CENTENARIO DE LA PRIMERA MISION CIENTIFICA A LA PENINSULA ANTARTICA
Por Pablo Wainschenker
A fines del siglo XIX, dos congresos internacionales de geografía realizados
en Londres (1895) y Berlín (1899) establecieron la conveniencia de emprender
una gran expedición a la Antártida, pues ésta era –en
líneas generales– la única región del planeta sobre
la cual no había información importante. Como consecuencia, en
la ciudad sueca de Gotemburgo, Nils Otto Gustav Nordenskjöld comenzó
a organizar un viaje al cuadrante antártico americano. El área
de estudio específica en la que este investigador desarrollaría
sus trabajos era la región oriental de la península antártica.
A diferencia de otras travesías polares de la época, como las
de Robert Falcon Scott o Roald Amundsen, esta expedición no tenía
en sus planes batir ningún record ni sentar precedentes para un futuro
reclamo de soberanía sobre tierras polares. Antes que un viaje de conquista,
se trataba de una alianza internacional cuyo objetivo era realizar una extensa
labor de exploración científica en el continente antártico.
La Argentina participaría con la instalación de un observatorio
magnético y meteorológico en proximidades de la Isla de los Estados.
Por su parte, Gran Bretaña y Alemania también integrarían
el proyecto con sendos viajes de investigación a los cuadrantes pacífico
e índico del continente antártico. Expediciones de Australia,
Escocia, Bélgica y Francia completaban el ambicioso plan internacional
en búsqueda de información científica en la zona.
Otto Nordenskjöld era un geólogo reconocido en Suecia y poseía
un espíritu internacionalista poco afecto a las disputas de soberanía.
Ejercía su actividad como profesor titular en la Universidad de Upsala,
donde desarrollaba su labor de investigación. Su idea era viajar a la
Antártida en un buque apto para cruzar el pasaje de Drake y navegar en
las peligrosas aguas del Mar de Weddell. Allí establecería lo
que él llamaba una “estación invernal”: una pequeña
cabaña de madera que funcionaría como base de operaciones para
la realización de investigaciones científicas durante el invierno
septentrional de 1902. Al llegar el verano, los expedicionarios abordarían
nuevamente el buque y regresarían para procesar la información
recolectada durante su estadía.
En cierto modo, puede decirse que la expedición Nordenskjöld de
1901 a 1903 estableció la primera base científica antártica.
La Argentina comenzó a efectuar registros meteorológicos constantes
en la región recién en 1904. Para ello se utilizaron las instalaciones
de una base escocesa en la isla Laurie, archipiélago de las Orcadas del
Sur.
Condicionamientos del entorno
Debido a su espíritu de cooperación internacional, Otto Nordenskjöld
deseaba promover el desarrollo de la ciencia en la Argentina. Movido por ese
sentimiento, este investigador había tenido conversaciones con el polifacético
naturalista Francisco Pascasio Moreno. Como resultado de esas charlas, el científico
sueco permitió que un argentino integrara su equipo. El elegido fue un
joven alférez de fragata llamado José María Sobral, quien
se desempeñaría como observador meteorológico.
La base científica fue montada en la isla Cerro Nevado (63º 24’
S - 56º 59’ W). Contaba con tres habitaciones pequeñas preparadas
para albergar a dos personas cada una, una cocina, un ambiente central que funcionaba
como comedor y gabinete de trabajo, y un altillo. A fin de resguardarla del
frío exterior, la cabaña estaba construida con varias capas de
madera ycartón, y contaba con puerta doble para evitar el ingreso de
nieve al entrar o salir. Tenía 6,5 metros de largo por 4 de ancho.
A pocos pasos de la casa principal se levantó una pequeña construcción
para observaciones magnéticas, varias casillas para proteger los instrumentos
meteorológicos y un observatorio astronómico cuyo techo quedó
destruido durante un violento temporal pocos días después de haber
sido armado.
Durante el invierno de 1902, el equipo realizó los trabajos tal como
estaba previsto. Las tareas más tediosas eran las de observación
meteorológica, que se efectuaban durante las 24 horas del día
cada 60 minutos. Estos estudios estaban a cargo del profesor Gösta Bodman
y de José María Sobral. Simultáneamente se practicaban
trabajos magnéticos, astronómicos, bacteriológicos y geológicos.
Los trabajos se completaban con estudios de mareas, observaciones del estado
del hielo, relevamientos cartográficos y otras tareas.
La frecuencia para la realización de observaciones había sido
fijada en el programa internacional junto con la Argentina, Alemania y el Reino
Unido. Sin embargo, Nordenskjöld estableció un acuerdo especial
con el observatorio austral recién instalado por la Argentina, según
el cual estas tomas de datos debían realizarse con más frecuencia
que lo convenido originalmente. Tomar nota de lo que indicaban los instrumentos
de medición se tornaba una tarea compleja, especialmente durante el invierno.
Un tipo dificil
“Papá tenía muchos enemigos. El era un fabricante de enemigos
y un –apenas– recolector de amigos.” Alvar Sobral describe
a su padre con orgullo, pero sabiendo que José María Sobral no
era una persona fácil de tratar. Por si quedaran dudas, luego aclara:
“El era de carácter fuerte, enérgico. Se rebelaba contra
todo lo que no respondía a la verdad, a la lógica y a la ciencia.
Y cuando no podía hacerse entender por las palabras, trataba de hacerlo
por los hechos”. En pocas palabras, era un tipo de pocas pulgas.
Hijo de una familia acomodada de Gualeguaychú, José María
Sobral cumplía todas las condiciones para convertirse en un héroe
naval. Había sido el protagonista de una fabulosa expedición antártica
y se perfilaba como un militar con excelente futuro. Las autoridades de la marina
estaban orgullosas de él: por fin tendrían un héroe polar.
Sin embargo, los planes de Sobral para su propia vida eran otros. Su odisea
antártica le había cambiado la vida y decidió ir a estudiar
geología a Suecia, dado que acá todavía no existía
esa carrera. La respuesta de la Armada no fue exactamente la que Sobral esperaba:
“Para qué quiere la Armada un geólogo”, le contestaron.
Laurio Destéfani, militar de carrera e historiador naval, reflexiona
al respecto: “Con el correr de los años he seguido pensando y me
he dado cuenta de que en la vida de Sobral hubo momentos magníficos y
momentos deplorables, no por él sino por las demás personas. Tal
vez era un régimen un poco duro el de la Armada en ese momento. Las autoridades
no supieron ver la situación y ni siquiera aceptaron mandarlo en disponibilidad
[es decir, sin goce de sueldo], que era lo que Sobral pedía”. Así,
el joven marino se vio obligado a renunciar a su carrera militar. Realizó
estudios en la Universidad de Upsala y se convirtió en el primer geólogo
del país (en esa época el título era “doctor en Ciencias
Naturales”).
Todos los proyectos que presentó luego Sobral para volver a la Antártida
y continuar con sus investigaciones fueron rechazados. Tuvieron que pasar cien
años para que un Sobral pisara otra vez suelo polar (y no fue, precisamente,
gracias al Estado argentino). En febrero de este año, con ayuda económica
de una fundación noruega, Åke Sobral (hijo de José María)
visitó la cabaña de Cerro Nevado, que es hoy un museo gracias
al trabajode restauración del Instituto Antártico Argentino. El
momento fue registrado por el equipo de Atrapados en el fin del mundo, documental
argentino que rescata esta historia del olvido.
Invernada forzosa
En el invierno, mientras Nordenskjöld y sus compañeros recolectaban
datos en su zona de estudio, la tripulación del barco había estado
cazando focas mientras los científicos de a bordo realizaban estudios
en las Georgias del Sur y en Tierra del Fuego.
Al llegar la primavera, el plan indicaba que el “Antarctic” debía
pasar a buscarlos por Cerro Nevado. Sin embargo, el buque nunca llegó
a destino. Debido al mal tiempo y a la abundancia de hielo, la nave no pudo
ingresar por lo que luego se denominaría estrecho Antarctic. Ante este
inconveniente, el segundo jefe de la expedición, profesor Johan Gunnar
Andersson, decidió desembarcar con dos colegas y tratar de llegar a la
base esquiando sobre el mar congelado. Entretanto, el barco intentaría
navegar hasta la isla por una zona libre de hielos.
Poco después de abandonar el barco, Andersson y sus dos compañeros
descubrieron que una amplia franja de mar abierto les cortaba el camino. Ante
la imposibilidad de seguir avanzando decidieron volver al lugar de desembarco
y esperar el regreso del “Antarctic”. Pero el buque fue nuevamente
atrapado por los hielos y se hundió aun antes de llegar a la base de
Nordenskjöld. La expedición quedaba así dividida en tres
grupos sin comunicación entre sí: Nordenskjöld y sus colegas
estaban en la casa de Cerro Nevado; el profesor Andersson y dos personas más
buscaron refugio en lo que hoy se conoce como bahía Esperanza; y los
náufragos del “Antarctic” lograron llegar hasta una pequeña
isla volcánica en el mar de Weddell. Nordenskjöld contaba con muy
pocos alimentos sobrantes tras un año de permanencia en el lugar. Los
otros dos grupos prácticamente carecían de víveres. La
lucha por la supervivencia se convirtió en la principal tarea. A pesar
de esta grave situación, el grupo nunca abandonó las observaciones
científicas.
Nueve meses después del naufragio, el equipo científico fue rescatado
por un frágil barco argentino: la corbeta “Uruguay”. El viaje
cambió la vida de los expedicionarios. El enviado argentino José
María Sobral decidió renunciar a una promisoria carrera militar
y viajó a Suecia para iniciar estudios científicos superiores.
Algunos años después regresó a la Argentina; se convirtió
en el primer geólogo nacional. Fue investigador de la antigua Dirección
de Minas (actual Servicio Geológico Minero Argentino) y luego se sumó
al naciente proyecto de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
A cien años de la primera incursión sueca a la Antártida,
la expedición Nordenskjöld sigue siendo un valioso referente. Los
datos recolectados y el posterior análisis de esa información
aún hoy integran el material de consulta en las más diversas disciplinas
científicas.
Importantes descubrimientos
A pesar de los inconvenientes que sufrieron los científicos, las tareas
de observación se realizaron metódicamente y con rigurosidad.
Esto permitió, por ejemplo, contar con un importante registro de las
características magnéticas y de las mareas de la región.
Algo similar ocurrió con los estudios bacteriológicos de Erik
Ekelöf. Los resultados de la expedición fueron sumamente provechosos
en diversas disciplinas. Entre otros, se hicieron los siguientes descubrimientos:
u Geografía: Se comprobó que los mapas anteriores no se ajustaban
a la realidad. Sin dudas, el hallazgo más importante en la materia fue
descubrir que lo que hoy se conoce como península antártica, era
precisamente una península. Hasta ese momento se creía que sólo
se trataba de una sucesión de islas que permitían al paso desde
el lado Este hacia el Oeste. Además, se comprobó que la isla James
Ross era una entidad en sí misma y no formaba parte de la península
antártica como se afirmaba en la época. Con los resultados de
las observaciones se confeccionó un mapa de la costa Este de la península
antártica, desde el Canal de Bélgica hasta los 66º S. En
cuanto a las características generales de la zona, la principal diferencia
es que en la cartografía anterior a la expedición Nordenskjöld
se describía a la región como si se tratara de una amplia superficie
de tierras con bahías de poca profundidad. Sin embargo, Nordenskjöld
comprobó que se trataba de una tierra estrecha, caracterizada por montañas
nevadas. También se pudo establecer con certeza que tanto al Este como
al Oeste, la península estaba bordeada por islas, con algunos fiordos,
canales y estrechos.
u Geología: Se estableció que existían diferencias geológicas
en la formación de la Antártida. Se determinó que las tierras
exteriores estaban formadas principalmente por granito y otras rocas antiguas.
Tomando como punto de referencia la isla Cerro Nevado, se pudo saber que las
tierras al Este estaban formadas en su mayoría por basalto y capas de
origen volcánico, junto con zonas de formación arenosa y capas
fosilíferas. En la isla Seymour (Marambio) se encontró una gran
cantidad de fósiles, principalmente amonites. Sobre estas capas se hallaron
huesos de vertebrados, restos de moluscos marinos y se encontraron por primera
vez restos fósiles de hojas de plantas y árboles en la Antártida.
Entre 1895 y 1897, Otto Nordenskjöld había efectuado un viaje de
estudio a Tierra del Fuego. Eso le permitió establecer similitudes entre
la cordillera de los Andes y la península antártica. Así,
se estableció una semejanza entre la cadena montañosa cordillerana
y los archipiélagos de basalto, de formación arenosa como en la
Patagonia. En un reporte informal, presentado pocos días después
de ser rescatado, Nordenskjöld ejemplificó esto de la siguiente
manera: “Si nos imaginamos a la Patagonia 200 metros debajo de su nivel
actual y toda cubierta por hielo, tendríamos una cantidad de canales
o estrechos iguales en ambas regiones”.
u Zoología: Se pudo determinar con certeza que no existían animales
terrestres, ni osos polares, ni renos. Se descubrió la riqueza de la
fauna marina antártica, tanto en lo que respecta a aves como a peces.
u Meteorología: Se observó que las temperaturas en el continente
antártico son inferiores con respecto a puntos que se encuentran en la
misma latitud del Hemisferio Norte. En función de la información
con que se contaba en ese momento, las temperaturas registradas fueron inesperadamente
bajas. El valor medio registrado durante el primer año fue de -12º
C. Con respecto al viento, la media anual fue de 84 metros por segundo con un
sentido predominante SW-NE.
u Bacteriología: El resultado principal en esta materia fue la comprobación
de la existencia de una rica flora microscópica repartida de manera uniforme
en todas las capas superiores de la tierra. Asimismo se estableció que
–tal como ocurre en el Artico– el aire es muy pobre en bacterias.
u Glaciología: Como resultado de los trabajos realizados sobre la barrera
de Larsen, se describió que el hielo se estructura en capas paralelas
cuya causa es la disposición originaria estratificada de la nieve.
Fotos gentileza dr. Fred Goldberg y Urban Wrakberg (Real Academia de Ciencias de Suecia).
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