VIDA Y CAMBIOS DEL A. SCALABRINII
En 1898, el gran científico argentino Florentino Ameghino describió al Arrhinolemur scalabrinii, un cráneo fósil descubierto cerca de la ciudad de Paraná, como un antiguo primate. Hoy resulta que se trataba de un pez.
› Por Martin Cagliani
Arrhinolemur scalabrinii descansa ya con los peces. No estamos haciendo alusión a la famosa frase de El padrino, metáfora válida para indicar que esta especie animal fue asesinada y arrojada al río. Sino que estamos ante un claro ejemplo de cómo funciona la ciencia, no existen las verdades incuestionables, todo puede y debe ponerse en duda, por más que haya sido dicho por la más grande eminencia de la ciencia. El A. scalabrinii comenzó siendo un primate y 114 años después terminó siendo un pez.
Para seguir con esta historia, situémonos en tiempo y lugar. La fecha es 1898; el lugar, Argentina. Por esa época, la paleontología, la ciencia de los fósiles, estaba apenas en sus inicios. Recién habían pasado 40 años desde la publicación de El origen de las especies, de Charles Darwin, que había revolucionado la biología y el pensamiento científico en general, al presentar pruebas de que la evolución era un hecho comprobado y comprobable. Así fue que los fósiles pasaron a tener un protagonismo sin igual, porque podían explicar el pasado evolutivo de especies actuales.
Fue en ese año que el paleontólogo argentino Florentino Ameghino describió por primera vez el A. scalabrinii. Para ello sólo contaba con un pequeño fragmento de cráneo descubierto cerca de la ciudad de Paraná, en Entre Ríos. El nombre específico fue en honor al descubridor, Pedro Scalabrini, un coleccionista de fósiles de la vecina ciudad de Corrientes.
Estudiar la evolución de los vertebrados, es decir, los animales con columna vertebral, es un trabajo detectivesco, ya que generalmente los restos fósiles que se descubren son sumamente incompletos, lo que suele complicar la interpretación de a qué especie, género y grupo pertenece el fósil descubierto. Hoy en día existe un registro fósil amplio y, gracias a Internet y a las comunicaciones, se puede recurrir a la comparación con especies vivas y fósiles con relativa facilidad.
En tiempos de Ameghino, uno de los más grandes paleontólogos argentinos, esta ciencia era mucho más complicada. El amigo Florentino notó que el fósil era muy extraño e inusual, y decidió asignarlo a la familia primate de los lemúridos, basándose en un examen superficial del fósil, que permaneció durante mucho tiempo sin ser limpiado. Los fósiles generalmente se recuperan cubiertos de sedimentos, en el campo, para poder limpiarlos y dejar sólo el hueso petrificado a la vista en el laboratorio.
Recientemente, Sergio Bogan y colegas publicaron un estudio en el que describen un nuevo análisis del fósil, y concluyen que no es ni primate ni tampoco pertenece a los mamíferos. Es nada menos que un pez.
Bogan es paleontólogo de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara y del Departamento de Ciencias Naturales y Antropología de la Universidad Maimónides. Conversando con él, le preguntamos qué los llevó a revisar ese fósil en particular. “Era todo un desafío –nos dijo–, mi amigo Federico Agnolin (co-autor del artículo) hace años se cruzó con ese curioso espécimen en las colecciones del Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, de Buenos Aires, y me dijo: tenés que verlo, tiene dientes, ¿qué será?”
Antes que Bogan, en el año 1945, los paleontólogos Simpson y Mones ya habían comentado que ese cráneo debía ser de un pez y no de un lémur. “Nos movilizaba la duda de qué pez podía ser. Primero revisamos cuidadosamente las publicaciones de Ameghino y nos dimos cuenta de que tenía que ser un pez, y lo primero que se nos ocurrió es que podía ser un pacú (un pez frugívoro que tiene fuertes dientes y que está cercanamente emparentado con las pirañas)”, dice Bogan.
Así fue que se puso en campaña para estudiar el fósil en persona. “Apenas lo saqué de la pequeña cajita que lo contiene, me di cuenta de lo que era realmente, se trataba de un pez de la familia de las actuales bogas (Anostomidae). No tenía ninguna duda, la conformación de las fauces, el tipo de dientes, todo era coherente con ello. Me sentí sumamente emocionado, yo sabía que no se conocían fósiles tan completos de peces de esta familia. Para colmo, ese fósil tenía algo distinto a todas las bogas que conocía, parecía no tener una fontanela (espacio que separa los huesos del cráneo) entre los huesos frontales.” Las bogas son uno de los peces más comunes y abundantes del Río de la Plata, el Paraná y el Uruguay.
EL ERROR DE AMEGHINO
¿Por qué es que un paleontólogo tan reputado como Ameghino se equivocó de semejante manera? Bogan nos comenta que “todo hay que verlo desde su contexto histórico: Ameghino era un paleontólogo de primera línea, él fundó las bases de gran parte de la paleontología de nuestro país, en una época fuertemente positivista y donde todo estaba por ser descubierto. Como gran teórico, Florentino desarrolló en miles de páginas sus ideas sobre la evolución de la fauna americana y pensaba fervorosamente en el posible origen sudamericano de muchos grupos de estos mamíferos, incluyendo el mismísimo ser humano”.
“En 1898 –sigue Bogan–, cuando llega a sus manos el fósil en cuestión, Ameghino dice claramente que el ejemplar está muy recubierto de roca y que se puede apreciar muy poco del él, pero por el tipo de dientes que tiene, tiene que ser un primate muy primitivo. No le fue posible distinguir fosas nasales en el fósil, algo que lo llevó a pensar que ciertamente éste era un lémur de lo más raro.” Un año más tarde, Ameghino logra extraer gran parte del fósil de la matriz rocosa que lo mantenía atrapado y publica nuevamente un artículo científico ampliando la descripción del fósil, pero considerándolo un mamífero bizarro y dejando entrever que ya él mismo ha descubierto que este fósil era raro y que tal vez no fuera en realidad un fósil de lémur. “A mi entender, Ameghino confundió el fósil de este pez con el de un lémur porque su carga teórica en ese entonces estaba centrada en el estudio de mamíferos y, si usted apreciara la morfología de los dientes de las bogas, se daría cuenta de que son sumamente parecidos a los dientes de algunos mamíferos. La morfología de los dientes de los anostómidos es incisiforme, similar a los incisivos de un primate. Por ello, el error no es tan descabellado en principio.”
Así fue que un fósil pasó de ser un primate a un pez del que se conocía muy poco. Terminaron cambiándole el nombre. Para que se adecuara más al grupo al que pertenece realmente, lo llamaron Leporimus scalabrinii. En palabras de Bogan, “es el fósil más completo que se conoce de un pez anostómido, representa la única forma extinta conocida en el mundo de esta familia. Creemos que representa un pequeño paso adelante para construir la fragmentaria historia evolutiva de los peces sudamericanos”.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux