Sáb 02.11.2002
futuro

SE CUMPLEN 45 AÑOS DEL PRIMER VIAJE DE UN SER VIVO AL ESPACIO

El legado de Laika

› Por Mariano Ribas

Hace 45 años, una perrita husky recogida en las calles de Moscú se convirtió en el primer habitante de la Tierra que viajó al espacio. La hazaña de Laika, a bordo del tosco Sputnik II, fue uno de los momentos más recordados de la carrera espacial, a pesar de que jamás regresó. Eran tiempos en que la tecnología espacial recién comenzaba a gatear. Y, en consecuencia, los riesgos eran altos. Su viaje fue el broche final de una serie de pruebas anteriores, también protagonizadas por resignados animales. Y, a la vez, sentó las bases para el gran salto humano al espacio.

Vuelos suborbitales
El lanzamiento del satélite ruso Sputnik I, en octubre de 1957, marcó el comienzo “oficial” de la Era Espacial. Sin embargo, unos años antes, cuando la NASA ni siquiera existía, la fuerza aérea norteamericana ya había lanzado algunos cohetes “tripulados” (tipo V2) a varias decenas de kilómetros de altura: en 1949, los monos Albert I, II, III y IV lograron sobrevivir a la primera parte de sus respectivos vuelos, pero murieron al regresar por fallas en los sistemas de paracaídas. La idea de esta experiencia fue testear el comportamiento y la salud de estos simios en vuelos cuasi-espaciales. Dos años más tarde, en septiembre de 1951, un cohete Aerobee despegó de la Base Holloman, en Nuevo México, llevando al mono Yorick y a once ratones hasta una altura de 70 mil metros. Y, esta vez, todos fueron rescatados con vida. Lo mismo sucedió al año siguiente, cuando dos ratones y dos monos filipinos, Patricia y Mike, llegaron a una altura de casi 60 mil metros. Y una cámara los estuvo espiando, para ver cómo se las arreglaban con la aceleración, la falta de peso momentánea y la desaceleración. Después de su aventura, Patricia y Mike se ganaron un lugar de lujo en el Zoológico Nacional de Washington, donde vivieron el resto de sus vidas.

Las pruebas soviéticas
A mediados de los ‘50, la Unión Soviética, que a esa altura ya tenía una amplia experiencia en materia de cohetería, comenzó a entrenar a su primer equipo de “cosmonautas”. Todavía no era el turno del gran Yuri Gagarin sino que se trataba de un grupo de nueve “perros espaciales” (tal como se los llamó). Allí estaban, entre otros, Albina y Tsyganka, los primeros animales que llegaron a rozar los límites de la atmósfera (a casi 500 km de altura). En la fase de descenso de su cohete, su cápsula fue eyectada, y llegaron con vida a la superficie. Todos estos vuelos suborbitales, anticipos del verdadero comienzo de la Era Espacial, sirvieron para obtener preciosa información sobre las condiciones imperantes a bordo de los cohetes (y la adaptación de los seres vivos a esas mismas condiciones), y para probar nuevas tecnologías.
En 1957, los soviéticos sabían que ya podían dar el siguiente paso: enviar satélites y seres vivos al verdadero espacio. El 4 de octubre de 1957 fue lanzado el primer satélite artificial de la Tierra: el Sputnik I, una bola metálica de medio metro de diámetro con cuatro antenas. Unas semanas más tarde, y en medio de una gran conferencia de prensa, unaruidosa perrita fue presentada en sociedad. Y sus ladridos se oyeron por radio.

La perrita cósmica
No era para menos: Laika, que hasta entonces vagaba por las calles moscovitas, iba a ser la tripulante del Sputnik II. La nave despegó desde el Cosmódromo Baikonur, en la punta de un poderoso cohete SS-6 que la llevó a la impresionante altura de 1671 km (el doble que el Sputnik I). En el interior del Sputnik II, Laika iba sujeta en un arnés, y apenas podía moverse para comer y beber. Una serie de instrumentos controlaban sus signos vitales durante el vuelo. Laika, heroica, sobrevivió al principio del vuelo, e incluso llegó a dar algunas vueltas a la Tierra. Pero su final estaba sellado: la nave no estaba preparada para regresar. E indefectiblemente se quemaría y se desintegraría al reingresar en la atmósfera (tal como ocurrió en abril de 1958, después de dar más de 2 mil vueltas alrededor del planeta). Hubo muchas versiones sobre su muerte: se dijo, por ejemplo, que vivió entre 4 y 10 días en órbita. Y que luego recibió una ración de comida envenenada. Hace unos días, Dimitri Malashenkov, director del Instituto de Problemas Biológicos de Moscú, dio otra versión: según él, Laika murió apenas unas horas después del lanzamiento, víctima del pánico y del calor.

Los herederos de Laika
Laika y los Sputnik abrieron la brecha. En agosto de 1960, las perras Belja y Strelka viajaron ida y vuelta al espacio en el Sputnik V. Y antes que ellas, algunos monos norteamericanos habían logrado éxitos resonantes, como Sam y Miss Sam, que sin llegar al espacio realizaron sendos vuelos suborbitales (y luego, tuvieron hijos). O el pobre Ham, otro chimpancé que en 1961 se salvó de milagro de ahogarse, cuando su nave se descontroló en el descenso, cayendo al mar en un lugar inesperado. Ya eran los tiempos de Yuri Gagarin, John Glenn y todos los que siguieron. Pero los animales continuaron viajando al espacio. Y aún hoy, ratones e insectos suelen viajar en los transbordadores espaciales.
En 1997, en las afueras de Moscú, se erigió un monumento para homenajear a los cosmonautas rusos fallecidos. Y allí, en medio de esas siluetas, se asoma, orgullosa, la perrita Laika.

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