Sábado, 17 de diciembre de 2011 | Hoy
ANTECEDENTES, PERFIL Y CURIOSIDADES DEL SOFISTICADO GEOLOGO ROBOT DE LA NASA
El Mars Science Laboratory (MSL), que partió rumbo a Marte el pasado 26 de noviembre, no es una aventura espacial “promedio”. Ni tampoco una solitaria apuesta científica. Todo lo contrario: es una jugada especialmente sofisticada, osada y costosa (más de 2000 millones de dólares), dentro del Programa de Exploración de Marte de la NASA.
Por Mariano Ribas
El Programa de Exploración de Marte de la NASA es un plan escalonado y de larga duración, que durante los últimos años ha dado lugar a misiones verdaderamente memorables, como el Mars Pathfinder y el Mars Global Surveyor (a fines de los años ’90), o las sondas orbitadoras Mars Odyssey y Mars Reconnaissance Orbiter (en esta última década y aún en funcionamiento). Y por supuesto: los heroicos y simpáticos rovers Spirit y Opportunity. Ni más ni menos que los antecesores directos del MSL. Por eso bien vale la pena dedicarles un párrafo aparte y luego sí, continuar con su heredero.
Desde su arribo al planeta rojo, en enero de 2004, estos verdaderos geólogos robotizados sobre ruedas (seis), de 1,6 metro de largo por 2,3 metros de ancho y paneles solares a modo de “alas”, recorrieron kilómetros y kilómetros por las secas, pedregosas y oxidadas llanuras marcianas. Cada uno por su lado, en dos lugares diametralmente opuestos del planeta. Y más allá de enviarnos magníficas imágenes de aquellos gélidos paisajes extraterrestres, Spirit y Opportunity cosecharon pilas de evidencias, diferentes y complementarias, que confirmaron, de una vez y para siempre, que hace muchísimo tiempo Marte tuvo abundantes masas de agua líquida en su superficie. Hace 3 o 4 mil millones de años. Un dato nada menor que nos habla de un planeta húmedo y templado, enteramente distinto a lo que es ahora.
La gesta científica de Spirit y Opportunity fue también una gesta de asombrosa supervivencia: de entrada, la vida útil de estos geólogos robotizados fue estimada en el orden de 3 a 6 meses. Y más allá de tropiezos, tormentas de polvo y momentos muy complicados, ambos aparatos funcionaron decenas de veces más de lo esperado: Spirit dejó de funcionar recién en 2010. Y, créase o no, Opportunity sigue vivito y coleando. Casi 8 años después de su arribo a la región de Meridiani Planum (en pleno ecuador marciano), y tras recorrer más de 21 kilómetros. Y ahora está paradito y desafiante, junto al borde de un enorme y apetitoso objetivo geológico: el cráter Endeavour, de 22 kilómetros de diámetro.
Y allí va, entonces, el Mars Science Laboratory (MSL), con el legado a cuestas de Spirit y Opportunity. Con el mismo “espíritu” y con la misma “oportunidad” de explorar un mundo hermano. Y claro, también empujado por el poderoso motor de la “curiosidad” humana. No es raro, entonces, que el MSL se llame, más coloquialmente, Curiosity.
El súper rover marciano Curiosity es una contundente versión ampliada y mejorada de sus dos ilustres predecesores (ver cuadrito, aquí mismo, y mención en la entrevista a John Grotzinger). Y fue lanzado desde el Centro Espacial Kennedy, en Cabo Cañaveral, Florida, el pasado 26 de noviembre (a las 12.02 del mediodía de nuestro país), a bordo de un elegante cohete Atlas V. Cuarenta minutos más tarde, el tramo final del cohete (Centauro) aceleró a la nave a casi 40 mil/km por hora, iniciando un viaje de 565 millones de kilómetros.
Si todo marcha bien, el MSL, o Curiosity, da lo mismo, llegará a Marte el 6 de agosto de 2012. La fase de descenso, probablemente la más crítica de toda la misión, comenzará cuando la nave, una suerte de doble capuchón con el rover en su interior, ingrese a la atmósfera marciana, a unos 125 kilómetros sobre la superficie. Tras algunos ajustes en la trayectoria final (a manos de pequeños retrocohetes), y ya a unos 11 kilómetros del suelo, se desplegará un enorme paracaídas. Inmediatamente después, se separará la parte inferior del “capuchón”: el escudo térmico. Finalmente, a unos 1500 metros de altura, se desprenderá la parte superior del capuchón y el paracaídas. En ese último tramo, Curiosity seguirá descendiendo con la ayuda de un último aparato auxiliar: una “grúa celeste” que, mediante un sistema de retrocohetes y cables, y ya a sólo 20 metros de altura, se ocupará de posar suavemente la preciosa carga en suelo marciano. Pero no en cualquier lado, sino en un sitio muy específico del planeta rojo.
El rover Curiosity descenderá dentro del enorme cráter Gale (158 kilómetros de diámetro), situado a 4,5 grados al Sur del ecuador de Marte. Un blanco cuidadosamente seleccionado (entre 60 lugares candidatos) por los científicos de la NASA, porque presenta sugerentes materiales químicos vinculados con la presencia de agua y porque en su zona central contiene una enorme montaña, que se eleva unos 5 mil metros por encima del “piso” del cráter. Se trata de una compleja estructura, formada por múltiples capas de sedimentos, acumulados a lo largo de cientos y miles de millones de años. Un inmejorable registro de la historia geológica (y por qué no, climática) de Marte. “Esta es una de las secciones de rocas sedimentarias, expuestas en capas, más gruesas del Sistema Solar –dice Joy Crisp, científico adjunto de la misión MSL y, yendo al meollo de todo el asunto, agrega–: el registro geológico preservado en estas capas de rocas data de miles de millones de años y puede contarnos si Marte ha sido habitable alguna vez, cuándo y durante cuánto tiempo.” Justamente, ése es el principal objetivo de esta nueva empresa de la NASA: determinar la “habitabilidad” de Marte. Pasada, e incluso, presente (ver entrevista).
En principio, la idea es hacer bajar a Curiosity al pie de esa monumental montaña de sedimentos, dentro de una elipse de sólo 20 kilómetros de diámetro. Es una zona relativamente llana y segura para un amartizaje. Según lo previsto, en su primer día en Marte, el rover de la NASA no se moverá, sino que los controladores de la misión (en el Jet Propulsión Laboratory, de la NASA, en California) realizarán todos los chequeos necesarios –vía radio, mediante la “Antena de Alta Ganancia” de la nave, por supuesto– para saber si el aparato está en buenas condiciones, bien orientado y bien apoyado en el terreno. Además, a poco de llegar, Curiosity desplegará su mástil y encenderá sus cámaras para un primer reconocimiento del lugar. Recién al quinto día de su arribo, el explorador robot comenzará a rodar por las arenas marcianas.
Y entonces, vendrá lo mejor: durante todo un año marciano (casi dos de los nuestros), este todoterreno de seis ruedas, equipado con un formidable set de instrumentos, explorará a fondo la zona. Primero, recorrerá durante semanas (o meses) la llanura circundante. Y una vez terminado ese reconocimiento inicial, se arrimará a la base de esa montaña de sedimentos, para luego intentar una lenta y arriesgada escalada. Se estima que Curiosity tomará y analizará, en total, unas 70 muestras de rocas y suelo. Materiales que probablemente darán cuenta de las variaciones en los ambientes marcianos a lo largo de millones de años. De hecho, estudios realizados por sondas orbitales (especialmente el Mars Reconnaissance Orbiter) indican que el lugar elegido es rico en arcillas y sulfatos, compuestos minerales que se forman en presencia de agua. Allí bien pudo haber existido un lago marciano. Y allí, también, podrían encontrarse compuestos orgánicos, muy bien preservados dentro de la arcilla (como ocurrió aquí en la Tierra). Pistas que, en conjunto, podrían definir, ni más ni menos, el grado de “habitabilidad” que tuvo Marte en distintos momentos de su historia. El nuevo y más fenomenal chiche científico de la NASA no está equipado para detectar evidencias directas de vida. Pero sí podrá determinar si el planeta tuvo las condiciones mínimas y necesarias para su existencia. No es poca cosa.
Tamaño: 3 m de largo, 2,7 de ancho y 2,1 de alto (mástil).
Peso: 900 kilos.
Instrumentos científicos: Diez en total, incluyendo la cámara principal (MastCam) y la cámara química (ChemCam), ambas en el mástil; espectrómetros, detectores de radiación, sensores meteorológicos y un brazo robot.
Fuente de energía: Batería de plutonio de diez años de duración.
Distancia a recorrer: Alrededor de 20 kilómetros en total. Podrá moverse hasta 90 metros por hora y 200 metros por día.
Vida útil (mínima): Un año marciano (23 meses terrestres).
El Mars Science Lander Curiosity es un laboratorio geológico rodante. Tiene el tamaño de un auto chico y seis ruedas de tracción, suspensión y movilidad independiente. Tiene computadoras, reguladores de temperatura, antenas para comunicarse con la Tierra y con naves en órbita marciana y un brazo mecánico (equipado con un taladro y una pequeña pala) para tomar muestras del terreno. Entre sus diez instrumentos científicos se destacan especialmente dos: la MastCam, los “ojos” del vehículo, una cámara de alta resolución que tomará fotos y videos del paisaje y de puntos de especial interés geológico. Y la ChemCam, una cámara con un poderoso rayo láser infrarrojo capaz de pulverizar y evaporar la superficie de las rocas, permitiendo, mediante un espectroscopio, un fino análisis químico de su composición.
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