Sáb 31.07.2004
futuro

Naranja y media

› Por Esteban Magnani

En algunas ocasiones el trabajo que cuesta mantenerse vivo resulta desmesurado para lo infructuoso del objetivo; en el largo plazo el resultado está cantado. De cualquier manera y sin olvidar, o al menos sin poder disimular esta paradoja, la medicina se empecina constantemente en buscar las maneras de salvar personas al menos en el corto plazo y de, tal vez más importante aún, mejorar su calidad de vida. Es una lucha desigual, es cierto, pero no es poca la gente que agradece que estos médicos no se rindan frente a la desmesura del contrincante.
Las complicaciones para mantener la vida no son pocas. En el caso de los transplantes, entre otras cosas, es el propio cuerpo el que se niega a ser salvado sin saberlo y llega a rechazar el órgano nuevo que busca sustituir uno que ya no puede más. El ataque proviene del aparato inmunológico que trata al recién llegado como a un virus, una bala o cualquier otra cosa que no se reconozca como propia. Esta especie de “xenofobia” corporal puede ser controlada en algunas ocasiones maquillando al órgano donado con inmunosupresores –es decir, medicamentos que adormecen las defensas– o, mucho mejor, si el donante es lo suficientemente parecido al receptor como para engañar a su sistema inmunológico.
El problema es que encontrar la media naranja genética, según el órgano a transplantar, es tan improbable como sacar varios plenos seguidos en la ruleta. Por suerte para quienes se ven obligados a apostar, desde principios de los años 80 el Primer Centro Argentino de Inmunogenética –que trabaja junto con la Fundación Favaloro– se dedica a estudiar al receptor y a indicarle dónde le conviene hacer la apuesta para obtener los mejores resultados.

Su media naranja
La compatibilidad genética entre dos individuos está determinada, sobre todo, por el Complejo Mayor de Histocompatibilidad (CMH), una región del ADN que resulta determinante a la hora de saber si dos personas pueden recibir una donación de la otra. Allí es donde está la marca que permite saber qué es propio y qué ajeno, de la misma manera que un uniforme diferencia a un soldado enemigo de uno amigo. En la medida en que el “uniforme” sea más parecido, es más probable que se lo considere un aliado.
Las posibilidades de encontrar la media naranja no son muchas estadísticamente: el CMH se reparte en 5 millones de pares de bases o escalones químicos de una escalera de ADN que posee un total de 3000 millones; en estos últimos se codifica absolutamente todo lo que somos. Por suerte, “los seres humanos somos todos iguales en más del 90 por ciento de nuestro ADN. Entonces en realidad en esos 5 millones que nos interesan para determinar la histocompatibilidad tenemos registradas unas 2000 posibilidades distintas” explica el Dr. Eduardo Raimondi, director ejecutivo del Pricai. Además, la frecuencia con la que aparece una determinada codificación es mucho mayor dentro del grupo de población al que uno pertenece: “Por ejemplo, yo, que tengo raíces italianas para arriba, si necesito un donante, es mucho más probable que lo encuentre en Italia que en Suecia. Por ejemplo, los tobas, los wichí o los coyas que están mucho más aislados son muy parecidos genéticamente. Cuando subimos a lomo de mula 5000 metros para sacarles sangre encontramos grados deendocría [reproducción endógena] que los hace muy parecidos, entonces las probabilidades de encontrar un donante son muy altas. Por eso tener bancos o registros por regiones es muy importante”.
Hay dos pasos para determinar la histocompatibilidad del receptor con eventuales donantes: luego de estudiar la secuencia de genes (cross match), donde se encuentran con un buen grado de precisión las similitudes genéticas del receptor y el donante, se selecciona a los más parecidos y se hace un segundo control. “Agarro una célula del donante y la mezclo con las vivas del receptor. Todo lo que crezca acá dentro es compatible con el receptor.” Hay otras cuestiones que determinan la compatibilidad de tejidos que se deben a motivos desconocidos y que sólo pueden determinarse con esta prueba.
Cuando se produce un rechazo, el órgano empieza a funcionar mal y puede incluso ocasionar la muerte. En un trasplante de córnea, ésta puede terminar opacándose y dejar ciego al receptor. En el caso del corazón, empieza a latir mal y el riñón no filtra bien. El intestino se necrosa, es decir, se muere. El caso de la médula ósea, que por un lado es el más simple de resolver porque se puede tomar de un donante vivo sin provocarle daño, es por otro lado el más complicado porque es allí donde se encuentra buena parte de la información inmunológica, la que señala y ataca todo lo extraño al propio organismo. Al incorporar médula de otra persona, todo el cuerpo se vuelve extranjero, extraño, y si no hay una compatibilidad muy alta el rechazo es masivo: “La persona queda como un bonzo, se ‘incendia’ completa”, sintetiza Raimondi.

El otro banco mundial
Desde septiembre de 2002 Pricai-Fundación Favaloro es miembro de la Sociedad Americana de Histocompatibilidad e Inmunogenética (ASHI), una red de 200 laboratorios de 33 países que garantizan los estándares de calidad más altos del mundo en todas las pruebas de ADN. El centro argentino es el único del hemisferio sur. “Es fundamental que el registro sea amplio y bueno porque, supongamos que el potencial donante de médula ósea es una persona sana, que está caminando por Suecia. Tengo que llamarla por teléfono, recordarle que es donante, convencerlo, luego intervenirlo quirúrgicamente sin dañarlo (a un hombre sano, lo que es éticamente muy complejo) y luego traer esa médula crioconservada a la Argentina. Para hacer todo eso tengo que estar muy seguro de lo que estoy haciendo, incluso, de que no haya un delito, es decir que no haya dinero de por medio. Esa seguridad se sostiene a partir de laboratorios acreditados por el mundo y lo hace la ASHI.”
Los privilegios de pertenecer a la ASHI no son pocos: por ejemplo, cuando se debe realizar un trasplante de médula ósea, los estudios del Pricai permiten acceder a muestras de bancos de donantes tanto europeos como estadounidenses sin repetir las pruebas en el extranjero como ocurría antes, lo que aumentaba los costos enormemente. Además tener un banco regional aumenta mucho las posibilidades de encontrar un donante de las características necesarias.
Y hay otros beneficios colaterales: “Trasladarse a otro país, con el paciente mal, junto a un familiar, por tiempo indeterminado tiene costos altísimos –explica el inmunólogo– Los que se quedan no saben si lo van a volver a ver. Acá el familiar del paciente pasa de visita y se va a trabajar, no pierde su trabajo. Y los estudios que acá te salen de 100 a 400 U$S, en otros países te salen una fortuna... además de los costos de traslado, claro”. El registro argentino es relativamente nuevo, pero ya tiene unos 6000 potenciales donantes anotados, número que crece con el tiempo. “Hay otros laboratorios excelentes en Argentina y tenemos que formar un grupo que haga registros que se sumen a la ASHI”. En Pricai utilizan además parte de los fondos para hacer estudios gratuitos a quienes lo necesitan y no pueden financiarlo.La red internacional de datos permite esquivar al azar mucho más fácilmente al aumentar el número de potenciales donantes. De cualquier manera encontrarlo es sólo el primer paso porque la donación, excepto en el caso de la médula ósea, depende de la muerte del donante. “El otro gran problema es la gente que dice hoy que va a donar porque está donando sangre para el amigo o el familiar, pero cinco años después cuando lo llaman, lejos de esa emoción, es muy probable que diga que no. Se calcula que el 20 por ciento de los donantes por año cambia de opinión. Esto es en los países donde no hay cultura de donación”, se lamenta el inmunólogo.
En los últimos tiempos se desarrollaron técnicas menos invasivas que permiten extraer las células madre –que se utilizan en el trasplante de médula ósea– directamente de la sangre, sin intervenir quirúrgicamente al paciente. También se puede tomar estas células de los cordones umbilicales, que son muy ricos en células madre, que de otra manera se tirarían. De hecho hay quienes recorren las salas de parto en busca de estos cordones para generar verdaderos bancos con millones de muestras de sangre. El problema es el enorme costo que eso significa en mantenimiento e inventario (ver recuadro “Vivir...”).

Paso a paso
La cantidad de pasos intermedios que permiten que una donación se concrete con éxito es grande y excede lo meramente médico hasta incluir cuestiones psicológicas, sociales o incluso burocráticas y legales. Este esfuerzo enorme permite ganar apuestas y seguir luchando contra la evidencia de que en algún momento la banca se quedará con todo.

El teléfono del Pricai es 4378-1200/1300
www.fundacionfavaloro.org

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