CIENCIAS COGNITIVAS: DIáLOGO CON ROBERT ZATORRE
Robert Zatorre nació en Buenos Aires, pero casi toda su vida la hizo en América del Norte. Ahora es docente e investigador en la Universidad McGill, de Canadá. Pionero en el estudio de la música, cerebro y emociones.
–Hay muchas definiciones, pero como soy psicólogo, prefiero que la definición venga de la gente que estudio. Me resulta bastante fácil preguntarle a un grupo de individuos si tal o cual sonido es música. En general, la gente está bastante de acuerdo.
–Ambas dependen de la combinación entre sonidos individuales, cada uno de los cuales no significa nada por sí mismo, pero al ponerlos juntos entonces se forman patrones. En el caso del lenguaje son los fonemas, y en el caso de música son tonos o sonidos. Estos elementos se tienen que juntar mediante ciertas reglas (en lenguaje se llama sintaxis), sin lo cual no podrían comprenderse las combinaciones. Ambos sistemas son muy potentes porque con pocos elementos se puede armar un sinfín de posibilidades.
–El lenguaje sirve para comunicar sentidos precisos. Por ejemplo, te puedo dar instrucciones verbales para indicarte perfectamente cómo llegar a la estación de tren. Esto sería completamente imposible usando un instrumento musical. Por otro lado, la música tiene aspectos sin paralelos en el lenguaje: uno de ellos es la armonía y no existe nada parecido a las estructuras tonales en el lenguaje. Por último, las emociones que surgen del lenguaje generalmente están relacionadas con su contenido. Uno se pone triste o contento según el mensaje que recibe, pero no mucho por su forma. Todo lo contrario para la música.
–Creo que nunca sabremos cómo ni por qué surgió. Lo que sí sabemos es que está con nosotros desde hace mucho tiempo. Los últimos hallazgos arqueológicos indican que ya hace 35.000 años existían flautas que tocaban una escala diatónica igual a la que seguimos usando hoy. Quiere decir que la música ya existía mucho tiempo antes de esa época, dado que fabricar una flauta de un hueso de ave no resulta nada fácil. Quizá la música sea tan antigua como el homo sapiens mismo.
–Las dos cosas. Por un lado, me parece verosímil suponer que la música depende de circuitos neuronales que tienen sus orígenes para otras funciones. Tomemos como ejemplo el núcleo accumbens, que en nuestro último estudio se demuestra importante al percibir música que a uno le agrada. Queda clarísimo que esos circuitos no se desarrollaron en la evolución para la música, sino como método de supervivencia, para señalar placer y estímulos importantes. Lo que vemos en este último estudio es que esas regiones interactúan con la corteza cerebral y que de ahí viene la apreciación para la música. Entonces podríamos también decir que es algo innato porque todos tenemos esos circuitos que unen los centros cognitivos en la corteza vinculados con la música con los núcleos básicos de placer y emoción. Es por eso acaso que la música se encuentra en todas las culturas y existe en la especie humana desde que fue humana.
–Es parte de un circuito complejo que cumple muchas funciones. Una de las más importantes es la que se llama “reward-prediction-error”, o sea, la diferencia entre una recompensa esperada o predicha, y la recompensa recibida. Esto se ha estudiado mucho en animales. Se le enseña a una rata que, cuando aparece un estímulo (puede ser un sonido o cualquier cosa), es seguido por una recompensa, como comida. Las neuronas de dopamina responden de manera muy fuerte cuando la recompensa es mayor a la esperada en base al estímulo, mientras que se inhibe la respuesta neuronal cuando la recompensa es menor que la esperada. Por lo tanto, las expectativas, o las predicciones, forman parte esencial del funcionamiento de este sistema. Esto se comprende en términos biológicos y evolutivos: es imprescindible para la supervivencia poder predecir cuándo y dónde se obtendrán o no recompensas. El núcleo accumbens es el sitio donde se encuentran estas neuronas que permiten predecir si una determinada situación llevará o no a una recompensa deseada.
–Este sistema de recompensas, que funciona para la comida y el sexo, demostramos que funciona con la música. Diseñamos un estudio para que las personas pudieran comprar las canciones que escuchaban por primera vez y le daban placer. Todo esto, mientras lo analizábamos con un aparato de resonancia magnética funcional para saber qué regiones se activaban en este proceso. Determinamos que cuanto más les gustaba una canción, más activo aparecía el núcleo accumbens, porque se habían cumplido o superado las expectativas al escuchar un tema musical. Por lo tanto, era mayor la probabilidad de que compraran ese tema.
–No. También detectamos una mayor interacción con la corteza auditiva, el área del cerebro que graba la información sobre los sonidos y la música. Esto sugiere que creamos expectativas sobre cómo los sonidos musicales se continúan en base a lo que aprendimos y almacenamos en esta región. Y nuestras emociones son el resultado de que se consigan o no cumplir estas expectativas.
–Comenzamos con 126 individuos y seleccionamos 19. No hay que olvidar que estos estudios son bastante caros. Cada resonancia nos cuesta 500 dólares. Si no tuviera rigor científico, no se habría publicado en la mejor revista científica del mundo, Science. A su vez, a cada sujeto se le presentaron 60 estímulos (canciones), quiere decir que tenemos 1140 series de datos (19 individuos multiplicados por 60 estímulos) para analizar, y como tomamos una imagen completa del cerebro cada 2 segundos, y que cada canción se presentó por 30 segundos, tenemos 15 imágenes por canción. Lo cual nos da más de 17.000 imágenes para analizar.
–Aburridísima. De hecho, los talibán en Afganistán han tratado de eliminar la música, porque consideran que es como una droga. El mismo Jomeini (líder musulmán iraní) dijo que la música y el opio eran iguales. Tenía razón, en cierto sentido. La música debe tener mucho poder si algunos la consideran peligrosa.
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