Sáb 11.10.2003
futuro

MITOS Y LEYENDAS

Los “otros” descubrimientos de América

Por Federico Kukso

Como un murmullo, un rumor poco a poco cobra fuerza: Colón llegó tarde. O, para ser más condescendientes con el Almirante de la Mar Océano, se le adelantaron. No uno ni dos navegantes perdidos sino exploradores de más de una bandera: fenicios, cretenses, vikingos, hebreos, portugueses, egipcios y hasta chinos. Hay que reconocer que la mayoría de los relatos que pretenden arrebatarle la corona de descubridor de América a Colón no salen de las comarcas de la leyenda y del cuento. Pero no es de extrañar: después de todo, la constitución de una nación necesita aferrarse no sólo a mitos fundadores sino también a fábulas (con dudoso sustento empírico) que aseguren una y otra vez que en realidad fueron unos (y no otros) los que descubrieron o inventaron esto o aquello.
Una cosa es cierta: estas narraciones no se inventan ex nihilo. Muchas veces cuentan con la pequeña ayuda de los más variados seudocientíficos que aducen haber encontrado la inscripción, el testimonio, o las “evidencias”, como quieren que se las reconozcan, que empujará a los historiadores a salir corriendo y reescribir todos los libros y manuales. Detrás de ese ímpetu, no sería del todo extraño hallar, además de una asombrosa capacidad de ver lo que no está ahí, pretensiones de celebridad y, peor aún, la vanidosa intención de ligar indeleblemente su nombre al “verdadero” descubrimiento del Nuevo Mundo (que, por cierto, de nuevo no tenía nada).
Sin embargo, hay que admitirlo, algunas de ellas no son del todo descabelladas. Más aún si se tiene en cuenta que no se necesita de un pronunciado desarrollo tecnológico para cruzar aquellas grandes masas de aguas llamadas océanos. Así lo demostró el aventurero noruego Thor Heyerdahl (1914-2002), quien para comprobar su hipótesis de que los egipcios podrían haber llegado a América del Sur y haber fundado hace cuatro mil años las civilizaciones azteca e inca trató en 1970 de cruzar el Atlántico, desde Africa, en una embarcación hecha con papiros. En su primer intento fracasó después de navegar 4500 kilómetros. Sin embargo, la segunda, esta vez, fue la vencida: luego de 57 días de viaje desembarcó en Bridgetown, Barbados en 1971. La misma hazaña la había realizado 20 años antes con su viaje en una balsa desde Perú hasta las islas de la Polinesia, en 1947.
Es por eso que no está mal pegarles una ojeada a estas historias/teorías. Quizás algunas tengan mucho más sustento y probabilidades de ser reales de lo que se cree. Aquí van:
u En su libro 1421. El año en que China descubrió el mundo, el británico Gavin Menzies, un historiador autodidacto de 65 años, quiere hacer creer que los chinos descubrieron América 72 años antes que Colón. Según cuenta en el best-seller publicado en Inglaterra en noviembre de 2002, el 8 de marzo de 1421 partió de China la “Flota del Tesoro” de 107 barcos-juncos (cinco veces más grandes que la “Niña”, la “Pinta” y la “Santa María”) al mando del almirante Zheng He con la misión de devolver a sus países de origen a los mandatarios que habían ido a rendir homenaje al emperador Zhu Di, y de paso pegarle una visita a esa terra incognita (a la que llamaban “Fusang”) que estaba del otro lado del “charco”. El problema, de acuerdo a Menzies, un ex comandante de submarinos de la armada británica, no estuvo en llegar a las costas americanas (también habrían descubierto Australia trescientos cincuenta años antes que Cook y circunnavegado el globo cien años antes que Magallanes) sino al volver, donde se llevaron una sorpresa: a su regreso en 1423, la flota, de la que habían sobrevivido siete barcos, se encontró con que el emperador había sido derrocado. Su sucesor, el emperador Ming, ordenó que todas las naves fueran desmanteladas, jubiló a los marinos y quemó todos los registros de la travesía. Muy sospechoso. Por si fuera poco, Menzies sostiene que Colón y Magallanes tuvieron acceso a las cartas náuticas chinas que había utilizado Zheng en sus viajes por América. Y que el encargado de llevarlas a Venecia y después a Portugal habría sido un tal Nicolo de Conti, mercader italiano que habría viajado en la flota de Zheng He. Lo curioso es que ni los chinos le creen: “Es charlatanería”, dijo Wang Xiaofu, profesor de historia de la Universidad de Beijing.
u En 1872, agricultores brasileños hallaron una baldosa con extraños signos en una plantación de Pousso Alto, en Paraíba. Tachada de “ilegible”, la tablilla (con inscripciones bastante desgastadas) fue rápidamente olvidada. Hasta que en 1967 un tal Cyrus Gordon, director del departamento de estudios mediterráneos de la Universidad de Brandéis (Estados Unidos), anunció estrepitosamente haber dado con la clave: esos garabatos no serían otra cosa más que inscripciones ¡fenicias! En una traducción más que libre, Gordon asegura que allí dice: “Somos cananeos sidonianos de la ciudad del rey mercante. Fuimos arrojados a esta isla lejana, una tierra de montañas. Hemos sacrificado a un joven a los dioses y a las diosas celestes, en el décimo noveno año de nuestro poderoso rey Hiram y nos hemos embarcado en Esyón Guéber, en el mar Rojo. Hemos viajado con diez barcos y hemos rodeado Africa por mar durante dos años. Luego fuimos separados junto a nuestros compañeros. Así llegamos aquí, doce hombres y tres mujeres, a la isla de hierro. ¿Soy yo, el almirante, un hombre que huiría? ¡No, los dioses y las diosas bien podrían favorecernos!”. Gordon jura y perjura que el rey al que se alude es Hiram III (552-532 a.C.), por lo que la baldosa sería del año 531 a.C. y la “isla de hierro”, Brasil. A la vez, Gordon cita en su libro Antes de Colón: Los vínculos entre el Viejo Mundo y la América antigua (1971) al historiador Diodoro de Sicilia (siglo I a.C.), quien contaba cómo varios navíos fenicios fueron arrastrados por los vientos al interior del Océano Atlántico.
u Otras “evidencias”: monedas supuestamente romanas del año 350 encontradas en las costas venezolanas a fines del siglo XIX, actualmente propiedad del Instituto Smithsoniano (Washington, Estados Unidos); los restos descubiertos en 1886 de una nave típicamente romana en la bahía de Galveston (Texas); similaridades en tejidos y diseños entre Asia y Perú; los templos-pirámide en México que siguen el modelo babilónico, cámaras mortuorias y sarcófagos que siguen el modelo egipcio, barbas “asirias” y calzado hitita de varios murales.
Por lo pronto, estas historias son las ligeras. Hay otras más atolondradas, como las que infieren que América fue visitada antes que Colón por monjes irlandeses, el rey Arturo, santo Tomás, los templarios y tribus perdidas de Israel. Lo que no se puede decir es que no tienen su encanto. Sin duda, cumplen al pie de la letra el deber de mitos y leyendas: hacer olvidar por un momento la realidad y creer que otros mundos, por disparatados que parezcan, son (o fueron) posibles.

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