EL GENOMA DEL CHIMPANCE Y EL CREACIONISMO
› Por Esteban Magnani
El 30 de junio de 1860, un año después de la publicación de El origen de las especies, uno de los más fervientes seguidores de Charles Darwin, Thomas Henry Huxley (1825-1895), sostuvo un famoso debate acerca del evolucionismo con Samuel Wilberforce, el obispo de Oxford. El encuentro se realizó en esa ciudad y según relatos posteriores y reconstrucciones varias (y contradictorias) el obispo le preguntó a Huxley si descendía del mono por parte “de su abuelo o de su abuela”. Al parecer Huxley respondió algo así como “no tengo vergüenza de tener ancestros simios, pero sí me avergonzaría utilizar mi inteligencia para oscurecer la verdad”. Como aún no existían las consultoras políticas, no quedó claro quién fue el vencedor de la disputa, pero el debate quedó establecido.
Vale la pena aclarar que Huxley, tío del escritor Aldous Huxley y a quien llamaban el “Bulldog de Darwin”, fue el primero en hablar específicamente sobre la relación entre el hombre y los monos en su libro La evidencia del lugar del hombre en la naturaleza, algo que ni el mismo Darwin se atrevió a decir explícitamente en su famosa obra, probablemente por problemas con su pasado religioso. Huxley no acordaba con que su maestro se atara a la idea de que la naturaleza no da saltos y sostuvo que la evolución podía darse con cambios repentinos.
En la actualidad, 145 años después de ese debate, las cosas han evolucionado e involucionado bastante. Por lo pronto, el debate entre creacionistas y evolucionistas se mantiene vivo (o se ha resucitado) en los países de mayor fanatismo religioso, como los Estados Unidos (donde se calcula el número de creyentes en alguna religión en cerca del 90%, aproximadamente lo mismo que en países del Islam). Justamente una nueva encuesta realizada en julio pasado en ese país y publicada en el New York Times reveló que el 42% de los norteamericanos cree en el “diseño inteligente”, es decir, que la vida es demasiado compleja como para que haya surgido por casualidad sin un ser consciente en su origen y que las especies son exactamente iguales a como eran en el comienzo de los tiempos. La encuesta también revela que casi dos tercios de la ciudadanía comparte con su presidente George W. Bush la idea de que evolucionismo y creacionismo deben ser enseñados como teorías científicas alternativas.
Hermano chimpance
Mientras esto ocurre en el debate social, la revista Nature publicó a principios de septiembre que el Consorcio de Secuenciamiento y Análisis del Chimpancé terminó de decodificar el genoma del chimpancé, el pariente vivo más cercano del ser humano con quien tuvo un antepasado en común hace sólo seis millones de años, antes de que se separaran ambas ramas de la evolución. El nuevo mapa genético permitiría, al menos en principio, detectar cuáles son los genes que hacen humano al humano, como si viendo la receta de dos platos muy similares se pudiera detectar cuál fue el ingrediente que hizo que uno tuviera sabor dulce y otro amargo.
La diferencia entre ambos genomas es de menos de 1,5% de los genes que conforman la receta, mientras que la diferencia entre el de dos humanos es sólo de 0,1%. Por desgracia, si se tiene en cuenta que el genoma humano tiene cerca de 3 mil millones de ingredientes (o nucleótidos), llevará bastante tiempo comparar los 40 millones que varían respecto de los del chimpancé, aunque la mayoría no tiene ninguna manifestación significativa sobre las especies.
Evan Eichler, uno de los investigadores de la Universidad de Washington –que pertenece al consorcio investigador— explicaba que “si se piensa el genoma como el libro de la vida, las diferencias que se han estado buscando en los últimos 10 años serían como errores tipográficos. Pero lo que estamos buscando ahora al comparar el genoma humano y el del chimpancé son redundancias en el texto, lugares en los que páginas enteras se han reimpreso muchas veces o en los que faltan páginas”. La comparación también puede permitir comprender la rápida evolución que tuvo la especie humana en el último millón de años si se lo compara con cualquier otro mamífero. Según algunos investigadores esto se debería a que las diferencias están centradas en los genes de transcripción, es decir, aquellos que se encargan de regular a otros genes, por lo que se pasan más fácilmente a la siguiente generación.
Re-evolucion
Mientras la genética da cada vez más evidencia sobre el pasado en común no sólo del hombre y del chimpancé, sino de toda la vida que existe sobre la Tierra, algunos países parecen decididos a ir a contramano en su educación argumentando la necesidad de tolerancia para defenderse de evidencias científicamente incuestionables. El tatarabuelo que la humanidad comparte con los chimpancés debe ver con dolor desde su tumba que sus dos especies hijas reniegan de su parentesco.
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