Sáb 16.04.2005
futuro

Novedades en ciencia

LA TEXTURA DE UNA MOLECULA

NewScientist

Los biólogos no podían pedir más: pasan los años y lo hasta ahora inalcanzable a la vista va perdiendo su cuota de “inobservabilidad”. Gracias a los microscopios electrónicos de última generación, por ejemplo, ya se pueden ver literalmente hebras de ADN y otros componentes de la célula. Pero con este último avance científico, los científicos van a quedar más que extasiados: investigadores del Scripps Research Institute (Estados Unidos) acaban de describir un nuevo método para interactuar y tocar con las manos proteínas y moléculas pequeñísimas.
La tecnología que permite esta experiencia –según comentaron los especialistas– “maravillosa” se llama “Tangible Interfaces for Structural Molecular Biology” (o Interfaces tangibles para biología molecular estructural) y combina ultrasofisticadas impresoras tridimensionales para imprimir objetos sólidos compuestos por miles de capas (y así construir modelos de ADN, proteínas y moléculas biológicas) con programas de cámaras de video que permiten crear un ambiente artificial, accesible mediante una computadora.
“Una persona puede manipular un modelo molecular que aparece en tiempo real en la pantalla de una PC, puede girarlo y apretarlo y un software especialmente diseñado le permite a la computadora sobreimponer en la imagen información científica sobre la molécula exhibida”, explicó el biólogo Art Olson del instituto estadounidense.
El método tiene fines educacionales y académicos. Puede, por ejemplo, demostrar cómo los virus se adosan a ciertas moléculas, o cómo estos conjuntos de átomos ligados por enlaces covalentes vibran alocadamente; incluso sobre la palma de la mano.

HISTORIA DE UN SOBREVIVIENTE

SCIENTIFIC AMERICAN

Es chiquito, traslúcido y, peor aún, viejo; muy viejo. Sin embargo, no tiene ningún complejo de inferioridad. Todo lo contrario: recibe diariamente los halagos de los científicos que ya lo elevaron a las cumbres del “objeto más viejo del mundo”. Con 4400 millones de años a cuestas y un diámetro similar al del espesor de dos cabellos humanos, este cristal de zircón (del persa “sarkun”, dorado) fue encontrado en Australia en 2001 y desde entonces se las pasa dando vueltas por el mundo llevado de exhibición en exhibición y escoltado por los equipos más duros de seguridad.
Desde su hallazgo, no para de ser analizado. El geofísico John Valley de la Universidad de Madison, Wisconsin (Estados Unidos), por ejemplo, determinó que el cristal únicamente pudo haberse formado en un ambiente de temperatura moderada, lo que indica que el clima en la Tierra en sus primeros momentos de existencia (nuestro planeta tiene algo así como 4500 millones de años) no era tan caliente como hasta ahora se pensaba; lo que ayudaría a entender la formación de océanos, continentes y posteriormente, la aparición de la vida. Valley, además, concluyó que 200 millones de años después de haberse cristalizado el objeto, el planeta se enfrió a alrededor de 100ºC.
Que el objeto sea viejo no quita que el resto de este tipo de cristales sea fascinante. Así, por ejemplo, se puede hallar zircón en casi cualquier parte del manto terrestre, en rocas ígneas y en sedimentarias. Desde el desarrollo de los métodos de análisis radiométricos, se descubrió también que estos cristales contienen altas cantidades de uranio y torio, así como una extraordinaria capacidad para sobrevivir duros procesos geológicos como los de erosión y transporte de materiales, y simplemente permanecer mientras todo lo demás se desvanece.

 

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