Gran apasionado de las ciencias y las seudociencias, defensor de la eutanasia y practicante del suicidio, el novelista húngaro Arthur Koestler se interroga en su autobiografía si en verdad existen muchas diferencias entre las personas de hoy y las de los tiempos más primitivos en cuanto al conocimiento que tienen del mundo y del universo. De la ciencia, que ha dado pasos épicos, ¿cuántos son los que están al tanto de las explicaciones básicas que ofrece de los fenómenos? En algún punto, ¿no son similares el hombre de las cavernas, temeroso del trueno, y el joven moderno que escucha radio sin tener noción de cómo es que sale ruido de ese aparato?

Franquear este tipo de abismos parece ser uno de los objetivos de la colección “Estación Ciencia” (Capital Intelectual) dirigida por Leonardo Moledo. Porque los temas elegidos y el método de exposición convierten a cada uno de los volúmenes que la integran en herramientas para entender esos fenómenos microscópicos o telescópicos que tantas veces seguimos sin ver y conocemos con la misma precisión que el hombre de las cavernas. Las palabras de Moledo son más plásticas: “El objetivo de esta colección es no sólo mostrar lo que se sabe, sino cómo se llegó a saber. Mostrar cómo la obra de cientos de hombres y mujeres –a los tumbos, probando, tanteando, intuyendo, cayendo a veces en el disparate, rectificándose otras, muchas veces con arranques de genio creador– fue abriéndose camino hasta formular la enorme y rica cosmovisión que la ciencia nos brinda hoy en día”.

La colección cuenta ya con seis volúmenes, redactados por diferentes autores, todos ellos reconocibles para el lector de Futuro, porque colaboran con asiduidad en el suplemento. Se han publicado ya los primeros tres, una historia de las estrellas, otra de los terremotos y una más de las células. Y pronto se hallarán en librerías las monografías sobre la materia, sobre la energía y sobre los extraterrestres (hasta el momento, el título más extravagante, menos evidentemente “científico”, de la colección).

Acaso se trate de una colección que honre, o pueda evocar para el lector, aquella otra célebre, de las universidades francesas, llamada Que sais-je?, que ha sido traducida en parte al castellano. Como ésta que dirige Moledo, cada volumen desarrollaba –desarrolla– un tema en particular, como si fuera un largo artículo de enciclopedia. Un tema que en principio, apenas enunciado, parece mínimo, pero los autores siempre se encargan de refutar esa imagen primera y cómoda. Al cerrar cada volumen –-pequeño en una y otra colección, las páginas no superan en general las 150–, el universo se nos presenta con mayor intensidad, más vívido y complejo.

En su Historia de las estrellas: La vida del sol, las supernovas, los agujeros negros. De las constelaciones a las galaxias y la maquinaria estelar, Mariano Ribas, que desde hace tiempo coordina el área de astronomía del Planetario de la Ciudad de Buenos Aires Galileo Galilei, nos propone descubrir cómo se ha llegado a conocer la naturaleza de esas verdaderas máquinas cósmicas que mantienen en funcionamiento la multiplicidad de los mundos. Sorprende la capacidad de Ribas para condensar en apenas cien páginas este lejano y vastísimo tema, en el que intervienen desde lo que ocurrió hace 4 mil millones de años hasta los últimos descubrimientos estelares. No faltan desarrollos sobre la naturaleza de la luz y de las sombras, el interior de las estrellas, las anomalías y monstruosidades de un universo que puede parecer menos perfecto de lo que enseñaron las teologías. Tampoco acerca de las supernovas ni sobre nuestra estrella cotidiana, el sol.

Esteban Magnani, docente, escritor y periodista, ofrece una historia de los terremotos, o más bien del conocimiento que la humanidad ha ido adquiriendo de ellos. El libro –Historia de los terremotos: De los mitos a la ciencia, de los dioses que causaban temblores de tierra a las placas tectónicas– es también una historia de la geología, aunque escondida bajo un título más atractivo. En un estilo concreto, fluyen la descripción de fenómenos que a nadie dejan de sacudir y la no menos conmovedora aventura de argumentos y contraargumentos que condujo a la geología moderna. Magnani avanza cronológicamente desde los griegos clásicos hasta nuestros días, y las eras de la ciencia occidental, como las geológicas, se superponen con nitidez y realce, porque el autor sabe cómo hacer para que no pierdan sus aristas.

También parece difícil de rehusar la invitación a transitar el camino hacia las unidades mínimas de la vida y la posibilidad de crear vida en el laboratorio que formula el subtítulo del libro de Raúl A. Alzogaray, Historia de las células: el camino hacia las unidades mínimas de la vida y su origen. Las perspectivas de crear vida en los laboratorios.. Y en efecto, el libro no sólo importa por las preguntas que formula (¿Cuántas células forman un ser humano? ¿Cuáles han sido las originarias en los comienzos de la Humanidad, cuáles las fundamentales en su desarrollo?), sino por el modo a la vez amplio y sucinto de componer las respuestas. Las variadas actividades del autor –es biólogo, docente e investigador– confluyeron en las cuestiones que estructuran su volumen: desde los orígenes de las ciencias vitales hasta los estudios más recientes, la lucha a muerte entre las distintas teorías de la vida, la manipulación de los virus y la posibilidad de crear microbios sintéticos.

Pletóricos en anécdotas y gráficos explicativos, cada volumen culmina en una útil y bien elegida lista bibliográfica, destinada a quienes quieran ampliar el conocimiento de algunos temas que, inevitablemente, apenas pueden ser mencionados debido a la extensión elegida para estas sólidas y articuladas introducciones.