Sáb 16.07.2005
futuro

¿YA NACIó EL PRóXIMO EINSTEIN?

E2

› Por Federico Kukso

Pese a sus abusivos giros melodramáticos y la omnipresente propaganda pronorteamericana (las bondades del american way of life, la honradez de hacer lo políticamente correcto, Estados Unidos como ombligo y rector disciplinario del mundo, la obturación ante la cultura alternativa), la serie “Jack & Bobby” (Warner Chanel, miércoles 22 hs.) explota una premisa argumental intrigantemente llamativa: el difícil proceso de adaptación de dos hermanos (el mayor, Jack, de 16 años, y Bobby, de 13). Hasta ahí podría pasar por cualquier otra serie; sin embargo, lo peculiar es que el personaje de Bobby en el año 2049 será el presidente de Estados Unidos. Conocido ese dato, la trama avanza a partir del contrapunto temporal y la atenta atención a la infancia del futuro mandatario.

Pero es interesante la absoluta factibilidad del asunto. Ahora, justo en este momento, el próximo presidente norteamericano, argentino y/o uruguayo (del 2020 o 2050) está vivo y haciendo de las suyas, protegido por la mundanidad del anonimato. Lo mismo debe estar ocurriendo con la próxima estrella del tenis, con el astro futbolístico del Mundial 2014, con el actor top de 2020 o con el premio Nobel de acá a unas cuantas décadas. Ahí es donde esta suposición se vuelve interesante: en la calle, en el subte, sentado en la butaca contigua del cine, podría estar el próximo Albert Einstein, sin que nadie lo sepa o lo imagine.

En Estados Unidos, la cuestión ya fue pensada y repensada varias veces y muchos concluyeron en que la próxima celebridad de la física –al menos entendida en el encuadre einsteniano– no saldría de la tierra del apple pie y del fútbol norteamericano. Los argumentos de los “contras” son claros: la paranoia efervescente del país del norte y el estricto sistema de otorgamiento de visas harían prácticamente imposible, por ejemplo, que se abriesen las fronteras a un inmigrante como Einstein, que se mudó a Estados Unidos en 1933 y se hizo ciudadano en 1940.

Pero no es solamente una desesperación norteamericana. En el resto del mundo, y aprovechando el Año Internacional de la Física, otros tantos arremeten (con razón) contra el aparato académico local y analizan si existe el ambiente, los fondos, los incentivos que, conjugados azarosamente, pudiesen hacer de cuna al Einstein del siglo XXI. También sobran los esfuerzo privados (y familiares), como hacerle escuchar al bebé recién nacido las sonatas completas Mozart, ahogarlo con clases interminables de piano, violín y física teórica o, si uno se empecina mucho, reservarle al nene un puestito en una oficina de patentes de Berna.

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