SALUD: INFORME SOBRE ALOPECIA ANDROGENETICA
Sin pelos
Elemento de seducción, símbolo de status social, profesional, religioso o incluso de virilidad, el cabello humano ha tenido a lo largo de la historia diversos significados. De hecho, su pérdida y la consiguiente calvicie constituyó tradicionalmente un problema para muchos. Lo cierto es que la alopecia androgenética (término científico de la calvicie común) comienza a aparecer luego de la adolescencia y afecta a casi el 50 por ciento de los hombres. En su edición mensual dedicada a la salud, Futuro presenta un informe sobre los mecanismos de la caída del pelo y las terapias que logran retrasar su avance y combatir (o al menos apaciguar) el mandato de los genes.
Por Agustin Biasotti
Aunque la mayoría sea capaz hasta de venderle el alma al diablo para evitarlo, no hay nada que hacerle: la mitad de la población masculina lleva escrito en sus genes que en algún momento de su vida, una vez superada la pubertad, se quedará en mayor o menor medida pelada, calva o como quiera uno nombrar a esa disminución palpable y objetivable de pelo allá arriba, en el cuero cabelludo, que los médicos llaman alopecia, más precisamente alopecia androgenética masculina.
Pues si bien son multitud quienes sufren los distintos cuadros clínicos cuya más importante (y a veces única) expresión es la caída del cabello, no cabe lugar a dudas de que la citada forma de alopecia es la más frecuente. “La alopecia androgenética del varón no sólo es la más difundida sino la que más le preocupa a la gente”, confirma el doctor Edgardo Chouela, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Argerich, y director de la Red de Dermatología de los hospitales de la ciudad de Buenos Aires.
Esta forma de alopecia –término técnico que designa la disminución del pelo en el cuero cabelludo– es justamente aquella que comienza a aparecer luego de la adolescencia, y que avanza con el transcurso de los años a partir de esas características “entradas” que nacen en la frente, o esa otra zona liberada de cubierta pilosa que se instala en la coronilla hasta dejar en la intemperie toda la región central del cuero cabelludo.
Pero hay buenas noticias para quienes llevan bien adentro los genes de la alopecia androgenética. Como señala el doctor Chouela, “aunque no se puede prevenir lo que está determinado por los genes, es posible controlar su manifestación al inhibir los procesos que llevan a la caída del pelo”.
Antes de hacer un recorrido sobre las terapias científicamente válidas para combatirla, veamos cómo es que la alopecia nos deja desabrigados en invierno y a merced del sol en verano.
De peludo a pelado
La alopecia androgenética masculina aparece en algún momento después de la pubertad, y nunca antes. Esto no es caprichoso; sucede que para desarrollarse requiere de la presencia de la hormona masculina o testosterona, cuya producción se dispara a partir de la pubertad. “Se ha podido ver en eunucos y en pacientes con afecciones que impedían producir testosterona que, por más que poseían la predisposición genética, el pelo no se les caía; sólo cuando se les administraba la hormona comenzaba a manifestarse la alopecia”, comenta Chouela.
Ahora bien, cuando se dice que es genético, ¿qué es aquello que se hereda a través de los genes y que nos lleva a quedarnos pelados? Lo que se hereda es una mayor capacidad del organismo para transformar la testosterona en una enzima que acelera el llamado ciclo piloso, y que da como resultado una vida media mucho menor del pelo. Pero esta respuesta así formulada es incompleta, aunque mejoraría notablemente con una buena explicación de aquello que se ha dado en llamar ciclo piloso.
“Nuestro pelo no es eterno –advierte Chouela, para introducir una definición–: cada folículo piloso tiene la capacidad de producir pelo durante cierto tiempo, generalmente tres, cuatro o hasta cinco años; después, el folículo entra lentamente en una fase de regresión o involución, en la que el pelo deja de crecer y finalmente se cae. El folículo queda entonces dormido, hasta que al tiempo empieza a fabricar un nuevo pelo.”
Este ciclo piloso no es sino un resabio que nos ha quedado de ancestros animales que mudaban el pelo. “En los animales muy pilosos, la idea era que el pelo durara un tiempo y luego se cayera, para acondicionarnos a loscambios climáticos –continúa este médico dermatólogo–. Si el animal necesitaba mucho pelo en invierno para abrigarse, entonces éste crecía mucho; más tarde, poco antes de la llegada del verano, el pelo empezaba a caerse para que pudiera tolerar mejor el calor.”
Pero lo que nos diferencia de los animales peludos es que en ellos el ciclo piloso es un proceso sincrónico (esto es, que todos los folículos están ya sea en fase de crecimiento o en fase de reposo), mientras que en los humanos el ciclo piloso es asincrónico: de los aproximadamente 100.000 pelos que tenemos en la cabeza, todos los días hay entre 50 y 100 que normalmente se caen, mientras otros 50 a 100 comienzan a crecer.
¿Y qué tenía que ver con todo esto la testosterona? Bueno, la respuesta se merece un apartado con título y todo. Veamos...
Los males de la miniaturizacion
La mala de esta película es la 5-alfa-reductasa: una enzima presente en el folículo piloso que tiene el hábito de convertir a la testosterona en la dehidrotestosterona. A diferencia de la primera, que participa de la producción de todos las características que hacen del niño un hombre (el cambio de la voz, el desarrollo genital, de los caracteres sexuales secundarios, etcétera), su derivado tiene la maldita costumbre de ocasionar una aceleración del ciclo piloso.
“Por efecto de la dehidrotestosterona, el ciclo piloso se acelera y, en vez de durar años, dura alrededor de seis meses –apunta Chouela–. Entonces, al poco tiempo que el folículo empieza a producir pelo, entra en involución y ese pelo que no llega a tener el grosor y el largo normal se cae; esto se repite, y cada vez el pelo alcanza a crecer menos y se cae más temprano (este proceso se llama miniaturización). Finalmente, el folículo se cansa de fabricar pelo, y entra en estado de alopecia definitiva.”
De acuerdo con la carga genética particular que condiciona este proceso, en algunos hombres la miniaturización puede durar décadas hasta devenir en alopecia definitiva, mientras que en otros bastan unos pocos años para dejarlos pelados. ¿Quiénes habrán de salvarse? Eso se sabe tarde: aquellos afortunados que ingresen a la andropausia (disminución de hormonas sexuales equivalente a la menopausia, pero en el varón) con el cuero cabelludo aún poblado son los que podrán vanagloriarse de que su carga genética no preveía una gran dotación de 5-alfa-reductasa.
Un detalle curioso es que esta enzima no está presente en todo el cuero cabelludo. “La alopecia androgenética masculina suele afectar a todo el corredor central del cuero cabelludo porque sus folículos pilosos tienen la particularidad de tener la 5-alfa-reductasa, mientras que los pelos de las regiones laterales de la cabeza carecen de esta enzima –señala Chouela–. Esa es la razón por la cual cuando se trasplantan pelos de las zonas laterales al corredor central, ese pelo no se cae por más que haya un estímulo hormonal.”
Simplemente, esos folículos pilosos no son sensibles a la acción de la testosterona pues carecen de la 5-alfa-reductasa. Claro que el mencionado microimplante (que consiste en trasplantar de a uno cada folículo piloso procedente de las regiones laterales de la cabeza a su corredor central), a pesar de ser una técnica eficaz y segura, requiere de mucha paciencia, y de tiempo. ¿Cuáles son entonces los tratamientos científicamente aceptados para evitar llegar a ese punto?
En defensa del pelo
“Hay muchas estrategias terapéuticas para lograr detener o al menos retrasar el avance de la alopecia, o para estimular el crecimiento de aquellos pelos que todavía no han entrado en estado de atrofia –responde el doctor Chouela–. Ante un diagnóstico temprano, hay muchos folículospilosos que todavía tienen la capacidad de producir vello, y que mediante la administración de ciertas sustancias pueden llegar a producir pelo. Nunca este pelo va a ser como antes, pero sí se puede lograr un resultado satisfactorio desde el punto de vista estético.”
Tanto el finasteride, como el alfaestradiol o el minoxidil son drogas cuyo uso para el tratamiento de la alopecia ha sido respaldado científicamente por importantes ensayos clínicos de hasta cinco años de seguimiento (algo que no todas las drogas presentes en el mercado pueden exhibir).
“Mientras que el finasteride y el alfaestradiol inhiben y bloquean la acción de la enzima 5-alfa-reductasa, el minoxidil actúa estimulando una mayor producción por parte de las células del folículo piloso”, explica Chouela.
Pero lo que debe quedarle claro a todo aquel que busca ver su cabellera renacer, es que los resultados no se obtienen de un día para otro. “Son necesarios de seis meses a un año de tratamiento para empezar a ver los primeros resultados de mayor crecimiento y grosor de los pelos. Si uno quiere ver un bosque tiene que plantar la semilla lo antes posible”, dice, metafóricamente.
¿Cuándo es entonces conveniente acudir al dermatólogo para consultar por la caída del cabello? “Cuando la persona nota que la caída aumenta más allá de lo habitual, y empieza a encontrar mucho pelo en la bañadera, en la almohada, en la ropa o al peinarse (si tiene pelo largo) –responde Chouela–. Siempre es mejor consultar antes que después: todo lo que podamos hacer en las etapas iniciales de la alopecia androgenética masculina es tiempo ganado.”
Desgraciadamente, una gran multitud de personas que ven cómo sus cueros cabelludos quedan a la intemperie pierden peligrosamente su tiempo al consultar ya no a médicos especializados, sino a vulgares estafadores. “Hoy sabemos que muchos de los productos e instituciones que se ofrecen en el mercado para contrarrestar la alopecia carecen completamente de fundamento científico”, advierte el especialista. “Los tratamientos basados en masajes, la electroestimulación, el magnetismo constituyen, en todo caso, un acto de fe, ya que sus resultados no han sido validados en forma científica –continúa–. El gran peligro es que a veces al paciente se le cae el pelo ya no por una alopecia androgenética, sino por alguna otra enfermedad de base como el hipertiroidismo, la sífilis, el cáncer, el sida, entre otros; y al concurrir a personas que ni siquiera son médicos pierde un tiempo imprescindible (y a veces la oportunidad) para el tratamiento de su enfermedad.”
Algo mas que una calamidad
Quedarse pelado, para muchos, se transforma en una calamidad. Ahora, ¿podemos definirla igualmente como una enfermedad? “En realidad es una condición estética –responde el doctor Chouela–. Es muy difícil definirla como enfermedad porque es tan común que uno podría decir simplemente que es una característica de los individuos. Pero, por otro lado, si uno considera que una enfermedad es algo que afecta la calidad de vida de las personas, entonces la alopecia, desde el punto de vista de nuestro patrón cultural, puede ser considerada una enfermedad.”
“Y lo cierto –concluye–, es que la gente reclama tratamientos para prevenirla o corregirla cuando ya ha progresado, y hasta es capaz de llegar a situaciones ridículas (como teñirse de negro el cuero cabelludo o atarse colgajos de pelo a los pocos pelos sanos) para disimularla.” En la otra vereda, siempre habrá alguien orgulloso de su lustrosa calva, dispuesto a fanfarronear con el mito de que los pelados tienen mayor vigor sexual...