Sábado, 20 de mayo de 2006 | Hoy
ASTRONOMIA: LA INSóLITA VISITA DEL SCHWASSMANN-WACHMANN 3
Por Mariano Ribas
Imagínese una desprolija caravana de más de 60 pedazotes de hielo. Algunos, de cientos de metros de diámetro; otros, tan pequeños como un edificio. Pero todos viajando por el espacio a unos impresionantes 50.000 km/hora, a los tumbos, y envueltos en una espesa neblina de gas y polvo. Aunque cueste creerlo, la insólita escena es absolutamente real. Está ocurriendo ahora mismo, y no muy lejos de la Tierra: es un cometa hecho pedazos. Hace una semana, el Schwassmann-Wachmann 3, ese lastimoso rejunte de piezas astronómicas, alcanzó su mínima distancia a la Tierra. Y sin embargo, por su propia naturaleza fragmentada, y por la molesta presencia de la Luna Llena, muy pocos pudieron ver algo. Incluso, con telescopios. Pero el cometa aún está muy cerca, y nuestro satélite viene menguando, madrugada a madrugada. Así que estamos a tiempo: mientras repasamos su historia, y con un poco de suerte, cielos limpios y un buen binocular a mano, tal vez podamos ser testigos, en parte, de este verdadero drama astronómico.
El 2 de mayo de 1930, los astrónomos Arnold Schwassmann y Arthur Wachmann, del Observatorio de Hamburgo, Alemania, detectaron un pequeño manchón en unas placas fotográficas tomadas con un telescopio. Era el tercer (y último) cometa de su cosecha. Y por eso, el recién llegado fue bautizado “Schwassmann-Wachmann 3” (o SW3, a secas). Unas semanas más tarde, el cometa alcanzó su mínima distancia a la Tierra, pasando a sólo 6 millones de kilómetros. Pero por su bajo brillo, no llamó mucho la atención. A esta altura, ya se sabía que el SW3 tardaba algo más de 5 años en dar una vuelta al Sol. Y que debía ser un objeto bastante pequeño, tal vez, de apenas 1 o 2 kilómetros de diámetro.
Pasaron los años, y las décadas, y el SW3 repitió sus visitas, a veces acercándose más, y otras, menos. Pero nada especialmente interesante ocurrió hasta septiembre de 1995, cuando astrónomos profesionales y amateur observaron algo muy raro: de un día para el otro, el brillo del cometa había aumentado cien veces. Y a comienzos de octubre, volvió a encenderse (aunque no tanto). ¿Qué había pasado? La respuesta llegó dos meses mas tarde, cuando uno de los súper telescopios europeos del Observatorio de La Silla, en Chile, le echó una miradita: ya no había un cometa, sino cinco. El SW3 se había fragmentado. Y la fragmentación, justamente, aumentó abruptamente el ritmo de sublimación de sus hielos, haciéndolo brillar mucho más.
Lógicamente, luego de semejante episodio, la siguiente visita de esta infortunada “bola de nieve sucia”, a fines de 2000, fue esperada con gran ansiedad (así describió a los cometas, en 1950, el gran astrónomo Fred Whiple). Y allí estaba, convertido en una hilera de varios “mini-cometas”. Pero el plato fuerte iba a ser la siguiente aparición del SW3: todos sabían que en mayo de 2006, pasaría mucho más cerca.
Y así fue. Ya en marzo de este año, los reportes de observadores aficionados de todo el mundo indicaban que el cometa venía marchando en almenos 8 pedazos. Pero la gran sorpresa vino a mediados de abril, cuando el Telescopio Espacial Hubble se ocupó del asunto. Y descubrió que el cuadro era mucho más impresionante: algunos de los fragmentos principales del SW3, como el “B” y el “G”), se habían roto en muchas piezas menores. Ya no eran 5, ni 8. Eran más de 30. Y ya a comienzos de mayo, se hablaba de 60, o incluso más. Todos siguiendo, con ligeras desviaciones, la órbita del cometa original, y desparramados a lo largo de miles de kilómetros en el espacio. Día a día, semana a semana, el cometa se venía destruyendo antes los ojos de los astrónomos. “Estamos viviendo una muy rara oportunidad de ver a un cometa en plena agonía de muerte”, decía hace poco Donald Yeomans, uno de los máximos expertos mundiales en cometas y asteroides, actualmente al frente del Programa de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA.
La pregunta sale sola: ¿qué le pasó al pobre cometa? La mejor explicación es que su frágil cuerpo (una débil amalgama de hielo, roca y polvo) no pudo soportar el “stress térmico” provocado por la luz solar. Es más o menos lo mismo que ocurre cuando echamos un cubito de hielo en un vaso con agua caliente: se quiebra. Y teniendo en cuenta que todos los cometas son más o menos iguales, no resulta raro encontrar algún que otro antecedente. Uno de los casos más famosos y espectaculares fue el cometa Biela, que se partió en dos, y que fue observado en 1846 y 1852 antes de desintegrarse completamente. Y mucho más cerca en el tiempo, tenemos los casos del formidable cometa West, de 1976. O el Shoemaker-Levy 9, que en 1994 se estrelló, pedazo por pedazo, contra Júpiter.
Y bien, así y todo, hecho añicos, el cometa SW3 alcanzó su mínima distancia a la Tierra el viernes 12 de mayo, desfilando por delante de nuestro planeta a 11,9 millones de kilómetros. Poco, muy poco en términos astronómicos (apenas, unas 30 veces más lejos que la Luna). De hecho, fue la visita cometaria más cercana desde 1983 (cuando pasó el IRAS-Araki-Alcock). Y sin embargo, no lució: sólo dos fragmentos (el B y el C) fueron lo suficientemente brillantes como para verse con pequeños telescopios. Además, durante las noches anteriores y posteriores, el resplandor de la Luna hizo las cosas aún más difíciles. Pero de ahora en más, nuestra satélite molestará cada vez menos.
Es difícil saberlo, a medida que la Luna sigue menguando, el mayor fragmento del cometa SW3 (el “C”) podría observarse con binoculares. O incluso, a simple vista. Claro, siempre, bajo cielos oscuros y transparentes, bien lejos de la contaminación lumínica de las ciudades. ¿Quiere intentarlo? Aquí va el desafío: durante las próximas madrugadas, hacia las 6.00 hs, el “Fragmento C” del cometa Schwassmann-Wachmann 3 se ubicará a casi 40 grados de altura sobre el horizonte del Noreste (en plena constelación de Piscis). Mañana, puntualmente, aparecerá unos 15 grados por debajo de la Luna (en fino menguante). Y el lunes, siempre a la misma hora y en la misma zona del cielo, nuestro satélite será una inmejorable referencia para encontrarlo, porque estará prácticamente a la misma altura, y unos grados a la derecha del resto cometario. Para el martes 25, la Luna habrá desaparecido del cielo (a esa hora), dejando el escenario en inmejorables condiciones para la búsqueda. Debería verse como un pequeño manchón, pálido y grisáceo, con una ligera estela (la “cola”). Cómo se suele decir en estos casos, “buena cacería” del cometa... o de lo que quede.
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