LA LUNA “SE APAGARA” EN LA NOCHE DEL MIERCOLES AL JUEVES
Luces y sombras de un espectáculo que no volveremos a ver hasta el 20 de diciembre de 2010. A la hora señalada, a la hora en que la noche más se agudiza en la mente que se entrega al sueño profundo; a la hora señalada, como en la gran película de Fred Zinnemann, pero no bajo el pleno sol de un pueblo desierto y timorato, sino ante millones de miradas nocturnas; a la hora señalada –la una de la madrugada del jueves–, la timorata Luna se hundirá con decisión en el cono de sombra de la Tierra, deparándonos el misterio, el gozo y el deseo inefable de un eclipse total.
› Por Mariano Ribas
Hace apenas doce días, la Luna, Venus y Júpiter formaron un hipnótico “triángulo” durante la madrugada. Y ahora estamos a las puertas de algo aún más notable. De hecho, será el mayor espectáculo astronómico de 2008: un eclipse total de Luna. Será pasada la medianoche del próximo miércoles; la Argentina (y toda América) está en inmejorables condiciones para disfrutarlo.
Pero no será un eclipse lunar cualquiera, porque durante todo su dramático desarrollo nuestro satélite estará celosamente escoltado –a uno y otro lado– por un famoso planeta y por una de las estrellas más brillantes del cielo. A continuación, Futuro se adelanta al fenómeno celeste del que todos hablarán dentro de unos días.
Como toda cosa iluminada, la Tierra proyecta sombra. Claro, todo a escala astronómica: es un gigantesco “cono” que, a la distancia a la que está la Luna (casi 400 mil km), mide 9 mil km de diámetro. Una enorme trampa de sombra.
Pero como la órbita lunar está algo inclinada con respecto a la terrestre, casi siempre, en cada vuelta, nuestro satélite pasa por “arriba” o por “abajo” del cono de sombra (si ambos planos coincidiesen, habría un eclipse por mes).
Sin embargo, de tanto en tanto las piezas se acomodan de tal forma que el Sol, la Tierra y la Luna forman una línea recta en el espacio. Y entonces hay eclipse lunar. Pero eso sólo no alcanza: para ver un eclipse no sólo hay que esperar el momento correcto sino también estar en el lugar correcto.
Es decir, en la región de la Tierra que esté de cara a la Luna. Ambos requisitos se nos darán en la noche del miércoles al jueves. Y América tiene reservadas las mejores plateas.
El eclipse será. Nada puede evitarlo: ahora mismo la Luna está viajando –en su órbita alrededor de la Tierra– a 3600 km/hora, y en la noche del miércoles al jueves se hundirá en el cono de sombra terrestre.
Todo comenzará a las 23.43, cuando la Luna llena –ubicada a unos 30 grados de altura sobre el horizonte Nordeste– empezará a sombrearse en su borde inferior derecho.
Minuto a minuto, la sombra de la Tierra irá avanzando sobre la Luna, dibujado un “mordisco” oscuro cada vez más grande. En realidad será la Luna la que avanzará sobre la redonda sombra terrestre.
Será una metamorfosis lenta e imparable. Un drama de escala astronómica que, durante milenios, fue interpretado por diferentes culturas como la huida, desaparición y hasta la muerte de la Luna (eclipse viene del griego, y significa “abandonar”). Hacia la 0.30, ya del jueves, la sombra cubrirá más de la mitad de la Luna. El momento culminante estará muy cerca.
Exactamente a la 1 de la mañana comenzará la totalidad del eclipse. Y se extenderá hasta la 1.52. En esa casi hora, la Luna permanecerá completamente hundida en la umbra terrestre (la parte central del cono de sombra).
Así y todo, sin luz solar directa, no desaparecerá del cielo (como cabría esperar). En lugar de eso, nuestro satélite quedará teñido de un suave “color eclipse”: una mezcla de rojo y naranja, con algo de amarillo. Algo parecido a un té un poco aguado. Todo se debe a un curioso fenómeno de refracción: la atmósfera –fundamentalmente la tropósfera, su capa más baja y gruesa– desvía algo de luz solar hacia adentro del cono de sombra. Y esa débil luz –principalmente rojiza– es la que salva a la Luna de la oscuridad total.
Veámoslo desde otro punto de vista: si alguien estuviese en la Luna durante un eclipse total, vería en el cielo a un disco negro (la Tierra), rodeado de un anillo de luz rojo-anaranjada. Ni más ni menos que la luz combinada de todos los amaneceres y atardeceres. Y es justamente esa luz la que tiñe a la Luna durante la totalidad de un eclipse.
Finalizada la parte central, a la 1.52, sólo restará la retirada de la sombra. Poco a poco, la luz solar directa irá ganando terreno lunar. Y a las 3.09, la Luna llena volverá a brillar, blanca y radiante, como al principio. De punta a punta, el show habrá durado casi 3 horas y media.
El eclipse total de Luna de la noche del miércoles será el tercero en menos de un año (los otros dos fueron en marzo y agosto pasados). Una racha completamente inusual. Pero éste será sumamente especial: por empezar, en los dos anteriores estuvo nublado en Buenos Aires y buena parte de la Argentina.
Y ésta podría ser la tan ansiada revancha. Además se verá completo. Y lo más curioso: la Luna eclipsada tendrá dos brillantes escoltas. A su “izquierda”, muy cerca (a unos 2 grados), la azulada estrella Regulus (la más notable de la constelación de Leo).
Y a su derecha, ligeramente abajo (a unos 4 grados), Saturno. Una estrella azul, una Luna rojiza y un planeta amarillo. Un muy bonito cuadro astronómico que, dicho sea de paso, entrará en el campo visual de un binocular (si tiene uno, úselo).
El mundo entero no verá otro eclipse total de Luna hasta el 20 de diciembre de 2010. Antes habrá dos eclipses parciales –en agosto próximo, y en diciembre de 2009– y no se verán desde aquí. Un dato nada menor a tener en cuenta. Y que le agrega más valor a la gran fiesta celeste de dentro de unas pocas noches. ¡Eclipse a la vista!
(Nota al margen: probablemente no le suene muy científico que digamos, pero si tiene algún método para espantar nubes en la noche del miércoles, por favor, utilícelo desde ahora.)
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