OPINIóN: PROGRESO Y SALUD EN EL SIGLO XXI
Por Pedro de Sarasqueta*
Carlos Marx escribió en varios de sus libros “...los hombres sólo se proponen en la historia social los problemas que pueden resolver..”. Se equivocó, probablemente perdido en el laberinto que impone al pensamiento la pulsión de los juicios abstractos deterministas.
Es suficiente mirar un poco la historia reciente para comprobar que por el contrario, la sociedad capitalista y su hegemonía mundial está creando todos los días problemas insolubles. Hiroshima, la terrible devastación del medio ambiente y la falta de acciones preventivas de los que más lo dañan (Estados Unidos) y la riqueza opulenta del norte y la pobreza creciente del sur del mundo.
La imagen que mejor describe esta situación, donde es la crítica romántica y sarcástica de Henry David Thoreau a los progresos técnicos del siglo XIX: “ No son sino medios mejorados al servicio de un fin sin mejorar”.
Henry Melville también identificó una profunda raíz psíquica y perversa de la perspectiva loca de la acción del poder, cuando Ahab, el capitán de Moby Dick, técnicamente competente conductor del Pequod pero moralmente incapacitado, siente esa asombrosa intuición psíquica de su conducción patológica: “Ahora, en su fuero interno, Ahab tuvo una ficción fugaz de esto, a saber, todos mis medios son sensatos, mi motivo y mi objetivo son locos”.
El personaje reconoce que si los fines son irracionales, retorcidos y amorales la utilización presuntamente virtuosa de los medios no solo es arriesgada, sino que somete a todos los que dependen de su acción a una injusticia inmanente, antihumana e irresoluble. El personaje finalmente muere en las profundidades del mar, arrastrado por la ballena blanca de su locura y perdición final, pero antes ha hecho todo el mal en el sufrimiento, el dolor y la muerte de sus subordinados.
El sistema dominante ha inventado en el poder de sus intelectuales y sus gerentes un presunto nuevo paradigma en el cinismo de la llamada posmodernidad. La miseria intelectual de este pensamiento decadente y depresivo, al negar un posible valor con inclusión de todos los hombres, toma el mismo punto de partida de Thoreau en su crítica romántica del progreso y la tecnología, para subvertirlo en un magma de ideas. Posindustrialismo, poscomunismo, ciberespacio, libertad de los mercados, posibilismo, dan cuenta de una realidad escatológica (el último hombre como significante del triunfo final del mercado); productividad por la producción en sí, y otras figuras son sólo sombras patéticas de la impotencia de crear un mundo real y solidario que han llevado a miles de millones de oprimidos a la desesperanza, la tristeza, la violencia y la anomia.
Los fines actuales del poder mundial son crecientemente no éticos, no solidarios y destructivos de la vida y la creatividad potencial de la mayoría de los humanos. El escenario de esta guerra constante es el de la posmodernidad cínica y estúpidamente pragmática que discute lo irrelevante, porque niega la sustancia plena del hombre social que es el valor ético trascendente y no relativo. Todas las instituciones o sistemas de organización están en crisis continua, y las crisis se agravan cuando el balance de los valores de inclusión, participación, solidaridad, justicia, transparencia y equidad se hace cada vez más negativo porque hay más reclamos irresueltos que se expresan en el sufrimiento o la enfermedad social de la incomunicación.
Las exacerbaciones de las crisis son aquellas en las que los que se sienten excluidos, maltratados, sin recompensa perciben que un nuevo valor beneficioso es posible ya que los reclamos y las luchas, se unen a otros reclamos sociales más amplios.
El poder tiene solo dos alternativas. O intenta ampliar su conciencia del valor buscando, como el personaje de Melville, una nueva lucidez que le permita integrar a los otros, o el poder, por su imposibilidad de cambio se aleja en forma creciente del valor social deseado y opera a través del intento de fragmentación de los que reclaman, creando un micro-poder para actuar en una realidad cada vez más inmanejable.
Si no se logra un nuevo proceso de integración, el poder, los que reclaman y la organización, tengan un colapso rápido o lento pero definitivo ya que la ruptura terminante de un valor deseado solo puede ser superada por una nueva instancia fundadora consensuada. Gran parte de las instituciones de nuestro Estado argentino persisten en largas decadencias a la espera de una nueva propuesta social, y otras aún con elementos virtuosos, están en el riesgo cierto de iniciar el camino del abismo.
La cháchara posmoderna es el instrumento central de la ideología porque al hacer todo relativo, transforma la conducción de la vida social y su desarrollo, en un pragmatismo vacío de humanidad.
No puedo en este punto seguir más que con un salto hacia la lucidez de la proposición XLII de Baruch Spinoza en su “Etica demostrada según el orden geométrico”: “La felicidad no es un premio que se otorga a la virtud, sino la virtud misma, y no gozamos de ella porque reprimamos nuestras concupiscencias, sino que al contrario, podemos reprimir nuestras concupiscencias porque gozamos de ella”. Final preparado por las proposiciones XLI: “Aunque no supiésemos que nuestra alma es eterna, consideraríamos como primordiales, sin embargo, la moralidad y la religión y, en términos absolutos, todo lo que hemos mostrado referido a la firmeza y la generosidad”; XXVI: “Nada de lo que el alma entiende desde la perspectiva de la eternidad, lo entiende en virtud de que conciba la presente y actual existencia del cuerpo, sino que concibe la esencia del cuerpo desde la perspectiva de la eternidad”.
*Pedro de Sarasqueta es jefe del Servicio de Neonatología del Hospital de Pediatría “Prof. J.P. Garrahan”.
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