Sáb 23.02.2008
futuro

ABEJAS: LAS MIELES DEL ABANDONO

En busca del cementerio de abejas

“Si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, la humanidad no permanecería en pie por más de cuatro años.” Algunos atribuyen esta frase apocalíptica nada menos que a Einstein. Pero más allá de la visión de Einstein como apicultor, el hecho es que con las abejas está pasando algo raro. Se van sin dejar rastros, como los habitantes de Omélas en el maravilloso cuento de Ursula K. Le Guin.

› Por Sergio Federovisky

Desaparecen sin dejar rastro. Desde Las Hurdes hasta California. El llamado “Síndrome del Desabejamiento de las Colmenas” está matando a millones de abejas de medio mundo. Científicos españoles aseguran que el “asesino múltiple” es un parásito procedente de Asia.

Otros expertos creen que el cambio climático, la calidad del polen o los pesticidas serían las causas. Incluso las radiaciones de los teléfonos móviles. Fundamentales en la polinización de los cultivos, su ausencia provocaría una catástrofe ecológica. Los apicultores registran pérdidas de hasta el 40 por ciento.

A veces, detrás de una noticia coyuntural y difícil de clasificar en las secciones tradicionales de un diario, se esconde un fenómeno ecológico de proporciones, un descalabro en cierne quizá más angustiante y amenazador aunque con menos prensa que los “tradicionales”, como el calentamiento global.

Abejas en los medios

El párrafo anterior era el que abría un inusual informe de varias páginas publicado por el diario El Mundo de España, destinado a encontrar razones al destino trágico con que se topan los insectos sociales de mayor inserción comercial de la historia de la humanidad: las abejas.

Pero el rastreo de la información, gracias a la globalización internauta, permite comprobar que el misterioso destino, repentino e insondable de las abejas, está diseminado por todo el mundo.

Hace apenas unos días, cables de agencias de noticias transcribían un insólito recuento en Italia: la Agencia para la Protección del Medio Ambiente de ese país indicó que casi la mitad de las colmenas se perdieron en el 2007 por falta de polinización. Las abejas, vaya a saber por qué, no hacían su trabajo. Es más, ni siquiera van a trabajar.

En el diario La Jornada de México se escribió: “Los cultivos genéticamente modificados, los pesticidas o el cambio climático podrían incidir en la disminución de estos insectos. Algo sucede con las abejas, que al parecer están desapareciendo y nadie sabe por qué. Esto ocurre en distintas partes del mundo, según registro de distintas fuentes, desde el diario estadounidense The New York Times hasta la revista alemana Der Spiegel”.

Alerta roja

“Más de un cuarto de las 2,4 millones de colonias de abejas en Estados Unidos se perdieron, es decir, decenas de miles de millones de dólares, según cálculos de Apiary Inspectors of America”, una de las organizaciones con mayor autoridad en el tema, informó Alexei Barrionuevo en The New York Times.

La Bee Alert Technology Inc., una empresa originalmente dedicada a proveer insumos para apicultores, convertida en los últimos tiempos en “bombero” del drama del éxodo de las abejas, confirmó que el “síndrome de despoblamiento de colmena” se expresó en 27 estados de los Estados Unidos.

Las abejas, pese a la preocupación periodística y científica, siguen incrementando sin aviso previo el ausentismo en sus lugares de trabajo. Algunos, temerariamente, ya confirman una mortandad colosal de este insecto, pero nadie, ni con la ayuda de la NASA o Scotland Yard, ha dado con el sitio en el que debieran estar acumulados trillones de cadáveres de abejas desaparecidas.

Soldado que huye ...

“Históricamente, cuando algo afecta a los enjambres hay muchos insectos muertos”, sostiene May Berenbaum, profesora de entomología de la Universidad de Illinois. Pero en este episodio mundial, Berenbaum debió admitir, para consolidar el misterio: “No hay restos mortales”.

Más todavía: la anomalía llega a tal extremo que la legendaria obediencia, o más bien sumisión, de las abejas obreras respecto de la reina (aun en un mundo en que la monarquía está destinada a ocupar un sitial más testimonial que efectivo) está siendo subvertida por el agente misterioso que provoca esta catástrofe entomológica: las obreras se dan a la fuga dejando a la reina atrás, en un comportamiento de lo más atípico, más propio de la cobardía humana que de la tradicional resignación de estos insectos ante el orden social establecido.

Si desapareces, ¿cual sera el costo?

El misterio es real. Por un lado, acosa a los apicultores desesperados por las pérdidas económicas. Y, por otro, a los científicos que pronostican una catástrofe vegetal de escala impredecible, en caso de que los principales ejecutores de la polinización que garantiza la fertilización de las plantas estén en retirada definitiva.

¿Alguien, desde la zoología o la botánica, puede predecir el impacto ecológico que implica la desaparición de abejas interviniendo en la reproducción de las plantas?

Desde que el mundo es mundo y tal como lo conoce el ser humano, las abejas resuelven ese trabajo indispensable: dado que las plantas en general no tienen la movilidad suficiente como para ir a buscar a su hembra o a su macho, fecundarlo y procrear, en buena parte del reino vegetal, el polen viaja desde el aparato masculino al femenino adosado al cuerpo de estos insectos voladores.

El misterio ha desatado todo tipo de elucubraciones. Y salvo las que la ignorancia o la idiotez suelen dictar en estos casos (“un complot de Rusia o de Osama bin Laden, o hasta que Dios las hubiera llamado de regreso al cielo”, según escribió una periodista mexicana), todas las hipótesis conducen a los desbarajustes ambientales que soporta el planeta: cultivos genéticamente modificados, plaguicidas, pesticidas, las ondas de los celulares, el estrés provocado por las migraciones a las que estos insectos son sometidos por los apicultores, el cambio climático, líneas de alto voltaje.

De abejas y otros insectos sociales

Encontrar la causa (o las causas) del fenómeno es crucial. Para los entomólogos la respuesta de las abejas es un síntoma del desarreglo en el funcionamiento de la cadena ecológica. En el caso de otros insectos sociales, como las hormigas, el comportamiento de fuga siempre se ha dado como respuesta a una contaminación o la presencia de un agente externo que afecta a sus colonias. Lo dramático es que en el caso de las abejas, la magnitud y la escala hablan del planeta en su totalidad.

La incógnita desató también un debate acerca del físico Albert Einstein. Alguna vez, como suele ocurrir con los genios, se le atribuyó una frase que decía que “si las abejas desaparecieran de la faz de la Tierra, la humanidad no permanecería en pie por más de cuatro años”. Nadie, pese a las bondades que supone bucear por Internet, pudo hallar el texto o la ocasión, y menos la prueba, de que Einstein haya sido autor de semejante sentencia apocalíptica.

Pero sí se puede confirmar que tuvo otra frase, quizá más profunda, ecológica y visionaria que aquélla: “Es evidente que la dependencia de los individuos respecto de la sociedad es un hecho de la naturaleza que no se puede abolir, tal como ocurre con las hormigas o las abejas”.

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