Vivir para no morir
La locura por la seguridad y la prevención ya excede largamente el campo de la política internacional y de sus guerras preventivas. Hay gente que en previsión de enfermedades que requieran un trasplante de médula ósea guarda su propia sangre por una suma anual, lo que genera un gran negocio. Lo mismo ocurre con el cordón y la placenta que se guardan como si se tratara de un antídoto familiar para ciertas enfermedades: las empresas van a las maternidades a buscar los cordones e incluso les explican a los padres el valor de ese cordón ante una enfermedad de un familiar para convencerlos de que lo guarden.
Para el Dr. Eduardo Raimondi resulta algo paradójico: “A muchos les gusta tener la muerte lo más lejos posible sin darse cuenta de que es inevitable y que sólo tienen que vivir para llegar a morir. A todos les gustaría morir durmiendo y ese control les impide vivir. ¿Para qué viven? Para no morir, cuando lo único seguro es morir”.
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