Sábado, 13 de marzo de 2004 | Hoy
Por Guillermo Movia
En 1940, G. H. Hardy, matemático inglés, escribió: “La matemática real no tiene efectos en la guerra. Nadie ha descubierto aún ningún propósito belicoso al que pueda servir la teoría de los números”. Treinta años más tarde, uno de sus discípulos hizo un descubrimiento que lo desmentiría: la función que permitía hacer de las cifras un arma de guerra, usando solamente un par de números primos. Años después, con la rapidez de cálculo que ofrecen las computadoras, los mensajes digitales pueden ser protegidos de cualquier intento de escucha o lectura indeseada, incluso un plan de ataque terrorista o la compra de un compact disc por Internet.
El cifrado
Cifrar es proteger un mensaje con una clave para que sólo pueda ser leído
por determinadas personas. Los métodos más simples pueden ser
practicados por chicos de primaria o conseguirse en cualquier revista de entretenimientos,
en los cuales cada letra del alfabeto es reemplazada por otra, por un número
o por un dibujo; siempre el mismo. De esta manera, basta con conocer el código
para poder leerlo. Por ejemplo, una clave donde la letra “A” es
reemplazada por la “X”, la letra “B” por la “Y”
y así sucesivamente. Simple.
Tan simple que es insegura para enviar mensajes importantes. Basta con un par
de técnicas estadísticas para sacar a la luz los mensajes escondidos.
Sin embargo, Julio César utilizó un sistema similar para avisarle
a Cicerón y sus soldados, sitiados por las tropas galas, que los refuerzos
se encontraban en camino. Por eso se conoce a este tipo de cifrado como “La
cifra César”.
El secreto siempre fue un arma poderosa. Dos milenios más tarde, la Segunda
Guerra Mundial fue un terreno perfecto para la exploración en este campo
y los matemáticos más importantes de cada bando estuvieron dedicados
a desarrollar algún método que resultara inquebrantable (ver recuadro).
Pero siempre había un problema: ¿cómo lograr el intercambio
de la clave sin arriesgarse a que caiga en poder del enemigo? Si una persona
“A” quiere enviarle mensajes cifrados a su amigo “B”,
basta con que se encuentren en algún lugar para que intercambien el código
con el que después van a codificar los envíos. Pero, ¿cómo
hacerle llegar de forma segura la clave a quienes se encuentran lejos? ¿Cómo
lograr de forma segura que la clave le llegue al capitán de un submarino
que patrulla las costas del enemigo?
Números primos y asimetría
La solución teórica fue encontrada casi simultáneamente
en Inglaterra y Estados Unidos. Los especialistas británicos en cifrado,
contratados por el gobierno, dieron con la respuesta antes, pero fue clasificada
como Top secret, con lo cual quedó escondida por casi veinte años.
Mientras tanto, de este lado del Atlántico, fueron dos tríos de
investigadores quienes la consiguieron, y al no tener la obligación de
mantenerla oculta la dieron a publicidad instantáneamente. Y más
rápidamente aún, la patentaron.
En 1976, un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford planteó
la solución teóricamente: había que encontrar una función
matemática que permitiera generar una clave asimétrica. Hasta
ese momento, todas las claves criptográficas conocidas eran simétricas,
lo que significa que se usaba el mismo código para cifrar y para descifrar
elmensaje. En cambio, la clave asimétrica utiliza información
diferente para codificar y decodificar el mensaje. Un año después,
tres matemáticos del MIT (Massachusetts Institute of Technology) encontraron
finalmente la solución. Ahora es conocida como “sistema RSA”
por el nombre de sus autores: Ron Rivest, Adi Shamir y Leonard Adleman. Básicamente,
consiste en una función en la que son importantes dos números
primos (los que sólo pueden dividirse por uno y por sí mismos)
a los que comúnmente se llama “p” y “q”. La multiplicación
de esos dos números genera “N”.
Supongamos que Andrés quiere enviarle un mensaje a Berta. Le pide a Berta
su número “N” y lo utiliza para generar el texto cifrado.
Para poder descifrarlo, no basta con conocer “N”, hay que conocer
“p” y “q”, que Berta mantiene en secreto. Cualquiera
que interceptara el mensaje de Andrés podría descifrarlo si encontrara
“p” y “q”, pero si el valor de “N” es lo
suficientemente grande, eso podría llevarle mucho tiempo, porque tendría
que probar hasta encontrar cuáles son los dos números primos que,
multiplicados, dan “N”. De esta manera, bastaría con enviarles
a todos los capitanes de submarinos un solo número. Aunque el enemigo
lo interceptara, le costaría décadas descubrir los dos números
necesarios para descifrar el mensaje.
Los números “N” que se utilizan en las transacciones bancarias
a través de Internet son tan grandes que los esfuerzos combinados de
cien millones de computadoras tardarían más de mil años
en descifrar “p” y “q”. Este método recibe el
nombre de cifrado con clave pública, justamente porque debe darse a conocer
una parte de la clave para que los demás puedan codificar mensajes para
uno.
La aparición de las computadoras personales agregó un nuevo factor:
estas técnicas que sólo habían sido utilizadas por los
estados o las empresas debido a los altos costos de las máquinas necesarias,
estuvieron disponibles para los ciudadanos comunes.
Privacidad bastante buena
En 1990, Philip Zimmerman, un físico y programador, creyó que
ya era tiempo de que los ciudadanos comunes pudieran proteger su información
del Estado, y desarrolló un programa llamado PGP (Pretty Good Privacy,
que podría ser traducido como “Privacidad Bastante Buena”)
que permite crear un par de claves para cifrar archivos de computadora usando
el sistema RSA. Mientras negociaba con los creadores de la fórmula la
licencia para su utilización, el Congreso de los Estados Unidos estuvo
a punto de prohibir el uso y exportación de softwares que permitieran
la codificación de archivos. Antes de que todo su trabajo se echara a
perder, Zimmerman decidió dar a conocer su programa, aunque todavía
estuviera en desarrollo. Lo difundió en Internet y tuvo una enorme aprobación.
Con esto se ganó dos grandes problemas: un juicio de los creadores del
RSA y una investigación por parte del FBI por exportar “armas de
guerra” sin autorización, categoría en la que habían
caído los productos que contenían sistemas de cifrado complejos.
Después de tres años, y gracias a que el programa se difundió
increíblemente por Internet y a que todavía no es fácil
juzgar los delitos cometidos a través de la Red, el FBI decidió
no llevarlo a juicio. La solución con los inventores del RSA fue más
fácil, llegó a un acuerdo y pagó por la licencia.
La sociedad de la información
El enorme crecimiento de las comunicaciones digitales (Internet, la telefonía
digital, por ejemplo) aumenta la importancia del cifrado inviolable. Toda la
información que se convierte en ceros y unos puede ser codificada con
el proceso RSA. Esto dificulta la investigación y el monitoreo que algunos
estados llevan adelante. Si todas las comunicacionesdigitales estuviesen cifradas,
la red “Echelon” de espionaje comandada por Estados Unidos, Gran
Bretaña y los países del Commonwealth, perdería todo su
poder.
Esta es la principal razón por la que los Estados están en contra
de la proliferación de programas que faciliten el cifrado de mensajes.
“Las organizaciones criminales serán imposibles de investigar”,
dicen como si esas organizaciones no tuvieran el dinero suficiente para pagar
la creación de programas similares.
En 1998, 33 países reunidos en el Congreso de la Paz de La Haya, entre
los que se encontraba Argentina, firmaron el acuerdo de Wassenaar, en el que
se incluyó a las tecnologías de cifrado complejo dentro de las
armas de guerra.
Por otro lado, los defensores de los derechos civiles dicen que todo el mundo
tiene derecho a proteger sus documentos de los ojos indiscretos de los gobiernos.
Hay Organizaciones No Gubernamentales especializadas en brindar asesoramiento
en criptografía a otras organizaciones a lo largo y ancho del mundo.
Y, por último, están las empresas que necesitan de los programas
de cifrado para aumentar la seguridad de las transacciones electrónicas
y cuidar los datos de sus clientes a través de la Red. Además,
las mismas empresas tienen miedo de que los Estados puedan inmiscuirse en sus
comunicaciones y robar secretos que puedan ser usados en su contra. Por ejemplo,
las comunicaciones entre la sucursal de una empresa alemana en Estados Unidos
y su filial podrían ser interceptadas, y con la información obtenida
ayudar a sus competidores norteamericanos.
La discusión está planteada y es de difícil solución.
Los Estados quieren imponer regulaciones, mientras que las empresas y muchos
ciudadanos ofrecen resistencia. A pesar de todo, la regulación de este
tipo de programas ya parece una lucha perdida, tanto como la posibilidad de
controlar la Web.
Después de los atentados a las Torres Gemelas, el gobierno norteamericano
aumentó la presión, argumentando que con los sistemas criptográficos
existentes, los terroristas serían imposibles de investigar y, por lo
tanto, jamás podrían reunir pruebas en su contra. Excusa bastante
infantil, cuando ya demostraron que a falta de evidencias buenos son los informes
de inteligencia. Y contra eso, hay poco en que los números primos puedan
ayudar.
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