CAFé CIENTíFICO: ROBOTS, ANDROIDES Y VIDA ARTIFICIAL
Qué es y qué
deja de ser vida? ¿Cuáles son los límites entre vida natural
y vida artificial? ¿Su delimitación importa? Es decir, ¿es
relevante dentro del mundo tal cual es? En los últimos años se
ha vuelto cada vez más difícil ignorar los desafíos que
impuso la ciencia, en particular la biología que etimológicamente
significa ciencia de la vida. En una tendencia que no hace más
que acentuarse, impresionan día a día los intentos por encontrar
en la infraestructura genética los motivos últimos o las direcciones
de nuestro comportamiento. La polémica está abierta. Si tomáramos
al pie de la letra cada una de las pretensiones de la neurobiología,
¿acaso deberíamos dejar de utilizar palabras como libertad, ética
o humanidad?
El estudio de la vida artificial es una precondición inescapable de los
interrogantes mayores. Nace con el objetivo de reproducir procesos y comportamientos
de los seres vivos. Y en otra vertiente combina símbolos (datos) y procesos
de símbolos (programas), independientemente de sus soportes físicos.
Pero, como se verá en las exposiciones y discusiones que siguen, el concepto
de vida es aún esquivo y continúa eludiendo los intentos por fijarle
límites definicionales nítidos. Las simulaciones y aun las emulaciones
de vida artificial que se proponen en los laboratorios corren el riesgo de caer
en modelos reduccionistas, que simplifican, pero no sintetizan, la complejidad
del mundo real. A su vez, desde la ciencia ficción se acicateó
esta exigencia al sugerir las bodas de ciertos umbrales de complejidad con componentes
sobrenaturales. De todo esto, y más, hablaron Gonzalo Zabala (licenciado
en Ciencias de la Computación, Universidad de Buenos Aires, y coordinador
del equipo del colegio secundario Schönthal que participó en el
mundial de fútbol de robots) y Pablo Capanna (profesor de Filosofía
en la Universidad de Buenos Aires, escritor, periodista y habitual colaborador
de Futuro). Fue en el marco del noveno y último Café Científico
del año, organizado por el Planetario Galileo Galilei en la Casona del
Teatro, Av. Corrientes 1979.
Yo, robot
Gonzalo Zabala: Yo quiero comentarles cómo estamos trabajando con
robótica en colegios primarios y secundarios o de nivel medio. Quiero
hablarles de ciertas experiencias, que en los últimos tres años
han sido, en fin, meteóricas. Curiosamente, y de modo inversamente proporcional
al estado de la economía nacional, el desarrollo educativo en robótica
ha crecido muchísimo. Existe una entidad que nuclea a los colegios que
se ocupan de robótica. La hemos llamado Roboliga, cuya dirección
en la web es www.roboliga.com.ar. A partir del 2002 comenzamos a participar
en encuentros internacionales, en ámbitos universitarios porque no hay
competencias a nivel medio, excepto en Corea.
La robótica, a diferencia de la programación, enfatiza el trabajo
en grupo. Y en robótica es necesario trabajar en grupo porque hay dos
problemas a resolver: la arquitectura del robot y su comportamiento. Cuando
hablo de robótica me voy a referir básicamente a robots autónomos,
robots que deben resolver problemas sin ningún tipo de comunicación
externa. Al trabajar en esto, se da entonces una realimentación constante
entre el diseño y la programación, que es muy estimulante desde
el punto de vista educativo.
Ahora bien, la llamada robótica física tiene infinidad de variables.
Creo que a veces es más desafiante que la robótica simulada, sin
entrar adiscutir su grado de complejidad. La robótica física tiene
como objetivo la construcción de un robot, un robot que debe solucionar
un problema determinado, que en general son los llamados problemas clásicos,
como salir de un laberinto. Podemos dividir a la robótica física
en dos grandes grupos: los robots autónomos y el llamado control automatizado.
Legos
Gonzalo Zabala (continúa): En los colegios trabajamos con un kit
que sacó la firma Lego. Y participan los chicos de diez años en
adelante. En general es más fácil y más productivo trabajar
con chicos chicos que con los más grandes o con los adultos. Por una
sencilla razón: en robótica hay que ser creativo y, sobre todo,
no hay que tener vergüenza de equivocarse. En una competencia latinoamericana
que el año pasado se organizó en Chile, nos invitaron a participar
apenas una semana antes de que comenzara. Era, además, una competencia
en la que participaban universidades. No queríamos ir, pensábamos
que nos iban a destruir, pero finalmente fuimos. Trabajamos las veinticuatro
horas de esos siete días y llegamos con un aparato pegado con cinta scotch.
El objetivo de la competencia era detectar minas dentro de un terreno irregular.
No contábamos con sensores adecuados, pero a un alumno, en la discusión,
se le ocurrió utilizar nada menos que las escobillas del Escalectric.
Las colocamos y en Chile se rieron bastante. Sin embargo, lo insólito
fue que terminamos saliendo primeros.
La robótica simulada permite experimentar sin las limitaciones de costos
de la robótica física. Programando el comportamiento de un robot,
nos acercamos a lo que se llama inteligencia artificial, pero esto es un tema
que admite todo tipo de discusiones. Definir la inteligencia es una tarea ardua;
nosotros apenas queremos construir robots autónomos que resuelvan determinados
problemas.
Pasión de multitudes
Gonzalo Zabala (continúa): Existe un campeonato de fútbol
de robots, en el que también participamos, y que sirve para clasificar
a los que irán después al campeonato mundial de fútbol
de robots. Este año, los dos primeros puestos pertenecieron a colegios
secundarios, el Roberto Arlt de Tortuguitas, y el nuestro, el Schönthal
de Capital Federal.
Quiero pasar a mostrarles un programa de simulación de fútbol
de robots (ver imagen), donde tenemos un problema fundamental que es el de la
navegación: es decir, cómo dirigimos un robot de un punto a otro.
Un problema adicional es el del llamado comportamiento colaborativo. ¿Cómo
hacemos para tirar pases? ¿Cómo hago para que el robot determine
dónde ir en los próximos siete segundos? Para los alumnos estos
temas son interesantes porque hay mucho de trigonometría. Por eso en
robótica trabajamos con profesores de matemáticas y de física.
En síntesis, quiero enfatizar el proceso creativo en los alumnos. Hace
tiempo nos invitaron a una charla de arte, con la idea de encontrar puntos en
común en relación con los procesos creativos tanto en una obra
de arte como en la conformación de un robot. Y a los chicos les preguntaron
si un robot les parecía más lindo que otro. Algunos decían
que gustaban más de los simétricos; otros de los asimétricos.
Hubo quien dijo que son lindos los robots inteligentes. En fin, la robótica
va más allá del proceso de construcción. Nosotros, desde
los colegios, queremos evitar pensar en la función productiva del robot.
Aprendemos de robótica más bien jugando.
Del Golem al robot
Pablo Capanna: Esto que han escuchado de Gonzalo Zabala es la realidad.
Yo en cambio les quiero hablar de la interacción entre ficción
y realidad. Porque ustedes saben que la palabra robot y la palabra robótica
fueron en un principio ficciones. Y sin embargo ahora vemos esto aplicado a
la realidad. A mí me sorprende que en el lapso de una vida humana se
haya pasado del robot como criatura de ciencia ficción, y de la robótica
como ciencia imaginaria concebida por Isaac Asimov (1920-1992),
a que esto sea ahora materia de estudio en las universidades e incluso en los
colegios primarios, como menciona Zabala. El tema de esta charla es entonces
la vida artificial como fantasía tecnológica, que es muy anterior
a todo lo que sucede hoy en día.
Allá por 1930, Sigmund Freud (1856-1939) escribió en El malestar
en la cultura que el hombre era un dios de prótesis. Es decir, un ser
que tiene grandes poderes, pero que no son los físicos sino los técnicos.
Y constataba que el ser humano es bastante impresionante cuando tiene puesta
su armadura, pero que, al quitársela, queda muy desvalido. Vivimos todo
el tiempo con prótesis, ¿no? Y en algunos casos comienza a hacerse
realidad el sueño del híbrido hombre-máquina. Hablamos
del cyborg, del hombre nuclear o de Robocop. Pero tenemos un ejemplo más
concreto: Stephen Hawking (1942), que es casi un cyborg. Y bueno, es como para
poner en su justo medio a la tecnología.
Sin embargo, el sueño propio de la vida artificial tiene un origen que
se puede retrotraer a la Antigüedad, pero que adquiere contornos precisos
en la Modernidad. Aparece en dos formas: en el androide, cuya vida artificial
es de carácter orgánico, y en el robot, cuya vida artificial es
de tipo mecánico o informático. Generalmente se dice que ciertos
escritores visionarios anticiparon lo que iba a ocurrir cuarenta años
después. En realidad, yo pienso que se trató de escritores y científicos
que echaron a correr ideas que no se atrevían a formular en ámbitos
académicos; esas ideas penetraron en el imaginario colectivo y alguien
las llevó a la práctica. Por ejemplo, el androide, es decir, el
ser orgánico que emula al hombre, tiene su origen más remoto en
el Golem, que hace un rabino de Praga, y que es en definitiva Adam, el hombre
hecho de barro al cual se le infunde vida. El robot recibe su nombre en la famosa
obra de teatro RUR, sigla de los Robots Universales de Rossum, escrita en 1926
por el checo Karel Capek (1890-1938). El dueño de la fábrica,
el inventor, es Rossum, que quiere decir razón. Es decir,
la inteligencia crea un robot que sería el obrero artificial. Pero en
realidad ese robot no es un robot sino un androide porque está diseñado
dentro de lo que hoy llamaríamos ingeniería genética.
Miedo a la fantasía
Pablo Capanna (continúa): Hubo otras fantasías. En una obra
de 1930, un filósofo que escribía ciencia ficción llamado
Olaf Stapledon (1886-1950) hablaba de una ciencia imaginaria aplicada al futuro
que se llamaría arte vital. Con ella se podrían generar
especies animales y vegetales alternativas. Pero todo termina en catástrofe,
porque las cosas se subordinan a cerebros que pasan a dominar la humanidad.
De esto se ha hablado mucho, pero en realidad el que ha tenido más historia
es el robot. Por eso, llegó a la realidad cuando alguien se propuso hacerlo.
En efecto, el robot y la robótica aparecen en la ficción mucho
antes que en la realidad. Aparece en revistas en la década de 1920. Cuando
se plantea la idea, el mundo la abraza con entusiasmo. Cuando se comienza a
aplicar en la realidad, vienen los temores. Cuando la ciencia ficción
nace en Estados Unidos en la década de 1920, lo hace bajo el signo de
la tecnocracia. Se llega a imaginar que la humanidad podría llegar a
ser controlada por una computadora, y quedar así sujeta a decisiones
racionales y eficaces. Fíjenese que aún no había nada parecido
a una computadora. Cuando la computadora llega, los miedos se despiertan. Aparecen
así fantasías en las que las computadoras enloquecen, o en donde
juegan con los ejércitos nacionales y producen guerras mundiales. Luego
la computadora desaparece del campo de la fantasía, porque poco a poco
se van realizando: se les deja de tener miedo en el momento en que se la tiene
en casa. En cambio, cuando el robot aparece en la ciencia ficción, en
la década del 20 o del 30, es visto con temor porque se imagina
que puede llegar a descontrolarse. O que seguirá demasiado al pie de
la letra las instrucciones y no podrá discernir. Una vez que Asimov le
da carta de ciudadanía al robot, y que escribe infinidad de relatos sobre
ellos ustedes saben que Asimov debe ser el escritor que más libros
ha publicado, llegó casi a los cuatrocientos, lo populariza. La
gente le pierde miedo al robot. Esto culmina de algún modo con La guerra
de las galaxias (1977), que en definitiva es una de cowboys en donde hay dos
robots, simpáticos y limitados, en fin, como una suerte de El gordo
y el flaco.
Esto es un poco la evolución de cómo la sociedad recibió
las propuestas de la ciencia ficción y de cómo, en algunos casos,
los científicos se hicieron cargo de ello. Hay otro orden de cosas: el
que insiste en la especulación desde posiciones científicas aseguradas
por la academia. A mi criterio, a veces se excede el límite de la cordura.
Por ejemplo en un libro que se llama Física de la resurrección,
y que hay que leer con por lo menos tres doctorados en física,
en matemáticas, en computación, se dice que el universo
va a transformarse finalmente en una gran computadora y que todos vamos a tener
vidas virtuales, como si fuéramos personajes de un videogame. Como el
cuerpo orgánico no tiene razón de ser, dice, deberíamos
transferir nuestras memorias a un disco rígido y vivir virtualmente hasta
el infinito.
Crecimiento de las protesis
Pablo Capanna (continúa): Quizás quienes alentaron este tipo de
cosas fueron los padres de todo esto, los padres de la cibernética, que
hoy llamaríamos informática: John Von Neumann (1903-1957) y Norbert
Wiener (1894-1964). Von Neumann hizo un trabajo donde imaginó la máquina
reproductora, un robot que es capaz de producir otro robot. Con lo cual se pensaba
que podríamos colonizar el universo. Allí donde no llega el hombre,
sí podrá hacerlo el robot. Wiener dijo en los años 50
que puesto que toda nuestra experiencia es información, algún
día íbamos a poder transmitirnos por telégrafo, es decir,
algo así como la teleportación. Que es algo que tomaron el cine
y la televisión.
En relación con las nuevas propuestas, los viejos escritores de ciencia
ficción han quedado reducidos en sus aspiraciones. Porque apenas pensaban
hacer un robot humanoide.
Personalmente, yo me inclino a pensar en favor del crecimiento de las prótesis,
en el sentido de que la capacidad humana se puede multiplicar gracias a ellas.
Lo otro es una especie de fantasía en que se quiere recrear el mundo
a imagen y semejanza de uno, como Dios. Pero yo creo que las cosas se escapan
de lo estrictamente científico y entran en el terreno de la ficción
descontrolada. Porque, en general, los escritores han intentado hacer verosímiles
sus ficciones.
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