Sáb 13.12.2003
futuro

CENTENARIO DE LA PRIMERA MISION CIENTIFICA A LA PENINSULA ANTARTICA

La expedición que volvió del frío

Por Pablo Wainschenker

A fines del siglo XIX, dos congresos internacionales de geografía realizados en Londres (1895) y Berlín (1899) establecieron la conveniencia de emprender una gran expedición a la Antártida, pues ésta era –en líneas generales– la única región del planeta sobre la cual no había información importante. Como consecuencia, en la ciudad sueca de Gotemburgo, Nils Otto Gustav Nordenskjöld comenzó a organizar un viaje al cuadrante antártico americano. El área de estudio específica en la que este investigador desarrollaría sus trabajos era la región oriental de la península antártica. A diferencia de otras travesías polares de la época, como las de Robert Falcon Scott o Roald Amundsen, esta expedición no tenía en sus planes batir ningún record ni sentar precedentes para un futuro reclamo de soberanía sobre tierras polares. Antes que un viaje de conquista, se trataba de una alianza internacional cuyo objetivo era realizar una extensa labor de exploración científica en el continente antártico.
La Argentina participaría con la instalación de un observatorio magnético y meteorológico en proximidades de la Isla de los Estados. Por su parte, Gran Bretaña y Alemania también integrarían el proyecto con sendos viajes de investigación a los cuadrantes pacífico e índico del continente antártico. Expediciones de Australia, Escocia, Bélgica y Francia completaban el ambicioso plan internacional en búsqueda de información científica en la zona.
Otto Nordenskjöld era un geólogo reconocido en Suecia y poseía un espíritu internacionalista poco afecto a las disputas de soberanía. Ejercía su actividad como profesor titular en la Universidad de Upsala, donde desarrollaba su labor de investigación. Su idea era viajar a la Antártida en un buque apto para cruzar el pasaje de Drake y navegar en las peligrosas aguas del Mar de Weddell. Allí establecería lo que él llamaba una “estación invernal”: una pequeña cabaña de madera que funcionaría como base de operaciones para la realización de investigaciones científicas durante el invierno septentrional de 1902. Al llegar el verano, los expedicionarios abordarían nuevamente el buque y regresarían para procesar la información recolectada durante su estadía.
En cierto modo, puede decirse que la expedición Nordenskjöld de 1901 a 1903 estableció la primera base científica antártica. La Argentina comenzó a efectuar registros meteorológicos constantes en la región recién en 1904. Para ello se utilizaron las instalaciones de una base escocesa en la isla Laurie, archipiélago de las Orcadas del Sur.

Condicionamientos del entorno
Debido a su espíritu de cooperación internacional, Otto Nordenskjöld deseaba promover el desarrollo de la ciencia en la Argentina. Movido por ese sentimiento, este investigador había tenido conversaciones con el polifacético naturalista Francisco Pascasio Moreno. Como resultado de esas charlas, el científico sueco permitió que un argentino integrara su equipo. El elegido fue un joven alférez de fragata llamado José María Sobral, quien se desempeñaría como observador meteorológico.
La base científica fue montada en la isla Cerro Nevado (63º 24’ S - 56º 59’ W). Contaba con tres habitaciones pequeñas preparadas para albergar a dos personas cada una, una cocina, un ambiente central que funcionaba como comedor y gabinete de trabajo, y un altillo. A fin de resguardarla del frío exterior, la cabaña estaba construida con varias capas de madera ycartón, y contaba con puerta doble para evitar el ingreso de nieve al entrar o salir. Tenía 6,5 metros de largo por 4 de ancho.
A pocos pasos de la casa principal se levantó una pequeña construcción para observaciones magnéticas, varias casillas para proteger los instrumentos meteorológicos y un observatorio astronómico cuyo techo quedó destruido durante un violento temporal pocos días después de haber sido armado.
Durante el invierno de 1902, el equipo realizó los trabajos tal como estaba previsto. Las tareas más tediosas eran las de observación meteorológica, que se efectuaban durante las 24 horas del día cada 60 minutos. Estos estudios estaban a cargo del profesor Gösta Bodman y de José María Sobral. Simultáneamente se practicaban trabajos magnéticos, astronómicos, bacteriológicos y geológicos. Los trabajos se completaban con estudios de mareas, observaciones del estado del hielo, relevamientos cartográficos y otras tareas.
La frecuencia para la realización de observaciones había sido fijada en el programa internacional junto con la Argentina, Alemania y el Reino Unido. Sin embargo, Nordenskjöld estableció un acuerdo especial con el observatorio austral recién instalado por la Argentina, según el cual estas tomas de datos debían realizarse con más frecuencia que lo convenido originalmente. Tomar nota de lo que indicaban los instrumentos de medición se tornaba una tarea compleja, especialmente durante el invierno.

Un tipo dificil
“Papá tenía muchos enemigos. El era un fabricante de enemigos y un –apenas– recolector de amigos.” Alvar Sobral describe a su padre con orgullo, pero sabiendo que José María Sobral no era una persona fácil de tratar. Por si quedaran dudas, luego aclara: “El era de carácter fuerte, enérgico. Se rebelaba contra todo lo que no respondía a la verdad, a la lógica y a la ciencia. Y cuando no podía hacerse entender por las palabras, trataba de hacerlo por los hechos”. En pocas palabras, era un tipo de pocas pulgas.
Hijo de una familia acomodada de Gualeguaychú, José María Sobral cumplía todas las condiciones para convertirse en un héroe naval. Había sido el protagonista de una fabulosa expedición antártica y se perfilaba como un militar con excelente futuro. Las autoridades de la marina estaban orgullosas de él: por fin tendrían un héroe polar. Sin embargo, los planes de Sobral para su propia vida eran otros. Su odisea antártica le había cambiado la vida y decidió ir a estudiar geología a Suecia, dado que acá todavía no existía esa carrera. La respuesta de la Armada no fue exactamente la que Sobral esperaba: “Para qué quiere la Armada un geólogo”, le contestaron. Laurio Destéfani, militar de carrera e historiador naval, reflexiona al respecto: “Con el correr de los años he seguido pensando y me he dado cuenta de que en la vida de Sobral hubo momentos magníficos y momentos deplorables, no por él sino por las demás personas. Tal vez era un régimen un poco duro el de la Armada en ese momento. Las autoridades no supieron ver la situación y ni siquiera aceptaron mandarlo en disponibilidad [es decir, sin goce de sueldo], que era lo que Sobral pedía”. Así, el joven marino se vio obligado a renunciar a su carrera militar. Realizó estudios en la Universidad de Upsala y se convirtió en el primer geólogo del país (en esa época el título era “doctor en Ciencias Naturales”).
Todos los proyectos que presentó luego Sobral para volver a la Antártida y continuar con sus investigaciones fueron rechazados. Tuvieron que pasar cien años para que un Sobral pisara otra vez suelo polar (y no fue, precisamente, gracias al Estado argentino). En febrero de este año, con ayuda económica de una fundación noruega, Åke Sobral (hijo de José María) visitó la cabaña de Cerro Nevado, que es hoy un museo gracias al trabajode restauración del Instituto Antártico Argentino. El momento fue registrado por el equipo de Atrapados en el fin del mundo, documental argentino que rescata esta historia del olvido.

Invernada forzosa
En el invierno, mientras Nordenskjöld y sus compañeros recolectaban datos en su zona de estudio, la tripulación del barco había estado cazando focas mientras los científicos de a bordo realizaban estudios en las Georgias del Sur y en Tierra del Fuego.
Al llegar la primavera, el plan indicaba que el “Antarctic” debía pasar a buscarlos por Cerro Nevado. Sin embargo, el buque nunca llegó a destino. Debido al mal tiempo y a la abundancia de hielo, la nave no pudo ingresar por lo que luego se denominaría estrecho Antarctic. Ante este inconveniente, el segundo jefe de la expedición, profesor Johan Gunnar Andersson, decidió desembarcar con dos colegas y tratar de llegar a la base esquiando sobre el mar congelado. Entretanto, el barco intentaría navegar hasta la isla por una zona libre de hielos.
Poco después de abandonar el barco, Andersson y sus dos compañeros descubrieron que una amplia franja de mar abierto les cortaba el camino. Ante la imposibilidad de seguir avanzando decidieron volver al lugar de desembarco y esperar el regreso del “Antarctic”. Pero el buque fue nuevamente atrapado por los hielos y se hundió aun antes de llegar a la base de Nordenskjöld. La expedición quedaba así dividida en tres grupos sin comunicación entre sí: Nordenskjöld y sus colegas estaban en la casa de Cerro Nevado; el profesor Andersson y dos personas más buscaron refugio en lo que hoy se conoce como bahía Esperanza; y los náufragos del “Antarctic” lograron llegar hasta una pequeña isla volcánica en el mar de Weddell. Nordenskjöld contaba con muy pocos alimentos sobrantes tras un año de permanencia en el lugar. Los otros dos grupos prácticamente carecían de víveres. La lucha por la supervivencia se convirtió en la principal tarea. A pesar de esta grave situación, el grupo nunca abandonó las observaciones científicas.
Nueve meses después del naufragio, el equipo científico fue rescatado por un frágil barco argentino: la corbeta “Uruguay”. El viaje cambió la vida de los expedicionarios. El enviado argentino José María Sobral decidió renunciar a una promisoria carrera militar y viajó a Suecia para iniciar estudios científicos superiores. Algunos años después regresó a la Argentina; se convirtió en el primer geólogo nacional. Fue investigador de la antigua Dirección de Minas (actual Servicio Geológico Minero Argentino) y luego se sumó al naciente proyecto de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
A cien años de la primera incursión sueca a la Antártida, la expedición Nordenskjöld sigue siendo un valioso referente. Los datos recolectados y el posterior análisis de esa información aún hoy integran el material de consulta en las más diversas disciplinas científicas.

Importantes descubrimientos
A pesar de los inconvenientes que sufrieron los científicos, las tareas de observación se realizaron metódicamente y con rigurosidad. Esto permitió, por ejemplo, contar con un importante registro de las características magnéticas y de las mareas de la región. Algo similar ocurrió con los estudios bacteriológicos de Erik Ekelöf. Los resultados de la expedición fueron sumamente provechosos en diversas disciplinas. Entre otros, se hicieron los siguientes descubrimientos:
u Geografía: Se comprobó que los mapas anteriores no se ajustaban a la realidad. Sin dudas, el hallazgo más importante en la materia fue descubrir que lo que hoy se conoce como península antártica, era precisamente una península. Hasta ese momento se creía que sólo se trataba de una sucesión de islas que permitían al paso desde el lado Este hacia el Oeste. Además, se comprobó que la isla James Ross era una entidad en sí misma y no formaba parte de la península antártica como se afirmaba en la época. Con los resultados de las observaciones se confeccionó un mapa de la costa Este de la península antártica, desde el Canal de Bélgica hasta los 66º S. En cuanto a las características generales de la zona, la principal diferencia es que en la cartografía anterior a la expedición Nordenskjöld se describía a la región como si se tratara de una amplia superficie de tierras con bahías de poca profundidad. Sin embargo, Nordenskjöld comprobó que se trataba de una tierra estrecha, caracterizada por montañas nevadas. También se pudo establecer con certeza que tanto al Este como al Oeste, la península estaba bordeada por islas, con algunos fiordos, canales y estrechos.
u Geología: Se estableció que existían diferencias geológicas en la formación de la Antártida. Se determinó que las tierras exteriores estaban formadas principalmente por granito y otras rocas antiguas. Tomando como punto de referencia la isla Cerro Nevado, se pudo saber que las tierras al Este estaban formadas en su mayoría por basalto y capas de origen volcánico, junto con zonas de formación arenosa y capas fosilíferas. En la isla Seymour (Marambio) se encontró una gran cantidad de fósiles, principalmente amonites. Sobre estas capas se hallaron huesos de vertebrados, restos de moluscos marinos y se encontraron por primera vez restos fósiles de hojas de plantas y árboles en la Antártida. Entre 1895 y 1897, Otto Nordenskjöld había efectuado un viaje de estudio a Tierra del Fuego. Eso le permitió establecer similitudes entre la cordillera de los Andes y la península antártica. Así, se estableció una semejanza entre la cadena montañosa cordillerana y los archipiélagos de basalto, de formación arenosa como en la Patagonia. En un reporte informal, presentado pocos días después de ser rescatado, Nordenskjöld ejemplificó esto de la siguiente manera: “Si nos imaginamos a la Patagonia 200 metros debajo de su nivel actual y toda cubierta por hielo, tendríamos una cantidad de canales o estrechos iguales en ambas regiones”.
u Zoología: Se pudo determinar con certeza que no existían animales terrestres, ni osos polares, ni renos. Se descubrió la riqueza de la fauna marina antártica, tanto en lo que respecta a aves como a peces.
u Meteorología: Se observó que las temperaturas en el continente antártico son inferiores con respecto a puntos que se encuentran en la misma latitud del Hemisferio Norte. En función de la información con que se contaba en ese momento, las temperaturas registradas fueron inesperadamente bajas. El valor medio registrado durante el primer año fue de -12º C. Con respecto al viento, la media anual fue de 84 metros por segundo con un sentido predominante SW-NE.
u Bacteriología: El resultado principal en esta materia fue la comprobación de la existencia de una rica flora microscópica repartida de manera uniforme en todas las capas superiores de la tierra. Asimismo se estableció que –tal como ocurre en el Artico– el aire es muy pobre en bacterias.
u Glaciología: Como resultado de los trabajos realizados sobre la barrera de Larsen, se describió que el hielo se estructura en capas paralelas cuya causa es la disposición originaria estratificada de la nieve.

Fotos gentileza dr. Fred Goldberg y Urban Wrakberg (Real Academia de Ciencias de Suecia).

 

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