Sábado, 28 de mayo de 2011 | Hoy
Por Ignacio Uman
¿Por qué el Instituto de Cálculo de la Universidad de Buenos Aires llegó a ser una institución pionera en la región, cuyo impacto excedió por mucho a la existencia física de Clementina? ¿Cómo logró constituir un espacio de investigación interdisciplinaria al servicio de las necesidades del país? ¿Quiénes acompañaron a Manuel Sadosky en esa singular misión? Algunas de estas preguntas fueron el disparador de las Jornadas Manuel Sadosky, que se desarrollaron el 12 y 13 de mayo en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA, con la presencia de los pioneros de la computación científica nacional. Organizadas por el Departamento de Computación de dicha facultad y por la Fundación Sadosky, las jornadas tuvieron el objetivo de conmemorar el 50º aniversario de la computación en nuestro país.
Durante el acto de apertura realizado en el Aula Magna del Pabellón I de Ciudad Universitaria, el director del Departamento de Computación, Sebastián Uchitel, subrayó la importancia de haber tenido una carrera de computador científico precursora en el mundo y que fue la más antigua en Sudamérica. Después el decano de la FCEyN, Jorge Aliaga, leyó las primeras actas de Consejo Directivo, que contenían la conformación del proyecto pionero del Instituto de Cálculo de la Facultad en el año 1957 y destacó que “Clementina sigue presente en la Facultad y en el Departamento de Computación”.
Luego Jonás Paiuk, responsable de Ingeniería Electrónica del Instituto de Cálculo, recordó el espíritu de la época: “Mi vida cambió cuando me incorporé al Grupo de Ingeniería Electrónica del Instituto. Realizamos trabajos aplicados en una fuerte conexión la industria”. Esos trabajos se hicieron, por ejemplo, para YPF, Entel, el INTA, la Cepal, entre otros. Y agregó emocionado. “Pocos grupos tenían esa mística. Eramos unas cien personas, con la coordinación de Manuel Sadosky y Rebeca Guber, quienes tuvieron una excepcional capacidad de formarnos”.
Por último, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, señaló la importancia de las tecnologías de la información, las comunicaciones y la computación como prioridad estatal. “Clementina tiene una hija que muchos desconocen y es Clementina 2. Es hora de recuperar este rumbo que Argentina supo tener. No hay en este momento ninguna limitante objetiva para que la ciencia argentina adquiera finalmente el rol que Manuel Sadosky, Juan José Giambiaggi, Rolando García y tantos otros avizoraron en ese momento”, remarcó Barañao.
Las jornadas retomaron muchas de las vivencias de los pioneros, entre ellos Ernesto García Camarero (matemático español que llegó a Argentina en 1960 con trayectoria en la computadora Mercury y dictó los primeros cursos de programación de Clementina), Julián Aráoz (responsable del grupo de Investigación Operativa del IC), Wilfred Durán (responsable del desarrollo del primer lenguaje de programación nacional), Victoria Bajar, Juan Carlos Angio, Cristina Zoltán (Programadores), Víctor Pereyra (Investigador en Mecánica Celeste) y Arturo O’Conell (economista que trabajó con Oscar Varsavsky en economía matemática). También Pablo Jacovkis presentó la historia del Instituto de Cálculo como proyecto de la Universidad de los años ’60.
Algunas de las anécdotas compartidas consistieron en comentar cómo se trabajaba con la supercomputadora (por ejemplo, si los programadores se equivocaban en la carga manual de datos en la cinta de papel, cortaban un pedacito en diagonal y pegaban el papelito correcto de nuevo en la cinta). Wilfred Durán hizo mención al primer compilador nacional, el Comic, al juego del Nim y a un simpático artículo escrito por él y titulado “De cómo amé a la computadora, llegué a ella y fui correspondido”. También se explicó cómo se realizaron proyectos innovadores en el contexto del Instituto de Cálculo (por ejemplo el censo de 1960, el cálculo de la órbita del cometa Halley o modelos de simulación de ríos andinos que hasta entonces sólo se había realizado en Harvard). Las actividades concluyeron el 15 de mayo, en un emotivo acto que se desarrolló en la Biblioteca Nacional. Allí los protagonistas de aquel encomiable sueño hecho realidad pudieron reencontrarse después de tantos años y transmitir el invalorable legado e ideal que hoy les dejan a las nuevas generaciones de científicos e investigadores argentinos.
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