Sábado, 17 de febrero de 2007 | Hoy
FITNESS MENTAL
Por Esteban Magnani
El aumento en la expectativa de vida de los seres humanos ha creado una buena cantidad de problemas nuevos relacionados con el envejecimiento, lujo que no existía en otros tiempos sino como fenómeno aislado. Por ejemplo, se calcula que el promedio de vida de la Roma clásica era cercano a los 28 años y en la Inglaterra de la Edad Media no superaba los 33. Obviamente, en esos contextos enfermedades como el Alzheimer o la osteoporosis no debían ser demasiado comunes y, siendo un poco cínicos, podría decirse que son un privilegio de la modernidad.
Junto con el aumento de la expectativa de vida, que actualmente en los países desarrollados supera los 70 años, los problemas del envejecimiento del cerebro han emergido acompañados por la preocupación de evitarlos. Pero si bien se han logrado algunos resultados farmacológicos para sobrellevar mejor la vejez, el cerebro sigue siendo uno de los reductos más difíciles de atacar para las ciencias biológicas. Su funcionamiento está determinado por millones de neuronas que interactúan en una red muy difícil de aislar de otros factores. Por eso han surgido numerosos profetas que indican tal o cual alimentación, suplementos de hierbas y demás como mágica solución al envejecimiento cerebral.
Es común escuchar que el cerebro es un músculo que debe ser entrenado. Básicamente el argumento señala que cuando uno recién nace tiene todo por aprender y es una especie de esponja que absorbe todo, lo que a su vez retroalimenta esa capacidad de seguir aprendiendo y afrontar situaciones nuevas. Al pasar los años, según esta misma lógica, las conductas comienzan a repetirse y el cerebro se adormece en la rutina conocida con la consecuente pérdida de tonicidad y reflejos para desafíos nuevos.
En los últimos años se ha vuelto frecuente escuchar de ancianos o no tanto que hacen palabras cruzadas, sudokus o algún otro ejercicio mental que permita mantener el cerebro ejercitado. En el primer mundo son cada vez más los ancianos que asisten a talleres de “mantenimiento cerebral” o viajes de “fitness mental”. Incluso algunas empresas contratan costosos talleres para que sus empleados de edad más avanzada se mantengan alerta en sus trabajos. Numerosas páginas web proponen distintos juegos on line (muchos de ellos pagos) que supuestamente rejuvenecen el cerebro mientras que otros dan consejos tan simples como lavarse los dientes con la izquierda, romper la rutina semanal yendo de campamento, tomando un nuevo camino al trabajo o duchándose con los ojos cerrados. Supuestamente, al salir de los caminos neuronales más transitados se logra un especie de elongación mental que despierta sectores atrofiados, tal como ocurre con el resto del cuerpo.
Sin embargo, los resultados obtenidos en distintos estudios son marginales. No hay pruebas concretas de que el resultado sea algo más que simplemente retrasar lo que está condicionado por factores de deterioro biológico provocado por un cerebro que nunca estuvo diseñado para durar tanto. Es más: vivir luego de finalizada la etapa reproductiva no puede ser una ventaja adaptativa; de esta manera, que el cerebro resista mejor o peor una vez generada la prole no reviste ninguna utilidad desde el punto de vista evolutivo. Aunque, por supuesto, a quienes sufren de alguna enfermedad producto de la vejez les debe importar bastante poco la evolución.
Un estudio con pacientes que empezaban a sufrir Alzheimer, realizado en la Universidad de Miami, Estados Unidos, comparaba los resultados de dos grupos, uno al que se lo ejercitaba en ejercicios de la vida real como recordar nombres de personas o realizar llamados telefónicos y otro al que se lo sometía a juegos de memoria y palabras cruzadas. El primer grupo mejoró en esos ejercicios puntuales, mientras que el segundo no mostró cambios en su desempeño en las tareas cotidianas, aunque ellos pensaran lo contrario. El resultado es, en realidad, bastante obvio, y hay un largo trecho desde allí a concluir que puede revertirse un fenómeno biológico con los ejercicios.
Aun sin pruebas fehacientes desde el punto de vista más neurológico, y más bien por factores psicológicos, no cabe duda de que quien se mantiene ocupado o sociabiliza en los talleres se siente mejor y, por ende, tiene más posibilidades de estar sano. De alguna manera, si bien nada asegura que un anciano por hacer palabras cruzadas pueda recordar dónde dejó los anteojos, probablemente se sienta mejor por haber superado un desafío, de la misma manera que caminar todos los días tendría un efecto positivo sobre su estado general, o por decir lo mismo con otras palabras, quien está feliz de vivir, tenderá a vivir mejor. Aun así, es de esperar que la industria del ejercicio cerebral alimente nuevos estudios que arrojen un poco más de luz sobre el tema y permitan afinar algunos ejercicios.
En cualquier caso, son pocas las posibilidades de que cualquier ser humano se sienta un privilegiado por haber llegado hasta la edad en la que las enfermedades neurológicas se vuelven habituales.
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