En un momento álgido del debate sobre clonación y células madre (ver nota principal), en la Argentina y otros países del globo, un estudio de reciente publicación habla de la posibilidad de recrear especies en vías de extinción o curar dolencias hereditarias. Todo está guardado en la memoria genética, sueño de la vida y de la historia.
› Por Esteban Magnani y Luis Magnani
Las noticias sobre la desaparición de especies son frecuentes, ya sea porque alguna está por ocurrir o, peor, porque ya se ha materializado. Es lo que pasó en 2000 con el íbex, una cabra salvaje de los Pirineos, cuando el último ejemplar, una hembra de 13 años bautizada Celia, fue hallada muerta. En este caso, lo distinto es que la difunta venía siendo observada por José Folch, del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón, España, que en 1999 tomó células de la piel y conservó congeladas las muestras a fin de no perder el ADN. El propósito era intentar la clonación de la misma manera que se hizo con Dolly, la ovejita famosa.
Por más que el ADN de Celia se combinó con células de cabras domésticas y se consiguieron más de 1000 embriones, el proceso fracasó: unos 30 fueron implantados en los úteros de cinco cabras domésticas y se consiguió que uno de ellos llegara a buen término, pero el íbex clonado sobrevivió apenas unos minutos después del parto. Como sucede con frecuencia en los animales clonados, los pulmones estaban malformados. Sin embargo, desde el punto de vista de Folch, el caso es exitoso por cuanto ahora saben que las células de Celia son útiles y también que se pueden usar cabras domésticas como madres sustitutas.
En el ADN está la receta completa para crear cualquier criatura. Claro que crear una vida que se mueva y respire, a partir de una secuencia de genomas que existe sólo en una PC, hoy no resulta posible. Sin embargo, Stephan Schuster, un biólogo molecular de la Universidad Estatal de Pensilvania, predice que algún día alguien empezará a intentarlo. Y agrega que hace 50 años nadie habría creído que las instrucciones para “fabricar” un ser humano estarían escritas y que se podrían reparar enfermedades heredadas o clonar mamíferos.
Es probable que, justificadamente, Schuster esté influido por el proyecto del genoma del mamut, del que es actor importante. A fines de 2008, los genetistas lograron “reescribir” el ADN casi completo de éste, lo que ha llevado a sesudas especulaciones acerca de si se podría volverlo a la vida.
Las derivaciones no se hicieron esperar: ¿qué otros animales extinguidos se podrían resucitar? Los candidatos son muchos y es curioso advertir que la prioridad asignada a un animalito, aun como sugerencia, no se basa en la viabilidad de la resurrección sino en su belleza o su “carisma” mediático.
Así, un armadillo grande como el Volkswagen típico, llamado gliptodonte, el tigre de Tasmania, el oso de cara pequeña, el gorila, entre muchos otros, figuran en la lista. Pero además de su carisma, estos animalitos tienen que cumplir con otros requisitos. Uno de ellos es que pueda conseguirse la secuencia completa de sus genomas, lo que no resulta una tarea sencilla, por cuanto al morir un animal la carne es destruida, muy pronto, por el sol y las bacterias.
Una excepción se da, por ejemplo, en Siberia, donde el hielo hace de conservante; o en cuevas secas aisladas. En esos casos es posible encontrar cadenas de ADN intactas. Aun así, Schuster afirma que es inútil buscar información genética de especímenes que superaron los 100 mil años –dinosaurios abstenerse–; el ADN ya no será de buena calidad.
El caso del gorila es emblemático. Los candidatos principales deberían ser los que están a punto de extinguirse. Además, aquellos que tienen una madre sustituta adecuada, y el gorila tiene al chimpancé.
Lo logrado por los genetistas a partir de algunos mechones de un mamut congelado no es para despreciar. Se trata, en verdad, del intento más exitoso de lograr la secuencia de ADN de un animal extinto. Puesto que las cadenas se degradan y dividen rápidamente después de la muerte, incluso en un tejido poroso como es el hueso, que se llena de hongos y bacterias, conseguir la secuencia completa es muy complicado. Lo que hizo Schuster fue usar el pelo de la lana de dos mamuts congelados en Siberia hace 20 mil y 60 mil años. La queratina que cubre al pelo se encargó de proteger el ADN y mantenerlo, en alguna medida, fuera de contacto con elementos extraños, lo cual lo conservó más puro.
Aunque nadie quita méritos a este trabajo, que permite otras investigaciones como las causas de la desaparición del mamut o el descubrimiento de lo cerca que está su ADN del que tiene el elefante, hace 10 años habría tenido aún mayor impacto. Cuando Dolly nació, justamente para esa época, la imaginación contempló manadas de vacas de similar buena calidad, ovejas que en su leche entregaban medicinas para los humanos, clonación terapéutica que permitiría crear piel humana para colocar en pacientes graves, entre otras cuestiones.
Hoy se sabe que crear réplicas genéticas de animales es más que complicado y la clonación anda de capa caída. Tanto es así que sólo se intenta cuando se prevén ganancias importantes. Por supuesto, las grandes discusiones que se iniciaron al surgir el tema no ayudaron a levantarla. Las visiones de humanos clonados y embriones descartados removieron juicios morales, religiosos y políticos que siempre salen a la luz cuando de la biología se trata.
Sin embargo, hay gente que no se resigna, como los investigadores japoneses que inyectaron gérmenes de trucha en salmones. Esto dio lugar a esperma de trucha en los machos y huevos de trucha en las hembras. Unidos, produjeron crías de truchas pese a que los padres eran salmones. Una vez más, si se tiene el ADN sano, esto puede, eventualmente, dar lugar al renacimiento de una especie extinguida. Otros investigadores que no se andan con chiquitas son los del Instituto J. Craig Venter, de Rockville, Maryland. Ahora han logrado armar el genoma completo del parásito humano Mycoplasma genitalium; y lo han hecho a partir de centenares de fragmentos de ADN artificial producidos a pedido por firmas que sintetizan genes.
Algo más alejada de las luces de las cámaras, la realidad de la clonación sigue llegando, aunque es aún difícil determinar qué traerá consigo.
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