BIOTECNOLOGíA: LA CLONACIóN Y SU HORIZONTE
Doctor Clon. Nombre y espíritu de superhéroe. Hace catorce meses, el científico coreano Woo Suk Hwang alejó un poco más a la ciencia de la ficción al anunciar que había clonado el primer embrión humano. Y como buen paladín de la ciencia, persistió hasta dar un paso adelante: células madre (o sea, células que pueden regenerar cualquier tejido) copiadas “a medida” de quien las solicite (por ahora enfermos crónicos que necesitan regenerar órganos dañados).
El mismo día en que la investigación a cargo de Hwang se publicaba en la revista norteamericana Science, al otro lado del mundo, en la Universidad de Newcastle, se utilizaba la primera licencia inglesa para clonar seres humanos. Y en la más austera ciudad argentina de San Nicolás se implantaban células madre en un cerebro. Corea, Inglaterra, Argentina: tres de los no pocos países en integrar el científicamente atractivo “grupo del clon”.
Los fines pueden ser dos: por un lado, está la clonación terapéutica y, por el otro, más polémico y espinoso, el de la clonación reproductiva. Cuando hace cuatro años, Inglaterra se convirtió en el primer país en autorizar la clonación menos “comprometida” –sólo para terapias– la oveja Dolly y Ian Wilmut, su creador, ya eran considerados próceres. Y nadie se hubiera atrevido a desmerecerlos; el camino que ambos habían iniciado prometía no tener fin, excepto por los augurios de Blade Runner y Terminator –entre otras ¿fantasías? cinematográficas– y por los delirios de Raël, aquel filonazi y mediático fundador de una secta que por ese entonces, desde el sitio www.clonaid.com, aseguraba haber clonado por primera vez en la historia cinco bebés, mantenido contactos con extraterrestres y ser el elegido para representar a la humanidad en la “batalla final”.
Pero, como tantas veces, por ahora las fantasías apocalípticas están lejos de cumplirse. En el sistema coreano se extrae el núcleo de una célula –por lo general, de la piel– de la persona a clonar y se la inyecta en un óvulo sin núcleo. Ese embrión es una “célula madre”, esto es, una célula indiferenciada que al desarrollarse puede formar absolutamente cualquier tejido; pero en este caso, la célula madre, puesto que se le ha injertado un núcleo de la persona a recibirla, tiene exactamente el mismo código genético y, por lo tanto, el tejido que desarrolle (hígados, páncreas y hasta cerebros) no producirá, al ser reimplantado, rechazo alguno. Es como si el paciente se hiciera una autodonación.
Eso en cuanto a terapias. ¿Pero qué hay de la clonación in toto? En enero de 2001, una edición especial sobre tecnología biológica de la revista estadounidense Wired publicó el testimonio de un científico que, desde el anonimato y sin sonrojarse, disparó: “No hay nada más simple para la ciencia hoy en día que clonar a un ser humano”.
Tan simple no parece ser. Hasta ahora nadie –con más de dos dedos de frente– salió a confesar que había clonado a uno de la especie. Los avances en el campo –como el de Woo Suk Hwang– no parecen acercar demasiado la clonación de personas, que todavía está ubicada en un futuro, tal vez no lejano, pero ciertamente no inmediato. Y desde ya, según parece, es algo absoluta y tecnológicamente probable, como el desembarco en Marte o la recepción de señales extraterrestres.
No se trata, entonces, de impedir la clonación o protestar en vacío contra ella, sino de conocer métodos y señalar responsabilidades, de proponer objetivos y no extenderlos sin cuidado. Desde programas de televisión que invitan a operarse ante cámaras para que el cuerpo permanezca siempre joven, se piensa al adelanto científico como fuente redituable de rating y audiencia. En realidad, el asunto va más allá del olvido de lo efímero. Hasta que alguien consiga “fotocopiar” a una persona, la clonación como tema permanecerá en las aras de la imaginación y en los horizontes de los miedos reaccionarios, como alguna vez ocurrió –aunque ahora parezca ridículo– con la fecundación in vitro, las transfusiones sanguíneas, los transplantes de órganos o los viajes espaciales; cosas, ahora, de todos los días.
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