Sábado, 19 de abril de 2008 | Hoy
NOTA DE TAPA
Largas noches de desvelo y llanto incontrolable del bebé. Padres en busca de una solución y el diagnóstico preciso que no llega. Alergia a la leche de vaca (ALV), una afección poco conocida pero de importante incidencia en lactantes.
Por Jordana Dorfman
Los pediatras aseguran que la leche, primero la materna y a partir de los seis meses de vida también la de vaca, es el principal alimento de los niños. Es que no se trata sólo del calcio que refuerza huesos y dientes, estamos hablando de otros minerales, vitaminas y proteínas fundamentales para el crecimiento durante, al menos, los primeros tres años.
Pero no todo lo que reluce es oro, y entre el 2 y el 3 por ciento de bebés padece alergia a las proteínas contenidas en la leche de vaca. Más aún, los investigadores consideran que es una de las alergias más comunes en la infancia y que se encuentra en crecimiento como tantas otras (ver “Desde el...”). Suele confundirse con intolerancia a la lactosa, pero esta afección es diferente y no involucra al sistema inmune como la ALV (es decir, no es alergia).
La leche de vaca contiene varios tipos de proteínas y todas ellas pueden generar reacciones alérgicas. Incluso, un 0,5 por ciento de los bebés alimentados sólo a pecho también desarrollan la enfermedad. Algo llamativo si uno se pregunta qué relación puede haber entre ambas leches. Aparentemente, parte de los componentes proteicos de la leche de vaca que consume la madre resiste airoso el pasaje por su aparato digestivo y desemboca intacto en la leche materna.
Los síntomas que pueden presentar los chicos con ALV son muy variados, pero los principales son dermatológicos, gastrointestinales y respiratorios. También pueden perder peso o no crecer en forma adecuada (ver “Síntomas para...”). Estos cuadros aparecen tanto inmediatamente después de la ingesta de la leche como hasta horas y días después. Pueden ser desde leves hasta muy graves. Y, en general, por causa de una o varias de estas situaciones juntas, surgen el llanto incontrolable y consecuentes largas noches sin dormir.
El tratamiento consiste en retirar de la dieta la leche de vaca y todos los alimentos que contienen sus proteínas, que son muchos más que yogurt o queso. Parece simple, pero la leche de vaca o sus proteínas se encuentran en miles de productos insospechados, como en algunos tipos de galletitas, pizzas, panes, pastas e, incluso, fiambres.
Y a pesar de que desde agosto de 2006 rige una resolución incorporada al Código Alimentario Argentino (www.anmat.gov.ar) que obliga a las empresas alimentarias a etiquetar sus productos con datos sobre los ingredientes que los componen, nada dice sobre la necesidad de remarcar la presencia o ausencia de la leche vacuna o sus proteínas en ellos. De este modo, es muy difícil para los padres de los chicos con ALV planear y llevar a cabo dietas equilibradas con un mínimo de practicidad.
Uno de los problemas de la ALV es que no siempre es identificada por algunos pediatras, que desconocen las diferentes formas de presentación de la afección, y tampoco saben cómo confirmarla. Lo que pasa es que la enfermedad se puede producir por dos mecanismos diferentes y determinarla es complejo, ya que ninguno de los métodos que corroboran una causa o la otra son ciento por ciento confiables.
De ahí que el diagnóstico se haga sobre la base de la prueba de eliminación de los lácteos y derivados, para observar si hay remisión de los síntomas, seguido de la reintroducción a los 10 a 15 días de las proteínas sospechadas para constatar la reaparición de los síntomas. Esta prueba de exclusión y provocación es considerada actualmente el “estándar de oro” para el diagnóstico en lactantes.
Es un método que debe manejarse con cuidado; hay chicos que presentan una reacción alérgica grave que puede poner en riesgo sus vidas. De ahí que la prueba de provocación está absolutamente contraindicada en casos de anafilaxia (reacción alérgica severa en la que puede peligrar la vida del paciente). Lo que se hace es realizar los estudios de laboratorio señalados, y simplemente eliminar de la dieta el alimento sospechoso.
Aunque algunos trabajos indican que, dependiendo del origen de la alergia, es posible reemplazar la leche de vaca por la de soja, la proteína de soja genera alergia en hasta un 50 por ciento de los casos de ALV, lo que puede confundir porque los pacientes no mejoran, o bien empeoran. Por esta razón y por otras particularidades de este alimento, desconocidas por la mayoría de los pediatras, está contraindicado el uso de estas leches en bebés. Sin embargo, las siguen indicando. Además, al ser más baratas que las otras leches medicamentosas más adecuadas, son las únicas cubiertas por las obras sociales y prepagas.
Como no está suficientemente difundida la información sobre esta enfermedad (aun entre los pediatras), hay subregistro de casos, y no hablemos de la desesperación de los padres que deben peregrinar hasta encontrar a alguien que “dé en la tecla” y les resuelva el problema. Por lo tanto, la demora en el diagnóstico de ALV en lactantes puede llegar a 7 meses. Siete meses de un bebé con llanto inconsolable, lo que conlleva riesgo de abuso o maltrato por descontrol de los padres, etc.
La ALV no es la única enfermedad subdiagnosticada, es decir que, en muchos casos, sus síntomas no son identificados por el médico. Si bien es controlable, existen, aunque en pocas ocasiones, situaciones extremas en que la reacción alérgica severa o el aspirar el propio vómito pueden llevar a la muerte o, en el mejor de los casos, a una terapia intensiva.
Los padres de los chicos con ALV deben lidiar con una enfermedad difícil de sobrellevar en un entorno social donde prima la ignorancia sobre el tema. Los más recientes estudios internacionales referidos al nivel de información sobre ALV que existe en diferentes áreas (profesionales de la salud, medios de comunicación y padres), indican que los conocimientos son escasos e insuficientes. Para cuidar mejor a nuestros chicos, este saber deberá ocupar más lugar.
Para conocer la perspectiva de un experto en alergia dentro de una institución médica que recibe niños de todo el país, Futuro conversó con el Dr. Carlos Gustavo Riganti, pediatra especializado en Inmunología y Alergia y jefe del Servicio de Alergia del Hospital General de Niños Pedro de Elizalde de la Ciudad de Buenos Aires.
–No es una enfermedad nueva. Actualmente existen nuevos métodos que posibilitan un mejor diagnóstico.
–No existe un registro unificado. Estamos trabajando con el servicio de gastroenterología para identificar casos de reflujo gastroesofágico con distintas asociaciones, entre ellas la ALV. Muchas estadísticas agrupan a la alergia alimentaria, en general, en aproximadamente un 7 por ciento, mientras la ALV en niños, según nuestra experiencia publicada en la página del hospital (www.elizalde.gov.ar), oscila entre el 0,2 y el 2 por ciento.
–Según lo demuestran los estudios que emplean la eliminación y posterior desafío con leche de vaca, es claro que hay un subgrupo de lactantes en los cuales el reflujo gastroesofágico (RGE) puede ser atribuible a ALV. La magnitud del problema no ha sido bien definida, pero, cuando se asocia a (RGE), la posibilidad de aspiración del vómito es obviamente mayor.
–Las teorías más recientes señalan que la higiene ambiental del mundo desarrollado evita el encuentro con gérmenes y antígenos que nuestro sistema inmune está genética y evolutivamente programado para reconocer. Las células que deberían hacer ese reconocimiento reaccionan entonces ante otras sustancias parecidas en su estructura y eso genera las alergias.
En el caso de los alimentos, es posible que el uso abusivo por la industria alimentaria de pesticidas y aditivos (espesantes, colorantes, estabilizantes, conservantes, entre otros) produzca una sobrecarga antigénica en la mucosa digestiva, que favorece el desarrollo de alergia a los alimentos.
El siguiente trabajo estadístico es parte de un proyecto realizado por Act Against Allergy (www.actagainstallergy.com), una institución europea dedicada a la investigación y divulgación de alergias alimentarias con particular énfasis en la ALV. Su sponsor es una empresa fabricante de alimentos indicados para diversas patologías. Se entrevistó a 1000 padres, de los cuales el 78 por ciento tiene hijos que no padecen la enfermedad y el 22 por ciento tiene niños con ALV. El estudio se realizó en el Reino Unido, Alemania, Italia, España y Francia.
Impacto en la vida familiar: el 58 por ciento de los padres con niños con ALV aseguró que la enfermedad impactó en su vida familiar, siendo la falta de sueño el 82 por ciento de los casos.
Detectar los síntomas: el 51 por ciento de los padres de chicos sin alergia a la leche de vaca no está seguro de poder reconocer los síntomas de la enfermedad.
Obtención del diagnóstico: 15 por ciento de los padres con hijos que padecen esta alergia tuvo que regresar al médico entre cuatro o más veces para obtener un diagnóstico. Casi el 60 por ciento de los bebés con ALV fue derivado a un especialista y de este el 15 por ciento tuvo que regresar más de cinco veces para llegar al diagnóstico.
Algunas de las conclusiones de este estudio indican que los padres de niños que padecen alergia a la leche de vaca están agotados, llegan a sentirse culpables e incluso se generan conflictos matrimoniales. Algunos de ellos intentan manejar los síntomas sin consultar con especialistas, lo cual retrasa la llegada de un diagnóstico y tratamiento adecuados.
Estas son algunas posibles señales de ALV. Pueden aparecer combinadas o en forma individual, los especialistas destacan que no debe tomarse la decisión de eliminar la leche materna o de vaca de la dieta de un bebé ni reemplazarla por otra sin la consulta previa al pediatra:
Diarrea, constipación, sangre en materia fecal, vómitos frecuentes, dificultad para tragar, reflujo, rash cutáneo (eczemas, erupciones, picazón), estados de inquietud y ansiedad extremas (largos períodos de llanto incontrolable), poca o nula ganancia de peso, flatulencia combinada con otros de los síntomas descriptos), problemas respiratorios (respiración agitada, exceso de moco en la nariz y la garganta, dificultad para respirar), deshidratación, pérdida del apetito, falta de energía, retraso en el desarrollo. Fuente: Act Against Allergy.
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