Sábado, 12 de marzo de 2005 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES
Prodigios y vertigos de la analogia
Sobre el abuso de la literatura en el pensamiento
Jacques Bouveresse
Libros del Zorzal
171 págs.
Si fuera una película, el último libro del filósofo francés Jacques Bouveresse –profesor del Collège de France– sería una secuela (y de las buenas) del ahora clásico Imposturas intelectuales, de los físicos Alan Sokal y Jean Bricmont, que en 1996 dejaron en ridículo a los intelectuales autoproclamados “posmodernos”. Por entonces, Alan Sokal había publicado en la revista norteamericana Social Text un artículo llamado “Transgrediendo los límites: hacia una transformación hermenéutica de la gravedad cuántica”, que pasó sin problemas el referato de la publicación. Sin embargo, el texto escondía una doble intención: era, al fin y al cabo, ni más ni menos que una broma, una chanza intelectualoide que ponía al descubierto cómo ciertos personajes del estrellato literario francés en boga abusaban flagrantemente de ciertos conceptos científicos (las reflexiones de Lyotard sobre los fractales y la teoría de catástrofes, Lacan y los espacios compactos descriptos en la topología, por ejemplo). Por supuesto, no pasó mucho tiempo para que el “affaire Sokal” (como se llamó desde entonces al episodio) armase en Francia (y en el mundo) un revuelo de aquellos que puso sobre el tapete las olvidadas imposiciones del rigor y la precisión.
El encontronazo reclamaba a gritos una continuación o, mejor aún, una ampliación sin orgullos en juego. Y hacia allí se dirigió Bouveresse: resguardado bajo la sombra del paradigma de la objetividad, el filósofo francés critica en su libro los procedimientos de algunos literatos que en pos de seducir con la forma se aferran a términos ricos en imágenes (“caos”, “big-bang”, “agujeros negros”) para deformarlos ad absurdum, sin tener la más pálida noción de sus significados.
En cierto punto, el (mal) uso metafórico de la ciencia pone como loco a Bouveresse, que no se priva de dejarlo bien en claro: exasperado principalmente por los abusos que se hacen del teorema de incompletitud de Gödel y a veces cayendo en el golpe bajo, Bouveresse –por momentos maniático de la exactitud literal– llega a defenestrar a algunos de sus colegas que privilegian el virtuosismo y la vaguedad verbal –con el consecuente deformación de fórmulas brillantes– antes que la precisión, la lógica y la claridad. Lo que, ante la ausencia de una teoría de la analogía, cae mejor como un llamado de atención que como un tirón de orejas.
F. K.
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