Sábado, 5 de octubre de 2013 | Hoy
INNOVACIóN TECNOLóGICA EN EL SECTOR DE LA ENERGíA NUCLEAR
El largo brazo de la robótica ha llegado al mundo nuclear. La CNEA trabaja en la incorporación de tecnología robótica para aplicarla en centrales nucleares como, por ejemplo, en la extensión de vida de Embalse, en el proyecto Carem 25 –el reactor de diseño y construcción ciento por ciento argentino–, y en otras actividades del plan nuclear argentino.
Por Ignacio Jawtuschenko
El sector nuclear argentino ha incorporado un nuevo músculo para su desarrollo, un brazo robótico con sistemas electrónicos resistentes a la radiación y con una fuerte capacidad de trabajo. Su apariencia no es humanoide, como podría sugerir el influjo de la ciencia ficción. Es un potente brazo que puede ser controlado vía remota. Si bien en el campo nuclear las grúas y los manipuladores mecánicos se utilizan desde los albores de la actividad –en 1958 la Hughes Aircraft creó uno de los primeros robots para manipular pastillas de uranio–, la aplicación de la robótica en el área nuclear permite tomar muestras de gases y líquidos, medir temperaturas y niveles de radiación, transportar cámaras de video para observación remota y realizar tareas de inspección y mantenimiento dentro de una central nuclear.
“Un robot nuclear es un manipulador multifuncional reprogramable diseñado para desplazar materiales, piezas, herramientas o dispositivos especiales, mediante movimientos variables programados para la ejecución de una diversidad de tareas. Su principal característica es la versatilidad”, explica Carlos Ruiz, gerente de Servicios de Ingeniería de Proyectos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
El desvelo por la eficiencia y la seguridad radiológica guía el desarrollo de estas aplicaciones. El diseño de las centrales nucleares más modernas tiene en cuenta a los robots, tal es el caso del Carem, el primer reactor ciento por ciento argentino que se encuentra en fase de construcción en el predio de Atucha, en la localidad bonaerense de Lima.
Ya ha sido probado el empleo de equipos teledirigidos y similares a los robots para proteger a los trabajadores de las zonas calientes. Si de antecedentes se trata, en los años ’50 se fabricaron brazos manipuladores teledirigidos para ser utilizados en actividades de elaboración de combustible.
La División Robótica de CNEA tiene sus instalaciones en el Centro Atómico Constituyentes, y está compuesto por ingenieros mecánicos, electrónicos y expertos en códigos de máquina y reconocimiento de imágenes por computadora aplicado a robótica.
Sus integrantes están satisfechos, dado que han adiestrado al robot para que desarme tuercas, como las de los generadores de vapor, y analice con un sensor el estado de las cañerías. Son “tareas sencillas” pero que podrán ser efectuadas a gran velocidad y con “fenomenal precisión”, dicen. “Nosotros le hemos dado la inteligencia a través de los códigos de programación y la visión. El robot hasta puede construir sus propias piezas de repuesto”, explica Sebastián González, integrante del equipo.
El robot nuclear de la CNEA es un brazo (traído de Alemania) de casi dos metros de longitud, con seis ejes, que puede levantar 500 kilos y realizar tareas de control de calidad y, por ejemplo, separar pastillas rotas. Puede operar a 50 grados centígrados con humedad, con hollín, algo que ningún trabajador se merece.
Además de la posibilidad de hacer tareas de inspección y mantenimiento, está la ventaja de reducir los tiempos de parada para recarga de combustible y así aumentar la disponibilidad (y claro, la eficiencia) de las centrales. El objetivo que se persigue es poder realizar mantenimientos sin tener que esperar a las paradas. Algo así como realizar ajustes en un auto de Fórmula 1, sin que tenga que perder tiempo en boxes.
Otra razón es su posibilidad de reducir la exposición del personal a las radiaciones. La mayor parte de las actividades de inspección y mantenimiento sólo puede realizarse cuando el reactor está parado, porque mientras está en funcionamiento los niveles de radiación resultarían demasiado altos para un ser humano. Y aun durante las paradas, cuanto más cerca del núcleo del reactor, menor es el tiempo que puede estar un operario. Por ello, para algunos trabajos en zonas calientes del reactor, a un gran número de operarios se les asigna una pequeña parte del trabajo, ya que cada uno alcanza rápido el límite de radiaciones permitidas por las normativas de seguridad radiológica.
Mientras en otras industrias los robots persiguen el objetivo de sustituir a los trabajadores con máquinas que son más productivas y precisas, en el caso de las aplicaciones nucleares el objetivo no es sustituir a los trabajadores sino acceder a zonas de la central nuclear en las que la temperatura o la radiación limita la presencia humana. “En contraste con la mayoría de las aplicaciones de la robótica, el operario conserva un importante rol”, explica Gustavo Estévez, jefe de la División Robótica.
Alrededor del proyecto Carem se están desarrollando capacidades tecnológicas inéditas en la Argentina. “Además de brindar servicios se va a desarrollar capacitación en robótica nuclear al personal del sector”, anuncia Estévez. “Vamos camino hacia una mayor robotización de la industria nuclear, en particular en las operaciones de mantenimiento de las centrales”, termina diciendo Gustavo Estévez.
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