Sáb 10.01.2004
futuro

Ver para creer

› Por Mariano Ribas

Ahora mismo, a 180 millones de kilómetros de la Tierra, una máquina construida por el hombre está a punto de dar sus primeros pasos. Allí está Spirit, un explorador robot que tocó suelo marciano cuando en la Argentina eran casi las dos de la madrugada del 4 de enero, y luego de una impecable y compleja maniobra de descenso (con paracaídas, retrocohetes y hasta unos enormes airbag). Allí, cuatrocientas veces más lejos que la Luna, está esa nave que viajó siete meses por el espacio, y repitió la hazaña de las célebres Viking y la Mars Pathfinder (ver recuadro). Y, al igual que ellas, ya nos está enviando postales del planeta hermano. Son vistas reales de un mundo real. Otro mundo. Y las estamos viendo en nuestras pantallas, todos los días, como si estuviésemos allí, en Marte, asomados a una ventana. Decir, se dice fácil. Pero cuando verdaderamente tomamos conciencia de lo que significa, la piel se eriza. Es inevitable y conmovedor. Es Marte, realmente Marte, el de los paisajes desérticos y anaranjados. Helados y polvorientos. Secos, completamente secos. Y sin embargo, el planeta rojo está repleto de huellas geológicas que sugieren un pasado muy distinto: más cálido, y fundamentalmente, muy húmedo. Parece que hace muchísimo tiempo allí hubo ríos, lagos y mares por doquier. Agua que ya no está, al menos, a la vista. Y ese es uno de los misterios más grandes del Sistema Solar.
En esa dirección, precisamente, apuntan los cañones del Spirit, que recorrerá decenas de metros por día en un lugar que, alguna remota vez, habría sido un enorme lago. Pero no está sólo en su tarea: dando vueltas alrededor del planeta hay tres sondas orbitadoras. Dos son verdaderas veteranas, que vienen aportando preciosa información desde hace años, la Mars Global Surveyor y la Mars Oddyssey, ambas estadounidenses. La otra es la Mars Express (de la Agencia Espacial Europea), que arribó el día de Navidad. Por si fuera poco, el 25 de enero llegará el Opportunity, un gemelo del Spirit que se posará en otra región del planeta, a miles de kilómetros. Trabajando en equipo, todas juntas, y a su modo, irán tras las pistas del agua perdida de Marte. El tema tiene profundas implicancias científicas, como la posibilidad de vida pasada, y hasta presente. Y también prácticas: la presencia de agua en el subsuelo marciano facilitaría enormemente una eventual misión tripulada, allá por 2019. No es extraño, entonces, que el lema central del programa de exploración marciana de la NASA sea, precisamente, “Follow the water” (“sigan el agua”).

Primeras pistas
Los viajes a Marte no empezaron con el Spirit. Ni siquiera con las recordadas Viking, de los años `70. En realidad, la aventura marciana arrancó en 1965, cuando la Mariner 4 (NASA) sobrevoló, por primera vez, la superficie de Marte. Más allá de lo fugaz de su misión, la sonda transmitió una veintena de valiosas imágenes que comenzaron a revelar el verdadero rostro del planeta. Por entonces, todavía flotaban los fantasmas de los marcianos imaginados por el norteamericano Percival Lowell a fines del siglo XIX. Y a pesar de que su famosa teoría de los “canales” (construidos, precisamente, por los supuestos marcianos) ya estaba bastante desinflada, no había pruebas categóricas en su contra. Pero el mito se fue cayendo a pedazos con cada nueva nave espacial: pocos años más tarde, las Mariner 6, 7, y 9 tomaron vistas aún más claras del suelo marciano, imágenes que sólo mostraban cráteres, llanuras, declives y fisuras. Pero nada de canales, y mucho menos, marcianos.
Marte parecía un mundo muerto. Sin embargo, su avejentado rostro anaranjado mostraba rasgos muy llamativos: surcos caprichosos, de distintas longitudes y profundidades. Algunos se cruzaban, se ramificaban, y a veces desembocaban en el interior de cráteres. Ya en 1976, las legendarias Viking I y II confirmaron aquellos hallazgos, y sumaron muchos más. A esta altura, la pregunta era inevitable: ¿qué eran esas marcas sinuosas? Para muchos expertos de la NASA –entre ellos, el por entonces no tan famoso Carl Sagan– la respuesta era simple e intuitiva: antiquísimos lechos de ríos muertos. ¿Agua líquida fluyendo en el Marte antiguo? Probablemente.

Agua en el Marte primitivo
Desde los tiempos de las Mariner, mucha agua ha corrido bajo el puente. Y si bien es cierto que no hay una certeza absoluta sobre la relación agua líquida-surcos marcianos, la mayoría de los modelos actuales se inclina en esa dirección (de todos modos, es justo mencionar que para algunos geólogos planetarios la responsable de esas marcas habría sido la nieve de dióxido de carbono, el gas que forma casi toda la actual atmósfera marciana). Entre las tierras altas del Hemisferio Sur y las más bajas del Hemisferio Norte de Marte existen tremendas huellas que hablarían en nombre del agua perdida del planeta: gigantescas zonas erosionadas por inundaciones masivas, y brutales canales de cientos de kilómetros de largo, decenas de ancho y hasta mil o dos mil metros de profundidad. Si fue el agua la que los cavó, entonces, debió ser mucha. ¿Cuánta? Según un reciente estudio realizado por el geólogo Michael Carr y sus colegas del US Geological Survey, la única manera de justificar semejantes delicadezas geológicas sería un stock global de agua tan grande que hubiese podido formar una capa global de 500 a 1000 metros de profundidad. ¿Cuándo? Entre hace 4000 y 1000 millones de años. Luego, Marte comenzó a secarse. Y nadie sabe bien por qué.

¿Un oceano arcaico?
En sintonía con todo lo anterior, y apoyada por evidencias obtenidas durante los últimos años, aparece una hipótesis aún más espectacular: un gigantesco océano marciano. Uno de los primeros que lanzó esta osada hipótesis fue Timothy Parker, un astrónomo del famoso Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (JPL). Hace veinte años, y mientras analizaba antiguas fotos de las Viking, Parker identificó “posibles líneas costeras” en el norte del planeta. Era, según él, la evidencia tentativa de un gran océano desaparecido. Y no era un disparate: al fin de cuentas, casi toda la mitad norte del planeta es mucho más baja, suave y erosionada que la mitad sur. De todos modos, hacían falta más pruebas. Y esas pruebas llegaron de la mano de las ultraprecisas mediciones altimétricas obtenidas por la Mars Global Surveyor (NASA), en órbita marciana desde 1997. Los datos de la nave parecen delatar varias líneas costeras (entre ellas la propuesta por Parker) en la parte más alta de ciertas zonas suaves. Las evidencias a favor del océano marciano siguen apilándose, y actualmente se habla de una masa de agua que, hasta hace mil o dos mil millones de años, pudo haber cubierto un tercio del planeta.

Los destinos de Spirit y Opportunity
Del mismo modo, hay buenos indicios para pensar que algunos cráteres y grandes depresiones estuvieron cubiertos de agua líquida. Tal el caso de Gusev, un cráter de 160 kilómetros de diámetro (a 15 al sur del ecuador de Marte), en el que desemboca un surco conocido como Mardin Vallis: hace 2 o 3 mil millones de años, Gusev pudo haber sido un fabuloso lago, alimentado por un río (el surco). Otro sitio particularmente interesante es Meridiani Planum, una región llana, cercana al ecuador marciano, que presenta grandes depósitos de hematita gris, un compuesto de óxido de hierro que suele formarse en presencia de agua. Es probable que allí haya existido un mar. No por casualidad, esos sitios fueron elegidos como los destinos de los dos robots exploradores.
Estos aparatos, también conocidos técnicamente como “Vehículos de Exploración de Marte” (o MER-A y B, por sus siglas en inglés) tienen el tamaño de un auto pequeño, pesan 180 kilos y se mueven –alimentados a energía solar– gracias a seis ruedas articuladas. Y no buscarán vida, como se sigue insistiendo en algunos lados, simplemente porque no están preparados para eso (a diferencia de la minisonda Beagle 2, de la que nada se sabe desde que se separó de su nave madre, la europea Mars Express, hace unas semanas). En cambio, sí están perfectamente equipados para funcionar como verdaderos geólogos, que recorrerán de 40 a 90 metros por día. Su set de instrumentos incluye una espectacular cámara estéreo (para fotografiar el paisaje), otra más pequeña para observar detalles microscópicos en las rocas, un brazo robot para capturarlas, y espectrómetros para determinar su composición química. Spirit y Opportunity nos darán una nueva mirada sobre Marte que apunta, fundamentalmente, a encontrar evidencias definitivas sobre la antigua existencia de agua líquida en la superficie del planeta.

Otras naves, otros enigmas
Si Marte fue un mundo tan húmedo, sus condiciones climáticas debieron ser, forzosamente, completamente distintas de las actuales. Hoy en día, la bajísima temperatura (una media de -60°C) y la exigua presión atmosférica (apenas, 6 bares, menos del 1% de la terrestre) prohíben el agua líquida en su suelo. Por lo tanto, el escenario del pasado debió ser muy diferente, con una atmósfera mucho más robusta, que habría permitido mayores presiones y temperaturas superficiales. Hay varias teorías que intentan explicar la “pérdida” de la atmósfera marciana, pero lo que más nos interesa aquí es el misterio del agua: si hubo tanta, y ahora no se la ve, ¿a dónde fue a parar?
Una parte está atrapada en los dos casquetes polares del planeta. Estas masas de hielo están hechas principalmente de dióxido de carbono (“hielo seco”), aunque también contienen cierta proporción de agua congelada. Pero no es mucho. Quizá, la clave está en el subsuelo marciano: allí existiría una supuesta “criósfera” –una gruesa capa de hielo de agua, roca y polvo– de espesor variable, según la zona del planeta. ¿Pero existe verdaderamente? Parece que sí. Al menos, eso es lo que sugieren las observaciones de radar realizadas por la nave Mars Oddysey, en órbita marciana desde fines de 2001. La Oddysey detectó fuertes indicios de la presencia de hielo de agua en el metro más externo de la corteza marciana. Y eso lleva a pensar en cantidades aún mayores, en zonas más profundas. E incluso, en masas de agua líquida a cientos de metros por debajo de la superficie, donde la presión y la temperatura son mucho más altas (en parte por el propio calor del núcleo de Marte). Los primeros hallazgos de Mars Oddysey podrían ser la punta del iceberg –hablando de hielo– para resolver el caso del agua perdida.
Pero todavía hay más: desde hace varios años, la Mars Global Surveyor viene cosechando cientos de imágenes que alientan otra inquietanteposibilidad. Son fotografías de barrancos y paredes internas de cráteres, donde aparecen montones de surcos finos y de aspecto muy fresco. Casi todos surgen a pocos cientos de metros por debajo del nivel del terreno circundante. Y podrían ser la huella de chorros de agua brotando hacia el exterior (y evaporándose instantáneamente, claro) en tiempos geológicamente modernos: hace un millón de años, cien mil años, o quizás, ayer. El asunto es bastante polémico, y sólo se resolverá con nuevas observaciones.

Soñando con marcianos
La sola posibilidad de que hayan existido grandes masas de agua líquida en el Marte de antaño dispara una fabulosa especulación: marcianos. Al fin de cuentas, si el planeta fue mucho más hospitalario hace miles de millones de años, como parece, la vida quizás haya tenido su chance. Incluso, y arriesgando un poco más, hasta se podría soñar con marcianos actuales (pero a no hacerse ilusiones, porque sólo serían simples microorganismos). Al menos, si se confirma la existencia de agua subterránea. En la Tierra existen microorganismos que han sabido adaptarse a las duras condiciones imperantes en plena corteza, a miles de metros por debajo del suelo. Tal vez en Marte pase lo mismo. Y quizás, ahora, los marcianos estén allí, refugiados bajo tierra, y junto con el agua.
Más allá del triste final de la sonda japonesa Nozomi (que el 13 de diciembre no pudo colocarse en órbita y siguió de largo) y de la aparente pérdida de la Beagle 2, la actual avanzada marciana no tiene precedentes. Hay tres naves orbitando a Marte (Mars Global Surveyor, Mars Oddyssey y Mars Express), una en la superficie (Spirit), y otra más en camino (Opportunity). Cinco exploradores de lujo. Todas compartiendo aquel objetivo, fascinante y crucial: la búsqueda del agua perdida del planeta rojo, y con ella, todas sus implicancias. Incluso, para la vida. Habrá que estar atentos a lo que ocurra durante los próximos meses. Y sentirnos verdaderamente afortunados de vivir esta época de oro de la exploración planetaria. Tratándose de Marte, las sorpresas están garantizadas.

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