Solnicki, es otra historia).
Polémico por su temática, pero también por el tono elegido, el tercer largometraje de Enrique Piñeyro (Whisky Romeo Zulu, Fuerza Aérea Sociedad Anónima) abandona el universo de la aviación comercial argentina para centrarse en los últimos días de vida de la fotógrafa Gabriela Liffschitz. Bye Bye Life es, en realidad, una película acerca de otra película que no pudo filmarse. El proyecto original debió cancelarse por el implacable avance del cáncer que aquejaba a Liffschitz y lo que Piñeyro decidió utilizar como material de base para su narración son precisamente los entretelones de algunas pocas escenas que sí se rodaron (y que Bye Bye Life no incluye en su metraje), algunas conversaciones informales en el set durante los descansos y una cena al aire libre organizada apenas horas antes de que la fotógrafa entrara en un coma irreversible. Liffschitz explica a cámara las razones de su enorme sentido del humor durante lo que sabe son sus últimos días de vida; uno de los colaboradores de Piñeyro comenta literalmente que el director está filmando la historia de una persona que sabe que está muriendo y quiere hacerse famosa; la misma cámara se detiene una y otra vez en el rostro consumido y cansado de la mujer, notablemente activa a pesar de su estado. Bye Bye Life no es un film fácil y su entramado de diálogos y situaciones íntimas, enmarcado en una suerte de duelo de egos entre los protagonistas, es el punto de partida de una discusión posible sobre ética y estética cinematográfica; conceptos, por otro lado, indisolubles. No es ésta una historia sobre la muerte sino, sencillamente, la historia de una muerte, de la cualidad única e intransferible de ese momento irrevocable, de sus preciosos instantes previos.
El tercer documental presentado por estos días en el Festival, Unidad 25, no tiene una estructura narrativa tan marcada y personal como los otros dos films. La ópera prima de Alejo Hoijman fue rodada íntegramente dentro de las instalaciones de un penal de la provincia de Buenos Aires con una característica exclusiva: todos sus reclusos son –o están a punto de convertirse en– evangelistas. Luego de un plano-secuencia de extraordinaria factura técnica y artística, el film se dedica a seguir a uno de los presos, quien irá transitando los primeros pasos hacia la conversión mientras cuenta y escucha algunas de las historias de vida de sus colegas de encierro, en su mayoría cumpliendo condenas por crímenes graves.
En declaraciones a Página/12, el realizador admitió que se trata de un “documental de observación”, pero, lejos de la “mosca en la pared”, la metáfora que suele usarse para describir el estilo de realizadores como Frederick Wiseman, algunas de sus elecciones narrativas dejan entrever un serio problema con el punto de vista del film. Las escenas que llegaron intactas al montaje final de Unidad 25 terminan estructurando una película indecisa, que no adopta una postura clara –y, es cierto, no está mal que así sea– pero que tampoco le da al espectador los elementos necesarios para que saque sus propias conclusiones.
* süden se exhibe por última vez mañana, jueves 17, a las 17.15 en Hoyts 9.
Bye Bye Life se exhibe hoy a las 15.15 en Hoyts 9 y el viernes 18 a las 18.15 en Hoyts 9.
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