Sábado, 4 de mayo de 2013 | Hoy
MIGRATOLOGíA: HACIA UNA CIENCIA DE LAS MIGRACIONES
La población mundial tiende cada vez más a migrar a las ciudades y a incrementar su movilidad. Para el año 2050 ocho de cada diez personas vivirán en espacios urbanos. En esta edición Futuro pone atención en la migratología, o la necesidad de que la ciencia estudie a la humanidad y sus desplazamientos.
Por Ignacio Jawtuschenko
Las migraciones son el hormigueo del mundo. Un hormigueo antiguo, como antigua es la búsqueda de valles de climas templados, donde abunda el agua y los suelos fértiles. Sabemos que los seres humanos ocuparon Africa hace 150 mil años, salieron de allí hace 70 mil años e ingresaron a Europa para luego colonizar Asia y Australia hace unos 40 mil. En América ingresaron hace 20 mil años, y ya 2 mil años atrás todas las islas del Pacífico estaban ocupadas. La Edad Media fue cruzada por tres procesos migratorios masivos: las invasiones bárbaras, la expansión del Islam y la formación del Imperio Bizantino. Entre 1800 y 1950 la gran emigración europea, relacionada con el éxodo rural, y las posguerras involucraron a unos 55 millones de europeos que emigraron hacia América y Australia.
Claro que la historia es una marea que no termina allí. Hace unos días, por caso, pudo saberse que sólo en 2012, 82 mil españoles abandonaron su país para buscar empleo en otras latitudes ante la crisis de ocupación que sufre España, cifra que representa un aumento de 5,5 por ciento en comparación con el 2011.
Las migraciones y sus derivas constituyen en la actualidad uno de los principales temas de las agendas internacionales, y seguirán siendo una constante de la humanidad. Detrás de todo poblamiento hay un recorrido que difícilmente se detiene. La condición migratoria, la procedencia, resuena (y siempre) en las identidades de los sujetos y en los imaginarios colectivos.
Cada vez más los demógrafos indagan en la relación de las poblaciones y el espacio, y en los conflictos de desigualdad territorial. Por ello dialogamos con Hervé Domenach, uno de los referentes mundiales en análisis demoespacial y evolución de usos del territorio. Domenach es director honorario del Instituto de Investigación para el Desarrollo I. R. D., profesor en el Instituto de Urbanismo y Planificación la Universidad Aix Marseille (Francia) y docente en el Doctorado en Demografía que la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) dicta en el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
“En realidad –señala Domenach– el hecho migratorio está cambiando profundamente de naturaleza, y la ciencia debe sacar conclusiones de ello. Se está imponiendo gradualmente una aproximación más ‘migratológica’, inspirada en el contexto global de las mutaciones societales.”
La aparición de un vocabulario migratorio ilustra su evolución: “las minorías étnicas”, “las segundas generaciones”, “la asimilación abierta”, “la reemigración”, “el derecho a la diferencia”, “diásporas como factor de desarrollo” son ejemplos.
¿Existe una ciencia de las migraciones? Al parecer el estudio de la migración no tiene hasta el momento una identidad académica fuerte y aparece más bien como un tema secundario. Los criterios de clasificación de la disciplina no han sido jamás muy claros y el fenómeno aparece, según el país, como un aspecto de la geografía, como un aspecto de la economía, o incluso como un subtema del tema población, este último parcialmente ligado a la sociología.
Para Domenach ha llegado el momento de renovar el estudio de las migraciones, o sea –literalmente– bregar por una “migratología”, que permita entender la modernidad migratoria según las mutaciones societales contemporáneas y la evolución consecuente de sus dos dimensiones analíticas fundamentales: “espacio-tiempo” y “flujos-stocks”.
No es una tarea trivial. En el actual contexto de crisis internacional, varios países consideran a los migrantes una amenaza a la seguridad de Estado.
Sin dudas, el trato que un país les da a sus migrantes es una prueba del modelo de sistema político que intenta construir. En la Argentina, según el Censo 2010, los inmigrantes representan el 4,5 por ciento de la población (1.805.957 personas). De ellas, las comunidades paraguaya, boliviana y, en menor medida, peruana, son las que muestran mayor vitalidad por su persistencia y crecimiento. Nunca en la historia vivieron en la Argentina tantos oriundos de países limítrofes, 3,1 por ciento del total. El 62,2 por ciento del total de extranjeros reside en el Area Metropolitana de Buenos Aires. Esta consolidación se explica por medidas fundantes como la nueva Ley de Migraciones N° 25.781 y el Plan Nacional de Normalización Migratoria “Patria Grande”, que desde el 2004 cambiaron el abordaje sobre la cuestión poniendo el foco en la integración del migrante a la sociedad, teniendo en cuenta sus derechos humanos. Tres de cada diez extranjeros llegaron al país entre 2002 y 2010.
Por otra parte los últimos datos censales indican que se revirtió la histórica tendencia decreciente de población extranjera, que venía en disminución desde el año 1914 (cuando llegó a representar el 29,9 por ciento del total de habitantes). La Argentina, junto a Brasil y Estados Unidos, son los mayores países receptores de la migración transatlántica de principios del siglo XX.
En todo el mundo cada día se producen 395 mil nacimientos y 170 mil muertes, o sea hay 225 mil habitantes suplementarios diarios. Alrededor de 6,7 millones de individuos suplementarios al mes y cerca de 81 millones suplementarios al año.
Los cambios demográficos presentan tres características fuertes: envejecimiento general de la población, urbanización creciente y desruralización.
Si bien la desruralización tiende a acelerarse (entre siete y ocho mil nuevos habitantes urbanos por hora, aproximadamente 180 mil al día y 65 millones al año), es un proceso de larga data. En el año 1800 sólo el 2 por ciento de la población mundial vivía en ciudades, unos 20 millones de habitantes. En 1900 era el 10 por ciento, unos 185 millones de personas. Y para el año 2007 la población urbana alcanzó el 50 por ciento de la población, más de 3300 millones de personas. Es decir que la mitad de la población del planeta se concentra en menos del 3 por ciento de la superficie emergida. Y para el 2050 el 80 por ciento de la población mundial vivirá en ciudades, es decir, las ciudades deberán albergar unos 3 a 4 mil millones de habitantes más. En la Argentina, 9 de cada 10 viven en ciudades de más de 2 mil habitantes.
Según una hipótesis media, la población mundial crecerá un 50 por ciento en los próximos 25 años, para pasar de 6 mil millones a 9 mil millones de habitantes. Y las nuevas líneas de investigación analizan ya su impacto sobre fenómenos como la transformación de los espacios rurales, la identidad cultural, las redes, las nacionalidades y las minorías étnicas.
La noción de movilidad (en el sentido de libertad de circular) torna cada vez más confuso el concepto de migración en su sentido clásico de cambio de residencia. De desplazamientos cotidianos a estadías de larga duración, de instalaciones momentáneas a otras más permanentes, la frontera entre la movilidad alternante y las migraciones temporales o definitivas se vuelve muy incierta.
La movilidad se ha acrecentado y si bien el factor migratorio cobra importancia y afecta a las sociedades en sus cimientos, y los migrantes internacionales podrían ascender a 405 millones en 2050, las herramientas de análisis no han evolucionado al mismo ritmo.
Frente a este panorama, una de las novedosas líneas de investigación se inclina por estudiar “biografías migratorias”, es decir la sucesión de acontecimientos migratorios, y su duración en la historia de los individuos. Desde esta perspectiva, la distancia es un parámetro secundario; el proceso migratorio comienza de hecho mucho antes que el desplazamiento físico, con la toma de conciencia por parte del individuo de un espacio ensanchado que le es accesible.
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