Sáb 17.11.2012
futuro

Embarazos demasiado dulces

› Por Jordana Dorfman

Nacer antes o después de un avance importante en medicina puede ser decisivo para la vida de una persona. Si la persona en cuestión padece diabetes, ese momento ocurrió a principios del siglo XX. Fue el antes y el después del descubrimiento de la insulina. Y si esta persona está embarazada, el corte decisivo ya no fue sólo fundamental para una, sino para dos.

El protagonismo de la insulina se debe a que una de las funciones de esta hormona, generada por el páncreas, es facilitar el acceso de la glucosa (un tipo de azúcar y principal fuente de energía del cuerpo) a las células de todo el organismo. Si la hormona no se produce en suficiente cantidad, o si los tejidos resisten su acción, el azúcar queda circulando en la sangre; con diversas consecuencias graves para la salud, tanto en el corto como el largo plazo. Diagnóstico: diabetes. Y hoy en día, la aplicación de insulina y otros recursos médicos y de hábitos de vida permiten un excelente control de la enfermedad. Se pueden evitar o morigerar las temidas complicaciones.

Esto ocurre para cualquier tipo de diabetes, que de hecho no es una enfermedad, sino diferentes, con distintas causas, pero similares resultados. Y si acontece antes o durante el embarazo, se requiere de cuidados muy específicos para proteger la salud de la mamá y de su hijo.

LA DIABETES QUE SE ANUNCIA CUANDO LA PANZA CRECE

En todo embarazo ocurren cambios en el metabolismo del cuerpo de la madre. Uno de ellos está vinculado con modificaciones en la generación de insulina y en la resistencia de los tejidos a la acción de esta hormona. Los motivos aún se estudian, pero, en principio, durante los primeros meses aumenta la sensibilidad a su acción. Es probable que esto suceda para facilitar la absorción de glucosa y, en consecuencia, la generación y reserva de más energía.

En la medida en que avanza el segundo trimestre, y en adelante, sucede lo contrario, las células comienzan a resistir la acción de la hormona; quizá para aumentar el azúcar en la sangre y redirigirla al feto para nutrirlo en su constante crecimiento. Pero lo cierto es que el páncreas de la mujer, ante esta resistencia, debe trabajar con más intensidad. Y en algunos casos, el órgano no soporta esta sobrecarga y no genera suficiente cantidad de insulina para los requerimientos de esa etapa del embarazo; por ende, la glucosa no entra con eficiencia en los tejidos y queda circulando en la sangre, se detecta un exceso (hiperglucemia), y se presenta la llamada diabetes gestacional (DG). Esta es una de las posibles causas de este tipo de diabetes, que en definitiva se define como aquella aparecida durante el embarazo. Llega sin aviso.

GLUCOSA, DIAGNOSTICO Y DESPUES

La estrategia para una detección temprana es un punto aún en debate por varios motivos. Uno de ellos es que no existen, hasta ahora, suficientes estudios epidemiológicos para esta enfermedad, que comenzó a mencionarse tímidamente en el mundo académico a principios del siglo XIX (ver recuadro). Por otro lado, aún se estudian los efectos en el feto, lo que permitiría determinar si el momento en que se realizan los análisis a la madre y los valores límites establecidos para el diagnóstico son correctos, o podría estar ocurriendo una afectación en el bebé antes de que se realicen los estudios.

En relación con esto, hace cuatro años se conocieron los resultados del Estudio sobre Hiperglucemia y Resultados Adversos del Embarazo (HAPO, según sus siglas en inglés), realizado en nueve países, y que siguió más de 25.000 embarazos. Para investigar la relación entre los valores de glucosa en la sangre (glucemias) de la madre –hallados con métodos específicos– y los riesgos para el hijo. El consenso actual sobre DG de la Sociedad Argentina de Diabetes contempla los resultados de este estudio. Hoy, todas las embarazadas deben realizar análisis para determinar si la enfermedad está presente, con métodos y en momentos que varían de acuerdo con la existencia o no de síntomas, antecedentes familiares y personales (como sobrepeso, síndrome de ovario poliquístico, mayores de 30 años, entre otros).

Cuando se detecta diabetes gestacional, por ahora en general en el segundo trimestre, el tratamiento se basa en los mismos pilares que los de cualquier tipo de diabetes (ver recuadro), salvo lo específico para la gestación. Y si se lleva a cabo, el embarazo puede desarrollarse en forma normal. Del mismo modo el parto, luego del cual, en la mayoría de los casos, la diabetes desaparece. Lo que destacan los especialistas es que la DG indica que la mujer que la padece tiene riesgo de desarrollar con el tiempo diabetes tipo II. Por eso la importancia de que se realice controles periódicos luego del nacimiento, y lo más importante es el desarrollo de hábitos alimentarios y de actividad física que favorezcan la prevención de la enfermedad. Sí, la diabetes tipo II se puede prevenir, según diversos trabajos de investigación y actual consenso médico, en más del 50 por ciento de las personas con riesgo de padecerla.

CUANDO LA DIABETES LLEGA ANTES QUE EL EMBARAZO

Previamente al descubrimiento de la insulina, y de otros avances en el tratamiento de las diversas formas de diabetes, una mujer que padecía la enfermedad tenía muy pocas chances de embarazarse, y si ocurría, su vida y la del bebé estaban en peligro, con pocas posibilidades de buena salud. Pero hoy no importa si la diabetes es, por ejemplo, de tipo I (la autoinmune, aparece antes de los 30), la LADA (prima de la I, pero aparece después de los 30), la tipo II (la más común y la prevenible), la MODY (vinculada con mutaciones genéticas en células del páncreas), el embarazo con desarrollo y final feliz es posible.

Los especialistas subrayan la importancia de planificar con tiempo el embarazo, de modo que se llegue con un estado metabólico adecuado para proteger la salud de la madre y el hijo. O, de no ser posible, comenzar con los cuidados tan pronto como se conoce el embarazo. También, el médico tiene en cuenta –para la planificación del tratamiento y el parto– si la mujer padece complicaciones propias de la diabetes mal controlada. Además, la medicación oral está contraindicada por la seguridad del feto, salvo excepciones en que la madre deberá aceptar por consentimiento informado. Por eso, en general, lo que se indica es el uso de insulina durante los nueve meses. Pero con los cuidados adecuados, se puede.

FINAL FELIZ

La química de la gestación es muy compleja, y aún se estudian muchos de sus aspectos. En lo que refiere a diabetes, se cree que el “ambiente” dentro del útero –más factores genéticos– influye en el desarrollo del embrión y el feto. Por eso, cuando la mujer padece algún tipo de diabetes previa, es fundamental el control temprano de la enfermedad y, más aún, en lo posible programar con anticipación el embarazo, ya que se reducen las posibilidades de malformaciones en el bebé casi al mismo nivel que en un embarazo normal. Y en cualquier caso, si no hay un manejo adecuado de la enfermedad, el hijo puede padecer problemas metabólicos a futuro, que varían de acuerdo con el tipo de diabetes previa o gestacional que tuviera la madre.

Además, lo que puede ocurrir –con cualquier diabetes de la madre que no esté bien controlada– es que el exceso de glucosa llegue al feto, lo que se traduce en un bebé de mucho peso, con posibilidades de complicaciones en el parto que suelen derivar en cesárea. También, la hiperglucemia en la mujer dispara una mayor generación de insulina por el páncreas del bebé, y es posible que, al momento de nacer, ese excedente de hormona suscite una hipoglucemia, es decir, una bajada súbita de la glucosa en la sangre del chiquito, con graves consecuencias si no es detectada a tiempo. El niño también puede tener dificultades para respirar, entre otros problemas.

Así, si bien no se conocen con exactitud los mecanismos por los que la diabetes de la madre afecta al hijo, sí se conoce cuáles son los riesgos de complicaciones en la salud del bebé y la mamá. Y es claro que un buen control de la enfermedad los previene. Pero un buen control de cualquier tipo de diabetes no se reduce a la incorporación de medicamentos. Se necesita también educación diabetológica, para aprender a manejar la enfermedad durante las 24 horas y, a veces, apoyo psicológico. Además de insumos médicos (aparte de la medicación específica), que están previstos en la ley de protección al diabético, pero que no siempre los responsables de proveerlos lo hacen en tiempo y forma. Pero ése ya es otro tema. O no.

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