ARQUEOLOGIA: ¿LA PRIMERA (PROTO)ESCULTURA?
› Por Mariano Ribas
A primera vista no parece gran cosa. Y sin embargo, esta pequeña piedra, encontrada en Marruecos, podría tener un valor extraordinario. Es que hay muy buenas razones para pensar que esta especie de escultura, absolutamente rudimentaria y de forma apenas humana, podría ser la más antigua pieza de arte jamás encontrada. Si así fuera, se trataría de un impresionante record arqueológico. Y más importante aún: el hallazgo indicaría que la capacidad simbólica del hombre apareció mucho antes de lo que se pensaba.
El hallazgo de Tan-Tan
En realidad, esta pequeña gran novedad de la arqueología no es
tan nueva. Todo comenzó en 1999, cuando el alemán Lutz Fieldler
y sus colegas estaban realizando unas excavaciones cerca del pueblo marroquí
de Tan-Tan. Allí, a unos 15 metros de profundidad, estos arqueólogos
dieron con un apetecible tesoro prehistórico: una colección de
hachas de mano, y otras herramientas de piedra bastante sofisticadas. Y mezclado
entre ellas había un fragmento de roca de cuarcita, de seis centímetros
de largo. Su aspecto era un tanto extraño, y con un poco de imaginación,
y otro poco de buena voluntad, hasta se podía adivinar en ella cierta
forma humanoide. Lo cierto es que, en ese momento, nadie le prestó mucha
atención. La datación reveló que las herramientas (y la
roca) tenían alrededor de 400 mil años de antigüedad. Por
lo tanto, correspondían al Homo erectus, o quizás, al Homo heidelbergensis
(la rama de homínidos que, en Europa, dio origen al Hombre de Neanderthal).
Hasta aquí sólo estaríamos hablando de un notable hallazgo,
pero nada excepcional. Pero resulta que Fieldler guardó aquella curiosa
piedra, probablemente porque sospechaba algo. Y un día se la mostró
a su colega australiano Robert Bednarik. Y allí es donde esta historia
dio un vuelco más que interesante.
Marcas en la piedra
La elección de Fieldler no fue casual: Bednarik es todo un experto en
arte prehistórico. No por casualidad es el presidente de la Federación
Internacional de Organizaciones de Arte en la Piedra, con sede en Melbourne
(Australia). Al principio, la piedra no le llamó demasiado la atención:
“Al verla, mi primera impresión fue que se trataba de un objeto
natural”, recuerda el arqueólogo. Sin embargo, y debido a su sugerente
aspecto, se puso a examinarla con sumo cuidado, como para despejar cualquier
duda. La pieza está atravesada por ocho surcos que ayudan a reforzar
su aspecto crudamente antropomórfico. Y al observarlos con un potente
microscopio, Bednarik descubrió algo muy llamativo: cinco de ellos no
tenían un aspecto natural. Más bien, parecían ser el resultado
de fuertes golpes realizados con alguna otra piedra filosa. Así es: al
observar con el microscopio, el científico notó que “algunos
granos de la extraña roca presentaban fracturas, y que otras habían
sido completamente destruidos, y eso es una clara señal de impactos intencionales”.
Intencionalmente, alguien había hecho esas marcas (o al menos, profundizó
marcas que ya estaban). Y según Bednarik, el motivo era bien claro: reforzar
el aspecto humano de la “Venus de Tan-Tan”, como muchos la han bautizado.
La pista de la pintura
Reforzar, sólo reforzar, porque el científico australiano está
convencido de que la forma general de la regordeta silueta es completamente
casual, producto de la erosión del agua y el desgaste. Es por eso que
no se puede hablar de una verdadera escultura. No hubo un “escultor”.
Y por eso, Bednarik prefiere utilizar la palabra “proto-escultura”.
En suma: según él, algún Homo erectus (u Homo heidelbergensis)
inspirado encontró la piedra, le llamó la atención, y aprovechó
su forma “natural” para darle un acabado más humano mediante
algunos golpeteos. Pero hay otro elemento que fortalece su hipótesis:
en buena parte de la superficie de “Venus de Tan-Tan”, hay diminutos
rastros de un pigmento rojo (principalmente óxido de hierro y óxido
de manganeso), que sugieren que la pieza fue pintada intencionalmente. Rastros
que no están presentes en ninguna de las herramientas encontradas durante
la misma excavación de Marruecos. Si así fuera, como parece, se
trataría de todo un toque artístico, sin dudas.
Simbolismo precoz
Si bien es cierto que no se trata de una verdadera obra de arte, el caso merece
atención. “Con una antigüedad de 400 mil años, la figura
de Tan-Tan es la proto-escultura más antigua que se haya encontrado,
y al mismo tiempo es la más temprana evidencia directa del uso de pigmentos
en forma intencional”, dice Bednarik. Y se juega un poco más: a
la luz de este hallazgo, podríamos pensar que “aquellos homínidos
ya manejaban ciertos simbolismos y percepciones icónicas”. Y eso,
claro, hablaría muy bien de ellos. Quizás, entonces, las raíces
del arte y del pensamiento abstracto no estarían en nuestra propia especie,
el Homo sapiens (surgido en Africa, hace unos 150 mil años), sino que
se enterrarían aún mucho más en el lejano pasado. Tal vez.
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