Sábado, 19 de julio de 2003 | Hoy
El concepto de inteligencia
genera (por lo menos) dos actitudes. Por un lado, como se pretende o se supone
que es el último reducto monopolizado por la humanidad, se modifica su
definición de modo tal que excluya siempre tanto a animales (eso
es instinto) como a máquinas (meros cálculos).
La otra actitud basada en cierta forma en el test de Turing (ver más
abajo) tiende a incluir dentro de la categoría de inteligente
a cualquier clase de máquina que a los efectos del diálogo sea
(o parezca) indistinguible de un ser humano. Lo cual genera arbitrariedades
del tipo mi calculadora es más inteligente que yo.
El ultraantropocentismo sobre la inteligencia suele ser poco productivo; la
segunda actitud por su parte dio nacimiento no sólo a uno de los campos
científicos y tecnológicos de mayor productividad (informática,
inteligencia artificial), sino también a muy ricos desarrollos teóricos
y filosóficos.
Sobre estas y otras cuestiones de inteligencia y de manera inteligente se habló
en el Café Científico de julio organizado por el Planetario Galileo
Galilei de la Secretaría de Cultura de la ciudad, en el que expusieron
felizmente Juan de la Cruz Mayol (licenciado en Psicología de la UBA
y docente de la Facultad) y Roberto Perazzo (doctor en Física, especialista
en redes neuronales y sistemas complejos, egresado de la Facultad de Ciencias
Exactas y Naturales de la UBA y que actualmente se desempeña en el ITBA)
y que contó con numeroso público en La Casona del Teatro. El próximo
Café será el 19 de agosto sobre el tema: Homeopatía
y medicinas alternativas: ¿un servicio a la salud?.
Medir inteligencias
Juan de la Cruz
Mayol: ¿Qué es la inteligencia? es un tema muy debatido
en psicología y, obviamente, difícil de sintetizar en veinte minutos.
El primer gran testista fue Binet, quien pudo responderse en una
sola frase: La inteligencia es lo que mide mi test. Este juego de
palabras circular puede servir para introducirnos al tema porque muestra cómo
se puede esquivar la pregunta y llevarla a la cuestión conexa de los
tests que miden la inteligencia.
Ahora, si uno busca una definición de la inteligencia se dará
cuenta de que inteligencia no es un concepto científico sino
un pseudoconcepto, una categoría natural sin límites muy precisos.
Pero lo que no hay que olvidar y si se olvida es peligroso es que
al definir la inteligencia se está haciendo un posicionamiento teórico,
político y ético, porque se pasan por alto las diferentes medidas
que ha habido sobre la inteligencia y los rendimientos sobre
dominios diferentes que la inteligencia ejerce. En esos casos, lo que se hace
es pensar que una de las habilidades de las inteligencias múltiples está
sobre las otras.
Por eso, hay que dejar claro que la inteligencia es un producto social construido
en algún momento del pensamiento científico, con sus representaciones
sociales y que hasta suele tener objetivos de Estado. Definir la inteligencia
nos pone en un lugar determinado de ese entramado, uno debe ser crítico
y estar atento ya que las definiciones de inteligencia han tenido implicancias
educativas importantes.
Juan de la Cruz Mayol: (continúa) Por eso pensé que lo mejor era
tomar un ejemplo de los tests. Y elegí como primer ejemplo, el mismo
test de Binet, que fue el primero que midió Coeficiente Intelectual (CI).
El test deBinet establece valores medios alrededor de lo normal. El problema
es que este CI lo que finalmente mide es inteligencia escolar, no mide la inteligencia,
que es cierta capacidad lógico-matemática y lingüística,
cognitiva. Y, como se trata de un test muy largo y engorroso, en el que el niño
se suele cansar, también mide cierta tolerancia a la frustración,
cierta capacidad de someterse a una actividad sin sentido (capacidades que son
muy importantes a la hora de ir a la escuela).
Como se pueden imaginar, en este sentido toda definición de inteligencia
ha favorecido a unos y ha desfavorecido a otros tipos de intelecto.
Definiciones inteligentes
J. de la C.
Mayol: (continúa) Para ingresar a las definiciones posibles, voy a exponer
dos. Una es la de Jean Piaget para quien la inteligencia es un tipo de
rendimiento biológico que permite al sujeto interactuar con el medio
a nivel psicológico. Es una visión bastante psicométrica
en la cual la inteligencia es rendimiento, producción. La otra definición
es la de Howard Gardner, más norteamericana, de un teórico de
las inteligencias múltiples que piensa que la inteligencia es una
estructura particular de la mente, una capacidad para resolver problemas
y para elaborar productos significativos en una cultura.
Ahora, el problema de la inteligencia y las polémicas teóricas
y políticas al respecto es que no se miden justamente estructuras
de la mente, sino un determinado producto. Y en la medida que se mide,
ese producto puede estar influido por el interés, por la motivación
o el sentido que tiene para la persona rendir esa prueba. Por eso es que los
tests tienen una validez bastante baja porque no registran las ganas de ese
niño de pasar la prueba. Por eso yo también creo que hay que entender
a la inteligencia como una producción, un rendimiento, como respuestas
a algunos problemas.
O también podríamos pensarla desde su origen, como lo hacen las
teorías del aprendizaje o del desarrollo, que analizan cómo surgen,
cómo se estructuran. La adaptación, la superación o la
capacidad de ser feliz, podría ser la mayor capacidad del ser humano,
y no hay ningún test que pueda medir esto.
En cuanto al origen de las estructuras de la inteligencia, en este
siglo aparecieron las teorías innatistas y biologicistas que veían
y sostenían que la inteligencia tenía que ver con
una estructura neuronal. Luego, estudiando esas estructuras se podía
dar cuenta de la inteligencia. Esta postura, con el conductismo, dio lugar a
la idea de que eran ciertos estímulos los que producían la aparición
de lo que se llamaba inteligencia, entendidos como respuestas adecuadas,
sin saber ni importar qué sucedía dentro del cerebro. Luego, del
conductismo se desprende el cognitivismo más duro que estudia estas mismas
cuestiones pero ya más desde el ángulo cibernético.
Y finalmente podemos ver una forma de pensar a la inteligencia, que es la modalidad
constructivista, que continúa en auge, por lo menos en el campo de la
psicología uno de sus principales autores es justamente Piaget
y tiene que ver con la adaptación al ambiente según los distintos
problemas que aparecen. Para esta postura la inteligencia sería una tendencia
al equilibro, una reestructuración de los esquemas mentales en relación
a sus experiencias.
Otro modo de pensarlo, más marxista, tiene que ver con Lev Vigotsky,
quien creía que inteligencia son las formas y relaciones
de producción cultural. Así, la inteligencia no sería un
fenómeno individual sino un fenómeno social, resultado de un modo
de producción que ocurre entre las personas y que sólo secundariamente
se internaliza como inteligencia individual. Y finalmente, como resultante de
estas corrientes, aparece Gardner con su famoso libro Las inteligencias múltiples.
Gardner también tiene una idea interesante comprobada científicamente
que es que cada una de estas inteligencias tiene una trayectoria nítida
en su desarrollo, una localización cerebral, y un sistema simbólico
notacional, por lo tanto articula todas las causas y todas las demás
teorías de la inteligencia.
Turing club
Roberto Perazzo:
Bueno, quiero agradecer la charla que acabo de escuchar porque entre otras cosas
me permite comprobar que los problemas que tenemos por el lado de las ciencias
duras son más o menos los mismos. Por mi parte, me voy a remitir a cómo
se ve la inteligencia desde el lado de las matemáticas o de la computación.
El primero que se planteó este tema fue el matemático inglés
Turing. Turing fue un ser brillantísimo; la humanidad sólo cuenta
de modo excepcional con gente de ese calibre; fue una persona que murió
trágicamente y que jugó un rol importantísimo en el contraespionaje
inglés durante la II Guerra Mundial, sobre todo en la codificación
de los mensajes encriptados alemanes. Turing se planteó qué es
la inteligencia, y dijo que no iba a definirla. Simplemente postuló que
algo era inteligente cuando a alguien le parece que es inteligente. Eso lo formalizó
en un trabajo muy sesudo, y en un llamado juego de interpretaciones.
Supongamos que yo interactúo con alguien o algo detrás de la pared.
Nos pasamos mensajes a través de papeles o a través de la pantalla
de la computadora y entablo un diálogo. Si de ese diálogo surge
que yo me doy cuenta de que el ente que está del otro lado de la pared
es un dispositivo mecánico artificial, no es inteligente y no piensa;
si me engaña, es inteligente y piensa. Y es tanto más inteligente,
y tanto más piensa, cuanto más tiempo estoy yo sin darme cuenta
de que me engaña; si me paso toda la vida hablando con ella, bueno, esa
máquina a todos los efectos prácticos piensa.
Ese test de Turing es la partida de nacimiento de todo lo que en matemática
o computación se ha dado en llamar inteligencia artificial. Curiosamente,
ha sido tomado en serio, y se han desarrollado programas con el objetivo único
de jugar al juego de la imitación durante mucho tiempo. En 1991, se enfrentó
a un público heterogéneo con sendas terminales para entablar diálogos
sobre cosas muy variadas; cada terminal hablaba sobre un tema en particular.
No recuerdo bien, pero había una sobre cócteles, otra sobre moda,
otra sobre Shakespeare y sus personajes. Al final, cada una de las personas
tenía que anotar en una escala de 0 a 10 si había concluido que
estuvo hablando con una máquina o con una persona. Cinco de esos programas
fueron confundidos; al programa sobre Shakespeare se lo descubrió porque
cometió un error de sintaxis imperdonable en un experto en Shakespeare.
Frontera movil
Perazzo: (continúa)
Eso convenció a los expertos de que finalmente el test de Turing no era
del todo válido porque la inteligencia es una frontera móvil que
en realidad dependía más de la habilidad del programador que podía
representar conocimientos para que la máquina realizara un diálogo
convincente; en definitiva, una muestra de inteligencia del programador y no
del programa. Entonces, y de modo anexo, también se demostró que
transformar datos en información no es privativo del hombre, sino que
está al alcance de las máquinas...
Al respecto, básicamente, hay dos senderos: una hipótesis es la
Inteligencia Artificial Fuerte y otro Inteligencia Artificial Débil.
La primera postula que es posible expresar toda actividad cerebral como el procesamiento
de información, y por consiguiente como una máquina de Turing
(porque Turing también fue el fundador de la Teoría de la Computación,
una de las más trascendentes del siglo XX). En tanto, Roger Penrose,
ilustre partidario de la IA Débil, afirma que puede haberfenómenos
de física no clásica, o cuántica, que pueden generar conductas
que no están previstas en la máquina universal de Turing. Ahora
mismo, la pregunta caliente en laboratorios y universidades de todo
el mundo, y que está siendo discutida fuertemente, tiene que ver con
qué pasa si se introducen los principios de incertidumbre cuántica,
del mundo microscópico, en esos sistemas.
Para ir finalizando también podríamos citar a La sociedad
de la mente, hipótesis de Marvin Minsky según la cual conviven
en nuestra mente una cantidad de funciones elementales que se combinan para
dar lugar a comportamientos elaborados y complejos. ¿Cuál es el
sustrato físico de todos estos procesos? En principio, nuestro cerebro,
y la red de neuronas que tenemos entre las dos orejas. Algo así es la
hipótesis conexionista que es un estado previo, o preliminar, respecto
de la definición de pensamiento.
Los mellizos de O. Sacks
Perazzo:
Les recomiendo que lean un libro de Oliver Sacks que se llama El hombre que
confundió a su mujer con un sombrero, un libro delicioso. Sacks es un
neurólogo muy famoso que recopila una docena de casos clínicos,
y que relata maravillosamente caso por caso. En el libro hay un caso que a mí
me dejó pensando. Se trata de dos mellizos que son subnormales, casi
no se valen por sí mismos, no aprendieron las operaciones básicas
de las matemáticas, tienen un lenguaje extremadamente limitado y torpe.
Sin embargo, estos mellizos eran capaces de predecir en qué día
caía la Pascua en más o menos 3000 años; se les preguntaba
qué día iba a caer la Pascua en el año 2537 y respondían
3 de abril, sin dudar. Eso es una cosa dificilísima porque
hay que hacer corresponder calendarios solares y lunares, a tal punto que hasta
los llevaron a la televisión para un show...
Sacks cuenta que alguna vez los oyó conversar. Y la conversación
consistía en decirse mutuamente números. Uno decía 114.337
y el otro respondía 215.239. Sacks anotó esas cifras
y se dio cuenta de que se trataba de números primos, es decir aquellos
que sólo se dividen por la unidad y por sí mismos (determinar
qué números son primos es un algoritmo que en matemática
se conoce como duro, requiere una computación que crece exponencialmente
con el tamaño de los números, por eso es que casi toda la criptografía
está basada en números primos grandes, y los servicios de inteligencia
se pelean por conseguir el número primo más grande).
Bueno, lo que hizo Sacks entonces fue copiar números primos de 7 dígitos,
superando a los que planteaban los mellizos. Al día siguiente, Sacks
intervino en la conversación y les dijo este número. Según
cuenta el libro, fue una verdadera revelación para los mellizos, lo saborearon
como una copa de vino de una cosecha excepcional. ¡E inmediatamente siguieron
planteando números primos aún mayores! La historia, triste, termina
en que, a estos mellizos que eran minusválidos, y no podían cuidarse
de sí mismos, se les enseñó a vestirse, lavarse y comer,
los reeducaron... y perdieron esa capacidad matemática.
Preguntas del público
Quería
saber qué ocurre si se le contara un chiste muy gracioso a la máquina
de Turing.
Perazzo: En realidad, es bastante sencillo programar una respuesta semejante
a lo que podría ser la risa, a una propuesta graciosa, a un chiste. En
ese sentido, debemos hacernos a la idea de que casi cualquier cosa que se nos
ocurra puede ser programada. Por esa razón, los tests deberían
hacerse de modo más sutil, porque por ejemplo incluso entre humanos es
más probable que si hago un chiste de humor inglés a un ruso no
le haga gracia. El humor, claro, es algo relativo, y se puede programar porque
el humor está basado en el absurdo y en una cantidad de otras consideraciones
que están catalogadas. No es ciertamente imposible programarlo.
El ajedrez ha sido, por ejemplo en Rusia, siempre una prueba de inteligencia...
Mayol: En relación con la enseñanza de ajedrez en Rusia, puedo
decir que tiene como base justamente a la teoría de Vigotsky, que sostiene
que hay que enseñar una actividad que los niños no podrían
desarrollar solos, y a través de un acompañamiento o andamiaje,
como lo llaman estos teóricos rusos. Los niños podrían
desarrollar capacidades intelectuales no acordes con su edad. Y esto funciona,
al menos si vemos el ranking mundial de ajedrez donde la mayoría son
rusos.
Perazzo: Hay una cantidad de casos clínicos en los que personas incapaces
o con limitaciones profundas son capaces de hacer operaciones matemáticas
complejísimas o memorizar textos simplemente al escucharlos, y no me
extrañaría que el ajedrez fuera una capacidad de algunos cerebros
con estas características (Ver recuadro Los mellizos de O. Sacks).
El punto está en que eso no necesariamente demuestra una inteligencia
general, sino un rendimiento específico en un área.
¿En qué estado se encuentra el desarrollo de las redes neuronales?
Perazzo: En un momento hubo una cierta euforia con las redes neuronales que
tuvieron un gran auge y popularidad a comienzos de la década del 90.
Con el correr del tiempo la euforia pasó y han quedado como una herramienta,
un instrumento más para cierto tipo de aplicaciones bien definidas. La
euforia consistió en creer que se podía hacer una red neuronal,
entrenarla y que aprenda a hacer cosas; pero lo que pasó fue que sencillamente
fue exagerada la expectativa.
Superheroes,
atormentados e inteligentes
Perazzo: Es interesante observar que la inteligencia es un disvalor, o sea,
los dioses por ejemplo no son inteligentes sino sabios; tienen una cantidad
impresionante de información, pero no son inteligentes. Y fíjense
cómo lo inteligente está degradado en los superhéroes por
poner otro ejemplo: Superman no es inteligente, Batman no es inteligente, pueden
romper cosas, mover cosas, ir rápidamente de un lado a otro, seducir
infinitas señoritas o caballeros, pero nunca van a ser inteligentes.
En general, los inteligentes son los tipos jodidos. Lex Luthor, el enemigo número
uno de Superman, es un tipo instruido, que tiene una biblioteca. En Batman,
las inteligencias la ponen los asistentes que le fabrican la baticueva y el
batimóvil.
Mayol: Claro, es que suele suceder que las personas muy inteligentes sean personas
muy atormentadas, muy infelices, y en ese punto uno empieza a pensar si una
persona inteligente pero infeliz realmente se la puede considerar inteligente.
Quizá sea más inteligente alguien con un CI más modesto,
pero con mayores capacidades para gozar de la vida.
Ya que Perazzo entró en el mundo profano de los superhéroes
yo quisiera aportar que la ficción norteamericana suele imaginar a máquinas
que de pronto toman conciencia, y eso se transforma en sinónimo de inteligencia.
Terminator que toma conciencia y de repente quiere destruir a la humanidad...
Entonces, ¿qué relación hay entre conciencia e inteligencia?
Perazzo: Bueno, Terminator II llega a la cumbre de la felicidad cuando destroza
a un laboratorio y a un científico que estaba construyendo un chip. Por
eso, se ubica como pernicioso a lo científicamente profundo o tecnológicamente
avanzado. Y es notable que el final feliz de la película sea ver ese
laboratorio quemado. Confunden una vez más al cuchillo con el asesino.
El tema de la conciencia, en cambio, es muy complicado... Crick, uno de los
codescubridores de la estructura del ADN, está trabajando en la formalización
de lo que es la toma conciencia, para infundirla en la máquina.
Yo quería saber si es posible escribir un programa de computación
que se pueda reescribir a sí mismo, y ante un determinado problema pueda
resolverlo e incluirlo en su programa para la próxima vez.
Perazzo: Tu pregunta equivale a saber si un programa puede adaptarse y aprender
de experiencias anteriores y proponer acciones para el futuro. Sí, y
son las redes neuronales. Por supuesto, es difícil pensar que un dispositivo
armado, entrenado, pensado y adaptado para hacer pronósticos del tiempo
pueda hacer una obra de teatro, o una escultura. No se va a levantar un día
cansado de hacer pronósticos y va a escribir un poema, ¿me explico?
En ese sentido, yo quería preguntar qué relación
podría haber entre programación y educación, porque alguien
educado o programado para jugar al ajedrez difícilmente
podría escribir una obra de teatro.
Perazzo: Claro, pero programar a un chico para algo está
lejos de ser un tipo de educación que nos agrade, serían sólo
máquinas de reflejo condicionado...
Mayol: Este tema fue muy importante, y fue política de Estado en Rusia
y Estados Unidos con el auge del conductismo, por ejemplo la máquina
de Burrhus Skinner. En este sentido, ahora los educadores tienden a pensar que
no hay que dar meramente información sino enseñar a pensar, y
tener una lectura crítica del mundo y de sí mismo, tener qué
hacer con esa información.
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